LA PAREJA IDEAL
Juan Carlos Gómez JaimesÉl era un joven apuesto y ambicioso; ella, una viejita encorvada, con antiparras de culo de botella y las carnes de una pasa: la pareja ideal. Aquello parecía una feria, el banquete prometía delicias, y las olas del Mediterráneo acariciaban el altar. El juez apuró el trámite y puso el acta sobre la mesa. La viejita comenzó una lenta cacería de letras menudas. El joven se impacientaba.
—Vamos, cariño, terminemos.
La viejita sonrió. Puestas las rúbricas, el joven condujo a la viejita al privado. Hizo su mejor esfuerzo para que los invitados atestiguaran la veracidad de su unión. Y, enseguida, se escabulló. Tenía el acta, solo eso necesitaba. La leyó ufano, pero un escalofrío lo estremeció. Las cláusulas incluían capitulaciones. Ya sin remordimiento de relevar sus intenciones, se acercó a la viejita.
—¡¿Qué significa esto?!
La viejita alzó la copa y brindó.
—Significa, cariño, ¡que aún soy una excelente abogada!
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Mi voto para tu micro y mi enhorabuena para la avispada abogada de tu historia. Muchas suerte.
Brindo por la viejita.