COMPAÑERA
María Dolores Moya GómezLa muerte de mi abuelo afectó a la visión de mi existencia como mirar fijamente un eclipse de sol sin filtros. Si un día me convertí en abogado fue para defender los valores que él me había inculcado desde pequeño. Inesperadamente, un caso me catapultó a adoptar el título de “Importante”. Sin darme cuenta, que el gráfico de mis ganancias fuera ascendente se fue convirtiendo en un objetivo primordial. Necesitaba marcharme, escapar a aquel lugar al que solíamos ir en medio de las montañas para que su panorámica me devolviera a la memoria cada uno de sus consejos. Me avisó de que no la alejara de mí, que la necesitaba para encontrar mi norte; pero la desprecié y la maldije. Me sorprendió acogiéndome con los brazos abiertos y fue una agradable compañera de viaje hacia mi reencuentro. Soledad, se llama. He vuelto. Conseguiré que él se sienta orgulloso.