La carta de despido
Joan Canela Barrull · ValènciaY la carta de despido llegó. La verdad es que no le preocupó. Ni tan siquiera le sorprendió. En cierto sentido lo había estado buscando y, en todo caso, era una situación mucho mejor que la no renovación. La (escasa) indemnización era su billete de salida de aquel agujero infame. Y ahora qué? Ahora a volar. “¡Hasta el infinito y más allá!” que diría Buzz Lightyear. Quizás lo único que echaría en falta sería aquella crema de aguacate que Marisa tenía en la neverita colectiva y que le afanaba cuando nadie miraba.
El chupatintas de recursos humanos firmó los papeles como si acabara de sentenciar a alguien al cadalso y él le devolvió una sonrisa cuando cogió su cheque. Después se puso la chaqueta de cuero y las gafas de sol y subió a su moto. Quizás quedó raro que un abogado laboralista no recurriese su propio improcedente.