Imagen de perfilDos caras, una misma tragedia

Emilio Mahugo Serrano 

Como abogado era infalible, una máquina perfectamente engrasada dispuesto a empezar mil veces hasta certificar el objetivo, desistir era un verbo que jamás conjugaba. No había caso, juez, informe, acta que resistiera su contumaz insistencia. También era generoso, siempre prestaba amparo a los que no podían pagar.
En privado era una persona diferente. Callado, ocultando su timidez tras una tosecilla o un estornudo oportuno. En una ajada carpeta guardaba varias fotografías: un pueblo costero, una mujer con un niño en brazos, un grupo de hombres de mar. No olvidaba, aún le conmovía, el esfuerzo de su madre por intentar sacarle de unas aguas que los engullía. Después de tanto sufrimiento iban a perecer viendo las luces de colores de una feria en un horizonte inalcanzable. El rescate de los pescadores llegó a tiempo tan solo para unos cuantos, por desgracia para su madre el mar sería una tumba infinita.

 

 + 13

 

Queremos saber tu opinión

1 comentario