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Patricia Collazo González 

Por prescripción de mi psicólogo, dado que el clima de polarización que se vive en casa es nocivo para mí, mis padres tuvieron que recurrir a un abogado.
Como nunca se ponen de acuerdo, tampoco consiguieron consensuar qué tipo de abogado consultar. Por eso fuimos a todos.
El de familia nos recibió con mucha empatía, pero alegó que lo nuestro no era una familia y cuando mi madre se quejó de que papá le hacía bullying, nos derivó con un compañero laboralista.
El hombre escuchó a las partes y sentenció que no habiendo relación laboral alguna entre nosotros el caso le correspondía a un mercantil, porque lo que sí había eran grandes intereses económicos. Del mercantil al penalista pasamos en un pispás, cuando papá amenazó con deshacerse de nuestros cuerpos en el mar el próximo verano.
Al final, hubo que volver al psicólogo. Pero ahora el tratamiento lo reciben ellos.

 

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