La anécdota
PAOLA ANDREA ROCCA TARGARONA«Rompí a sudar bajo aquel traje de chaqueta que había mermado mis ahorros. Atrás quedaban los años de infancia en los que solía jugar a los juicios. Busqué refugio en la mirada de mi cliente, pero un fugaz gesto que hizo con sus cejas, me recordó que era yo quien debía inspirarle confianza a él. Mis ojos empezaron a moverse por la sala de vistas a su antojo; osados, se detuvieron sobre la cara de gesto serio del juez, que había comenzado a peritar mi actuación desde que cruzase el umbral de la puerta. Había construido aquella situación mentalmente un millón de veces, pero estar allí de pie, siendo el centro de atención…
Cuando me quise dar cuenta, tenía los ojos cerrados y alguien me daba golpecitos en la cara.»
No me importa que repita sus historias. Bajo sus arrugas, cuando habla, se siente joven otra vez. Reímos a carcajadas.