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Vanesa Granada 

Primero pasé el casting de delicuentes, al que se presentaron miles de maleantes. Los doce seleccionados éramos un glosario del mal: ladrones, malversadores, traficantes… Nos encerraron en una casa con celdas, y emitían nuestra convivencia en directo por televisión e internet las 24 horas. Cada uno de nosotros teníamos un abogado que nos defendía en los debates para que nos ganáramos a la opinión pública y nos salvasen de volver a la cárcel con una cautelar, si conseguíamos ser el delincuente favorito de la semana. El juez, según el porcentaje de votos de la audiencia, debía sentenciar y considerar culpable al menos votado. Salí vencedor del programa y me declararon inocente del robo al banco que cometí a punta de pistola. Parecía un héroe, incluso me hicieron un club de fans. Pero, ahora soy tan famoso que me persiguen las cámaras hasta cuando intento robar un helado en el parque.

 

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