Imagen de perfilUna digestión indefendible

Carlos Villanueva 

Vaya caso me tocó defender la semana pasada por destino del turno de oficio. Abogar por aquel tipo requería al menos del conocimiento de varios idiomas. ¿pero qué idiomas?.
Cuando subió al estrado la cantidad de palabrajos que soltaba, hacían imposible mantener una conversación con él. En su chaqueta el albarán de una relojería del centro, era la única prueba en su defensa.
Pero qué podía hacer yo por aquel pobre hombre, si no había traductor posible en todo el cuerpo de traductores del Estado.
No paraba de decir con los ojos desorbitados; Brein po, brein por ani llu.
Su señoría no pudo más que censurar su comportamiento, instándole a que se callase. Entonces arrancó un golpe de tos que hizo temblar a la sala, tras el cual un anillo de al menos 24 quilates voló por los aires para llegar hasta mi toga donde no me atreví a tocarlo.

 

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