Amor y odio
J RH · MadridSabía que éste iba a ser uno de los últimos viajes. Que los meses por llegar no permitirían sino fugaces escapadas al pueblo en que nací. Lo sabía. Y estaba dispuesto a disfrutarlo. – No hay móvil, no hay correo electrónico, no hay urgencia en un caso- me dije. Contemplé el bullicio de las calles, cerré los ojos y las miles de especias embriagaron mi mente. Amaba cada lugar nuevo que descubría. Pero estaba lejos del despacho y eso me entristecía. Había llegado a entender, después de muchos años, que no podía ser libre y completamente feliz lejos de aquellas cuatro paredes. Me había convertido en un esclavo. Un esclavo del poder que recorría mi cuerpo cuando anunciaba una sentencia estimatoria a mis clientes. Esa es la tarifa que yo he pagado por la profesión que ejerzo, la profesión que amo y odio a partes iguales.