Imagen de perfilSemper, semper aequitas.

Juan José Castillo Peñarrocha 

Absolutamente convencido de que la equidad debiera constituir el principio inspirador de toda sentencia, tatuó en su muñeca derecha, sobresaliendo ligeramente del borde de la puñeta de su toga, el término latino “aequitas”.
Durante el ejercicio de toda su carrera como juez, tuvo el valor de leer insistentemente, sin disimulo alguno, en el transcurso de cada una de las vistas que presidió, el tatuado lema de su antebrazo. Ello le valió una inmerecida fama, entre colegas, de persona compulsiva, innovadora y bizarra. Supo sobrellevarlo, no obstante, con la exquisita educación que siempre le caracterizó.
El día que colgó la toga, le sobrevino esa paz que el final de la vida tan solo otorga a las personas justas. Tras el almuerzo de despedida que le ofreció el escaso gremio asistente, acudió al taller de tattoo y se hizo imprimir “Semper, semper” en su envejecido antebrazo, justo encima de su antiguo tatuaje.

 

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