Vidas truncadas
JUAN PEDRO AGÜERA ORTEGAEl día era lluvioso. Caminé entre charcos, el barro era mi menor preocupación. Me dirigí a mi improvisada oficina: un pequeño toldo sobre paredes de chapa que apenas me aislaban de las inclemencias del campamento.
Mis representados me esperaban a la entrada. Una larga cola de refugiados a los que ayudaba a inscribir y cursar su solicitud de asilo en España. Sus miradas, lejanas, acunaban recuerdos de vidas truncadas: la mina que amputó la pierna de Kikey; la violación de Alika por paramilitares nigerianos; Zareb, el niño soldado que huyó del Congo; Inaya…
Inaya llevaba a Jasira, su última hija, de la mano. La niña dejó una flor violeta sobre mi destartalada mesa, ese ápice color en aquel mundo gris me despertó una sonrisa, aunque se me hizo un nudo en el estómago cuando les entregué el pronunciamiento del juez y vi desvanecerse la esperanza en sus ojos.
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La maquinaria legal, el Derecho, está ideado para ordenar casos y situaciones y, en definitiva y en teoría, para ayudar a la gente. Tu abogado, a pie de calle con los más necesitados, sabe y siente que tras cada caso hay una persona y necesidades legítimas. Hace lo que puede y en su trabajo se trasluce algo más que puro trámite, hay humanidad. Transmites muy bien lo que siente.
Un saludo y suerte, Juan Pedro.
Muchas gracias por el comentario, la verdad es que frente a la imagen deshumanizada que el cine da muchas veces de la abogacía, sin ella, todo sería mucho menos humano.
Saludos