PALABRAS DE ESPERANZA
Belén Basarán CondeAhmed terminó de orar con las manos extendidas bajo sus ojos, miró fugazmente a los lados y echó a correr hacia la alambrada. Atrás quedaban kilómetros de mar y desierto y en sólo unos pocos pasos también podría dejar en el olvido el hambre y la guerra.
Los escasos supervivientes de la agónica travesía treparon desesperados con Ahmed al frente, haciendo caso omiso de las advertencias que les llegaban desde los megáfonos.
Al caer del otro lado, exhaustos, fueron apresados y conducidos a un edificio próximo. «Campo de Refugiados» rezaba un cartel en su fachada, aunque Ahmed no comprendía el idioma en que estaba escrito. Allí fue atendido por un médico y recibió agua y comida. La esperanza brotó en su interior.
No podría decir cuánto tiempo pasó recluido, pero nunca olvidaría el momento en que abandonó el lugar acompañado de aquel joven. Fue la primera palabra que aprendió: «abogado».