Una nueva víctima. Estos casos me revuelven las entrañas…
Me avisan del turno de oficio, y cuando llego, me siento sobrepasado por la escena:
Tiene veinticinco años. Lleva la ropa manchada de sangre, y un brazo escayolado. Trata de sumergir entre las manos su rostro cubierto de hematomas. El bochorno se apodera de ella, como si se sintiera culpable.
Intento presidir la conversación con palabras amables, que le inspiren confianza:
-Tranquila, voy a ayudarte. Conseguiremos que acabe en prisión y no volverá a hacerte daño.
-Me matará, interrumpe. Es su código, él manda, y siempre cumple sus amenazas. No puedo dejar la vida de mi hijo en sus manos. Lo siento, voy a retirar la demanda.
Está asustada. Tiembla. Otro monstruo quedará en libertad, y no podré evitarlo.