Almendras amargas
Elena Marqués NúñezPronto comprendí que la llave de una buena defensa es una mejor investigación, en cuanto entre los papeles del sumario encontré la fórmula. El acusado había sustituido la nuez por las almendras. «Para el colesterol», dijo con cara inocente, aunque yo ya sabía que una sola dosis de aquel pastel resultaría letal, y que el subterfugio era tan estúpido como esconder un ladrillo en una toalla para disimular los golpes: siempre acaban por pillarte.
Enojado, arrojé la carpeta sobre la mesa y le pregunté qué hacíamos. «Usted es mi abogado. Solo defiéndame», expuso.
Ahora, tras el incidente, no tengo claro seguir en el oficio. Prefiero sacarme una licencia de detective privado y dedicarme a esto. Es lo que más me gusta. Lo pensaré en cuanto acabe el pastel que me regaló mi último cliente. En el fondo, no era nada rencoroso. Y tiene un embriagador sabor a almendras amargas que…