Curiosa la vida, cuando menos…
Enrique Barbero RodríguezDemanda tras demanda, había pasado la vida con la toga al brazo o al cuerpo para defender y acusar a todo aquel que se ponía en mis manos. Con tantos años de profesión uno va teniendo amigos y enemigos. De los primeros pocos, de los segundos alguno más, pero entre todos destacó Emiliano. A golpe de teclado, nos demandamos infinitas veces a través de clientes y cuando no los hubo hasta en el Colegio de Abogados.
La última vez que lo había visto hasta hoy fue en el Congreso Anual de la Abogacía y de nuevo, más que debatir, abrimos informe para alegato final. Ese mismo día comenzaron los síntomas de mi enfermedad. Hoy ha venido a visitarme a la habitación del hospital. Plantado frente a mí, con una media sonrisa, ha soltado: ahí tienes tu donación de médula, te veo en el próximo juicio. Curiosa la vida, cuando menos…
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Curioso, sí, cuánto se puede llegar a querer a un enemigo.
Suerte y un saludo.