Conciliación laboral
Amèlia Pujol Hostench · BarcelonaEL abogado compró un innovador robot para el hogar por un precio inferior a su valor real de mercado. La máquina tenía huesos artificiales, músculos, tendones, podía parpadear, fruncir el ceño y hablar. El primer día que llegó a su casa, el jurista empezó a leer las instrucciones y lo programó para limpiar el piso, poner lavadoras, planchar la ropa, preparar la comida y dirigirse a él con educación. Como el letrado estaba encantado con la nueva adquisición, buscó un hacker que lo reprogramara para que también lo ayudara en las tareas jurídicas. Un día el robot se enfadó y amenazó con demandarle si no se distribuían las funciones en términos de equidad. Ahora el letrado limpia el piso, pone lavadoras, plancha la ropa, prepara la comida, y el humanoide hace las demandas, redacta los recursos, tramita los amparos, prepara los juicios.