XVI Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
El primer juicio
Javier García Madrid · ALICANTEAhí estás. Sentado por primera vez en el estrado. Enfrente tu rival, tu compañero, con muchos más juicios a sus espaldas, con muchos menos nervios en su estómago. A tu lado, un juez con aún más experiencia que los letrados, el encargado de presidir aquella sala durante años. Por un momento tu único objetivo parece ser evitar el bochorno, te sientes sobrepasado y te imaginas todos los escenarios en los que el juicio puede salir mal. Paras. Respiras. Te empiezas a sumergir en todos tus recuerdos. Piensas en todas las noches en vela estudiando entre códigos y leyes, en aquellos exámenes que parecían interminables y en todos los obstáculos que has superado para estar ahí sentado, que no son pocos. Sonríes. Levantas la cabeza y la inexperiencia que tanto pesaba comienza a desvanecerse. Ahora eres abogado, joven, inexperto, con mucho que aprender, pero, por fin, abogado.
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El más votado por la comunidad
El primer juicio
Javier García Madrid · ALICANTEAhí estás. Sentado por primera vez en el estrado. Enfrente tu rival, tu compañero, con muchos más juicios a sus espaldas, con muchos menos nervios en su estómago. A tu lado, un juez con aún más experiencia que los letrados, el encargado de presidir aquella sala durante años. Por un momento tu único objetivo parece ser evitar el bochorno, te sientes sobrepasado y te imaginas todos los escenarios en los que el juicio puede salir mal. Paras. Respiras. Te empiezas a sumergir en todos tus recuerdos. Piensas en todas las noches en vela estudiando entre códigos y leyes, en aquellos exámenes que parecían interminables y en todos los obstáculos que has superado para estar ahí sentado, que no son pocos. Sonríes. Levantas la cabeza y la inexperiencia que tanto pesaba comienza a desvanecerse. Ahora eres abogado, joven, inexperto, con mucho que aprender, pero, por fin, abogado.
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Relatos seleccionados
Cuando ingresé al mundo laboral lo hice en una prestigiosa firma y tuve el honor de conocer a un abogado que se destacaba por su audacia. Tenía la capacidad de presidir las reuniones de trabajo con eficacia e involucrarse tanto en los procesos judiciales que iba un poco más allá. Causaba el bochorno entre los detectives, quienes opinaban que era un sobrepasado por hacer el trabajo que les correspondía. Por ejemplo, a nadie se le hubiera ocurrido que un criminal iba a sumergir su arma y los objetos robados en una piscina, solo a él.
Como todo abogado tiene su inspiración y, por lo general es un colega de mucha experiencia, le interrogué al respecto. Me sorprendió al responder que no podía permitir que sus clientes pagaran por crímenes no cometidos y, por tal razón, además de estudiar el código penal, seguía las peripecias de Perry Mason.
+1Cuando Irene entró en la sala, encontró a su abogado muy nervioso, organizando sus papeles sobrepasado. «No te preocupes, cuñada», le susurro Carlos, «va a presidir el juicio un buen amigo».
Primero, la fiscal describió fríamente cómo Irene había acabado con la vida de su marido. A medida que aparecían los detalles más escabrosos, el rostro de esta reflejaba el bochorno por el que estaba pasando. «Según nuestro Código Penal, no saldrá antes de veinte años», sentenció la abogada.
Llegó el turno de su defensor. «Seguro que intenta sumergir al juez en sus brillantes argumentos», pensó Irene. Sin embargo, este informó de que no realizaría ningún alegato. Lo miró alarmada. Se dio cuenta entonces de que la oratoria con la que su cuñado la había seducido había sido fingida. Carlos la convenció para que asesinara a su hermano, convirtiéndola así en viuda y a él en heredero único.0 VotosEl golpe en la cadera le molestaba, la herida en la pierna le torturaba de vez en cuando, pero lo que le mortificaba era que pese a su esfuerzo no pudo salvar a su abuela. La angustia le había sobrepasado, el bochorno le hundía en la melancolía.
Cuando vio acercarse al coche corrió hacia el paso de cebra con la intención de arrastrarla fuera del peligro. No pudo llegar a tiempo, la distancia que los separaba fue insalvable. Tan solo unos escasos metros que decidieron entre la vida y la muerte, el código de un dolor que tendría que sumergir entre sus recuerdos.
De poco servía que los abogados litigaran por ellos, que los jueces decidieran a su favor, tuvo que presidir las interminables jornadas de un tortuoso juicio.
¿Para qué? ¿Quién le iba a reparar la ausencia de sus besos? ¿Dónde van los te quiero cuando nadie los escucha?+2La tengo cargada y con el cerrojo amartillado, el seguro quitado y la boca del cañón pegada a mi sien, para no fallar, pese al tembleque.
Repentinamente, oigo pasos aproximarse y no puedo evitar sobresaltarme y sumergir abruptamente el arma en el mar. Evitar el bochorno de explicarme me salva la vida.
-¡Bonito día para pasear!- saludo a mi desconocida rescatadora.
-Por decirlo de alguna manera- me contesta la joven- ¿Va a estar aquí mucho tiempo más?
Y ante mi extrañeza por su pregunta, me explica su intención en este rincón apartado: es una abogada sin clientes, arruinada, se avergüenza porque se piensa fracasada y siente que su vida carece de sentido.
-¡No cometas una barbaridad! Yo también estoy sobrepasado. ¡Puedes ayudarme!
Y le cuento mis problemas con el código penal por aprovecharme de presidir una sociedad para saquearla. Le ofrezco trabajo y veo la esperanza renacer en su rostro.
+1Una nueva víctima. Estos casos me revuelven las entrañas…
Me avisan del turno de oficio, y cuando llego, me siento sobrepasado por la escena:
Tiene veinticinco años. Lleva la ropa manchada de sangre, y un brazo escayolado. Trata de sumergir entre las manos su rostro cubierto de hematomas. El bochorno se apodera de ella, como si se sintiera culpable.
Intento presidir la conversación con palabras amables, que le inspiren confianza:
-Tranquila, voy a ayudarte. Conseguiremos que acabe en prisión y no volverá a hacerte daño.
-Me matará, interrumpe. Es su código, él manda, y siempre cumple sus amenazas. No puedo dejar la vida de mi hijo en sus manos. Lo siento, voy a retirar la demanda.
Está asustada. Tiembla. Otro monstruo quedará en libertad, y no podré evitarlo.+9Se alzaba un mar de niebla, detrás de la cual, a medio sumergir, se advertía un juzgado siniestro. Hideo Nakazawa se ajustó las gafas de realidad aumentada y continuó avanzando. Desde que la justicia había añadido una IA en su código base, toda decisión legal se tomaba en el interior de ese entorno virtual. Era sobrecogedor. Hideo Nakazawa introdujo su cuerpo en la sala, dentro hacía calor, un bochorno sofocante. Un avatar de juez, encargado de presidir la sesión, le dio la bienvenida y leyó los cargos. Acto seguido, una voz en off presentó todas las pruebas. Hideo Nakazawa se sintió sobrepasado por lo impersonal del proceso, era kafkiano. El algoritmo le ordenó levantarse. Abogado, fiscal y juez, la IA había tomado una decisión.
“Te condeno a veinte años.
Este entorno virtual será tu cárcel.
Mi decisión es firme.”Hideo Nakazawa intentó quitarse las gafas, pero no pudo.
Entonces, gritó.+10Había un código no escrito presente en aquella reunión de despacho que yo tenía que presidir, silencios incómodos y miradas ocultas mientras exponíamos la defensa técnica de nuestro cliente, apodado “el violador de ancianas”. Explicaba cómo ellas le seducían, le provocaban para que las forzara en un juego erótico que las excitaba hasta gritar, hasta llorar de felicidad; otras se abandonaban al placer quedándose quietas, disfrutando como él lo hacía.
Me sentía sobrepasado escuchando nuestros argumentos, pero era mi trabajo: “experiencias traumáticas, abusos sexuales en la infancia, gerontofilia”. Me tenía que sumergir en alegatos que me asqueaban. Pero era mi trabajo.
El día del juicio cumplí con destreza mi obligación, pero si nadie me escuchara atinaría a contar cómo me vi a mí mismo. Poco después llegó la sentencia “culpable”, y aquel bochorno que sentía desapareció en segundos. Perdimos, pero la justicia ganó. Es mi trabajo.+3A mi amigo Pedro le ha tocado presidir el tribunal de primera instancia. Pasa días y noches enteras dirimiendo los asuntos de millones de personas que se acercan suplicando la estimación de su demanda.
Está sobrepasado. Ahora que ha empezado el mes de julio con su bochorno habitual tampoco descansa. No para ni sábados, ni domingos, ni fiestas de guardar (aunque en estas últimas, dada su posición, suele ser más clemente).
Aplica el código de comportamiento que le enseñó su "Maestro" con rigor y exactitud. El hecho de poder dictar sentencias «in voce» agiliza los procesos. «Estimado», «desestimado», se le oye decir para a continuación volver a sumergir su atención en el siguiente asunto.
Cuando alguien anuncia recurso una mueca se dibuja en su cara. Al menos, se dice, quedan siglos para el Juicio Final.
Aún no sé si poner todo esto que observo en mi Evangelio.Firmado: San Mateo.
+6Al principio confundieron los ruidos con una especie de código Morse. Y eso les encantó. Los nuevos inquilinos deseaban sumergir su casa en un halo de misterio. Diferente fue la aparición de la pintada, dispuesta a presidir el salón. Entonces me llamaron. Noté un bochorno áspero y escalofriante en aquella voz masculina. Me confesó que su mujer y él estaban sobrepasados por los acontecimientos. Que el mensaje escrito con sangre en la pared decía: “Necesito un abogado”, y debajo mi teléfono. Llegué de inmediato y les pedí intimidad. Se presentó ipso facto como intuí—ya había visto a otros estando solo—. Aún manaba sangre de su herida. Me pidió que sacara de la cárcel a un inocente. Con mi ayuda, además, la policía atrapó al verdadero culpable de su asesinato. Desde entonces, mi bufete se llena de fantasmas. Ellos me pagan y yo les ayudo a descansar en paz.
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