Desde que Alice apareció, con exquisita educación, pero con un aire arrolladoramente innovador, revolucionó a todo un país.
Las instituciones fueron cayendo, desde los ducados hasta la autoritaria y caprichosa monarquía.
Un nuevo gobierno basado en la equidad, en una tierra pacífica sin el antaño numeroso ejército.
El anterior heraldo de la extinta corte, elegido democráticamente gracias a su experiencia en labores de gobierno, pudo leer, con perfecta puntualidad, su discurso de investidura, secundado por su etéreo asesor de sonrisa permanente.
Ella me aportó el valor para abandonar mi insustancial vida de diversión e interesarme por las leyes, logrando convertir los desquiciantes juzgados en lugares de justicia.
En mi haber está el conseguir desterrar la pena capital del país, donde ya nadie perdería la cabeza.
Hoy, como ministro de justicia, casi nadie recuerda los tiempos en los que me llamaban loco y llevaba un sombrero de 10 chelines 6 peniques.