Muerte de una vida

Mireia Bonaventura Caparrós · Barcelona 

El catarro no me privó de asistir a la fiesta y disfrutar del merecido premio de tener algo de vida social. Últimamente, mis días pasaban entre juicios, recursos y clientes poco recomendables… La agenda apretaba, los expedientes se acumulaban y la cuenta de tareas pendientes a nivel personal crecía inmensurablemente. Estaba acostumbrado a ordenar la vida de los demás, pero mi mundo estaba claro que era una jurisdicción sin ley, y que necesitaba urgentemente una reforma. Con un whisky en la mano y en medio de la vorágine de pensamientos, miré a mi alrededor y se me encendió la bombilla. Tuve claro que esa noche iba a morir, Marisa no paraba de lanzarme miraditas incandescentes desde hacia rato. Susurré su nombre y sonreí, Marisa, rubia, inteligente, sofisticada…Pensé que iniciar el día en otra cama y en compañía, ya era el comienzo de algo y quién sabe si…

 

 

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