DERECHO A DEFENSA
M.Salvador MuñozTras enfrentarse en frenética batalla, mis emociones y sentimientos habían tomado una decisión: la no renovación de mis votos sacerdotales. Estaba hastiado de defender a pecadores, de sentenciar las penas. Retomaría mis estudios de derecho y defendería el pecado ante el hombre.
Trabajo en un prestigioso bufete. Esgrimo mi retórica y mis punzantes silencios, perfeccionados durante años en el púlpito, ante miradas que siempre intentaron ver sombras en mi rectitud de vida.
Vivo bien, me codeo con la crema y la nata de la sociedad, acojo los placeres de la vida sin aspavientos, y no me despido de volver al sacerdocio si el todopoderoso insiste en llamar de nuevo a mi corazón.
Sentado en el porche de mi chalet con un buen vino bendecido por el tiempo, oteo el infinito. Sé que voy acumulando pecados en mi balanza, pero estoy convencido de que llegado el momento sabré defender mi alma.
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Hola, Salvador.
Sí, señor, creo que tomó una sabia decisión.
Enhorabuena.
Un abrazo enorme.
Una decisión que cambiará su destino, en este mundo y, tal vez, en el otro, ja, ja, ja. Muchas gracias, Towanda. Un abrazo.
Hola, Salvador!
Me ha gustado mucho tu relato, muy elaborado en cuanto a léxico relacionado con la anterior vocación del protagonista.
Me ha encantado lo de «esgrimo mi retórica», muy buena imagen.
Felicidades y que tengas mucha suerte… de momento, de empujo un pelín con mi voto!!!
Un abrazo
Marta
Muchas gracias por tus palabras, me alegra que te haya gustado. Tu empujoncito me sabe a gloria, ja, ja, ja. Un abrazo.
Aparte de sacerdotes-abogados, yo he conocido algún caso de una persona que colgó los hábitos y se revistió con la toga, o que dejó de predicar sobre los Diez Mandamientos para perorar sobre el Decálogo del Derecho Administrativo.
Por cierto, se cuenta que el Cardenal Herrera Oria, oyó en el lecho de muerte a alguien que mirándolo desahuciado, se decía. «Desde luego, no somos nada»; y él replicó: «¡Cómo que no somos nada! Yo soy abogado del Estado». Para él era más importante ser abogado del Estado que príncipe de la Iglesia.
Suerte, Salvador.
La importancia de lo que somos es directamente proporcional a nuestros actos, y estos, solo nuestra conciencia puede medirlos. Muchas gracias por tu comentario y visita, Manuel. Un abrazo.
Hola, salvador.
magnífico texto el tuyo. La defensa nunca descansa, del lado de la moral, lo eclesiástico, lo religioso, o desde el prisma de la norma coercitiva. El entronque de la moral con el Derecho, hará a tu protagonista un jurista , un abogado de primera.
Un abrazo grande.
Sacará partido de su fe para vivir en este mundo. El resultado de su defensa en el más allá solo Dios lo dirá, ja, ja, ja. Muchas gracias, amigo Eduardo, por tus siempre amables y gratificantes palabras. Un abrazo.
Un bello relato. A tu protagonista, un defensor por lo civil y por lo religioso, no me atrevo a darle consejos. Bueno… uno: que siga bebiendo buenos vinos.
Mira que dan guerra las emociones sentimentaloides, ¿eh? Pero ahí están la razón y las buenas letras para salir en tu defensa.
Un abrazo, Salvador.