Injusta Soledad
Luis Hernández SánchezEntre pinos y robles la joven activista se encontraba sola. Alzó la mirada a las nubes de verdes telas ramificadas. El terreno se extendía hasta la línea en el horizonte donde el cielo y el bosque se fundían. De la tierra comenzó a brotar una jauría de mosquitos que se pegaron a sus ojos. Era ella y su bosque contra una central nuclear cercana.
Una voz segura y firme le habló «Aguarda, te ayudaré. No estás sola».
Cuando pensaba que no se libraría de la espada de Damocles, una luz cobriza iluminó su rostro. La fauna que revoloteaba entorno a sus mejillas huyó despavorida. Los árboles se abrieron, curvando su tronco para dejar pasar a un ser con traje y un libro en la mano, lubricado con un título «Ley». Se acercó a ella, entregándole la mano libre y prometiéndole proteger el ecosistema en el que ella se había criado.