Esperanza intravenosa
Álvaro Gálvez MedinaMi despacho era mi refugio, sobre todo teniendo en cuenta que incluía el sofá cama en el que dormía cada noche. «Yo no duermo, yo ahorro», les decía a algunos compañeros. Era abogado de oficio, vivía al límite (marcado por la voluntad del Estado en pagarme). Tras peritar mi situación, más de uno me recomendó dejarlo, pero yo tenía esperanza, nuestra existencia es demasiado fugaz como para postergar los sueños. Hoy se cumplen cinco años desde mi jura, y he podido alquilar un pequeño piso en el que vivir. El barrio es tranquilo y la gente muy cercana; mi dormitorio tiene vistas a un campo de albero donde los chavales van a jugar; y siempre me gustó el fútbol, lo que hace menos doloroso que tenga que ser el árbitro los fines de semana.