La polarización a la que este mundo se entrega en los últimos años, y la especificidad del ejercicio de algunas profesiones, como la abogacía, me hizo recurrir a un bufete especializado en extranjería. Trabajaban con las incidencias que surgían al inmigrante, fueran las que fueran, y me remitieron a un compañero que llevaba los asuntos de asilo y que, hacía gala de una gran empatía.
La prescripción era vernos cuanto antes, y me emplazó en su despacho donde, le venía mejor verme si tenía mucha prisa.
Llegué antes que él y me instalé en la sala a la que la nerviosa recepcionista, me hizo pasar.
La cara del abogado cuando vio que yo, aparte de no ser humano, solicitaba asilo por persecución de la empresa aeroespacial estadounidense NASA, fue divertida.
Luego, se serenó y poniéndose en modo profesional, empezó a tomar notas, intentando no caerse de la silla.
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