Imagen de perfilACEPTO EL CASO

Manuela Fernández Manzano 

Mi padre se fue a Alemania. Yo tenía seis años y tres hermanos. Desde entonces y hasta los trece, solo tuve padre en las segundas quincenas de agosto y en los regalos de Navidad. De repente, mi madre dejó de nombrarlo. Empezó a llorar en su dormitorio, en privado, donde firmó su acta de defunción.
Pero los afanes están para relevar las cicatrices de la memoria o eso pensaba yo… Hoy, un hombre ha venido al bufete. Insiste en que defienda a su hijo: un joven muniqués que llegó para respirar aires del Mediterráneo y se despeñó en un asunto turbio durante la feria de un pueblo levantino. Él sabe quién soy. Yo lo he reconocido en un vistazo. Mis costuras se han roto en un instante. Todas… Pero he visto la culpa en sus ojos y es más grande que el abandono en los ojos de mi madre.

 

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