Imagen de perfilLA VACA

ARTURO RANERA RANERA · MADRID 

Amador, hijo del Alcalde del pueblo, y gracias al poder que ejercía su padre, trabajaba para don Melquíades, único abogado de la comarca. Éste le había citado por correo electrónico en el prado propiedad de una de las partes del caso, en el que pastaba la vaca de la parte contraria. La vaca había parido un ternero y la disputa versaba sobre a quién pertenecía el neonato.

Don Melquíades asistía a las dos partes con quienes había ajustado el cobro de su tarifa mediante el “pago en especia”, como conocían al pago en especie desde épocas en las que se pagaba con condimentos traídos de las Indias.

Presentes todos, el letrado, apartado cada vez de la otra parte, dio la razón a cada uno de ellos.

-Disculpe don Melquiades, -preguntó Amador- le ha dado la razón a los dos; entonces, ¿de quién es él ternero?

El letrado, socarrón, contestó:

-Nuestro.

 

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