Imagen de perfilMis clientes necesitan descanso

María Gil Sierra 

Al principio confundieron los ruidos con una especie de código Morse. Y eso les encantó. Los nuevos inquilinos deseaban sumergir su casa en un halo de misterio. Diferente fue la aparición de la pintada, dispuesta a presidir el salón. Entonces me llamaron. Noté un bochorno áspero y escalofriante en aquella voz masculina. Me confesó que su mujer y él estaban sobrepasados por los acontecimientos. Que el mensaje escrito con sangre en la pared decía: “Necesito un abogado”, y debajo mi teléfono. Llegué de inmediato y les pedí intimidad. Se presentó ipso facto como intuí—ya había visto a otros estando solo—. Aún manaba sangre de su herida. Me pidió que sacara de la cárcel a un inocente. Con mi ayuda, además, la policía atrapó al verdadero culpable de su asesinato. Desde entonces, mi bufete se llena de fantasmas. Ellos me pagan y yo les ayudo a descansar en paz.

 

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