IV Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

APUNTANDO AL FUTURO

Eva María Cardona Guasch · Ibiza (Islas Baleares) 

Acababa el plazo para evitar cumplir condena. La pena: prohibido ver los dibujos animados de la sobremesa. El recurso de reposición ante mi madre había sido desestimado. Mientras comía las últimas croquetas valoraba mis opciones. Un recurso de suplicación acabaría en represalias, por pesado. ¿Manifestación espontánea, con gritos y berreo? No, acumularía otro castigo. ¿Huelga de postre? No, tocaba flan y yo era un niño muy laminero. Entonces, sólo me quedaba olvidar la vía judicial y la alteración del orden público y acudir a una autoridad moral respetada por todas las partes: el Defensor del Niño, el bueno de mi abuelo, que siempre conseguía el reintegro de la paz familiar. Aún sentados a la mesa, le expuse el caso, los hechos, la pena exagerada; manifesté arrepentimiento y propósito de enmienda. Él escuchó, dio breve audiencia a mis padres y dictaminó: ¡este niño será abogado!

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Relatos seleccionados

  • Canción de cuna

    Juan Manuel Rodríguez Gayán · Gijón (Asturias) 

    El recurso de suplicación —el quinto en los últimos meses— fue presentado al límite del plazo con la huella de un dedo en el folio de los fundamentos de derecho, seguramente manchado por un postre clandestino, y en él se solicitaba la revocación del castigo impuesto y el reintegro de las cantidades indebidamente retenidas durante los fines de semana. El abogado Santos Rodríguez releyó el escrito de académica caligrafía, se sintió orgulloso de la brillante argumentación, sonrío con la amenaza de huelga en el cumplimiento de los deberes y finalmente, mientras acariciaba el pelo de su hijo que dormía en el sofá con la cabeza apoyada en el hombro de su padre frente a la última película de Harry Potter, se preguntó, una vez más, si cuando era un bebé no se habría equivocado al leerle la Ley de Enjuiciamiento Criminal por las noches antes de dormir.

     

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  • El retrato de Anastasio Guzmán

    Óscar Jiménez Moriano · Navalmoral de la Mata (Cáceres) 

    Anastasio Guzmán, letrado joven y entusiasta, preparaba la demanda con laboriosidad antes de presentarla en los tribunales. Temía que algún defecto de forma –litisconsorcio, transcurso del plazo- truncara sus pretensiones, justas y legítimas. Una vez acabada, la repasó durante la comida, en el postre, yendo a cobrar un reintegro. Cuanto más la estudiaba, más imperfecta le parecía, seguro de que no contemplaba todas las ramificaciones susceptibles de tomar el caso. Decidió postergarla. Trabajaba la suplicación con especial esmero: pulía, escamondaba ligerezas. Seguía sin convencerle. La metió en la gaveta por un tiempo. El procurador casi se declara en huelga cuando aquel hombre de pelo gris le entregó un dossier de mil setecientos folios. “Debe de haberte llevado mucho tiempo”, observó. El letrado, levantando la barbilla, dijo con voz grave. “No mucho, solo veinte años”. La portada de la carpeta rezaba: cliente: Anastasio Guzmán, asunto: interdicto de recobrar el alma.

     

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  • CARRUSEL JUDICIAL

    Ferrán Varela Navarro · Barcelona 

    Entramos en el descuento, son las dos y media del día de gracia. Al bufete Sánchez&Company se le acaba el plazo. ¿Llegarán a tiempo esta vez? ¡Las apuestas están seis a uno a que no! El recurso de suplicación sale de la impresora. Pérez lo recoge, calentito. Pérez a García. García para Sánchez. Sánchez a la carrera por la banda, acercándose a los juzgados. Gira la esquina y... ¡huelga de funcionarios a las puertas! ¿Superará Sánchez la barrera? Intenta driblar, ¡pero se enreda en la pancarta antirrecortes y cae! ¡Sánchez come bordillo de postre! ¡Eso tiene que doler! Se levanta, sin perder la posesión del recurso, y sortea el detector de metales. ¡Ascensor lleno a dos minutos del límite de tiempo! Sánchez vuela por las escaleras. ¿Podrá conseguirlo? Llega al juzgado y... ¡le sellan el recurso! ¡Increíble! ¡“Lotería” Sánchez, Sánchez “el reintegro”, lo ha vuelto a conseguir!

     

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  • CADA-QUIEN ES CADA-CUAL

    MARíA LUISA VENTURA SÁNCHEZ · MADRID 

    Soy la mujer de las prisas. Siempre voy escasa de tiempo, y muchos días salgo de casa tomándome el postre. Alguien me habló ese día, de una huelga en defensa de la asistencia jurídica gratuita, que yo decidí apoyar a pesar de tener la mesa de mi despacho abarrotada de plazos; recursos de suplicación; reintegros de costas; y similares. Con la correspondiente pancarta: “ABOGADOS DE OFICIO SÍ”, salí presta a la lucha. Un nutrido grupo de mujeres vociferaba a la puerta de los juzgados. -¿Solo mujeres?- me pregunté mientras extendía mi pancarta y me unía al montón voceando. Una mujer de unos cuarenta años, de aparatoso peinado y excesivo maquillaje, se volvió y me dijo: -“creo que tu huelga es la de el otro lado”. Leí su rótulo: “LAS PROSTITUTAS NO SOMOS LAS MADRES DE LOS JUECES CORRUPTOS”.

     

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  • Dulce Alabama

    Juan Carlos Morillo Roldan · Irun (Guipuzcoa) 

    Era temprano. Los bares parecían el único lugar que no hacían huelga. Luss se reclinaba apurando su séptimo Jack Daniels engullendo el postre de su cena mientras pensaba en los plazos del próximo recurso de suplicación. Luss era un abogado sin escrúpulos que no hubiera reparado en nada para ganar ese caso de divorcio…Un tipo duro, de facciones agresivas, casi violentas, barba de tres días y fuerte olor a sudor que se entremezclaba con su pestilente aliento. Festejaba su victoria frente a su colega, la Srta. Alabama. Una suave rubia que con un brutal contoneo de caderas se acercó dejándole en el bolsillo del pantalón un reintegro de lotería con tres palabras “eres un cabrón”. Diez minutos después la angelical rubia salía del bar, introducía la mano en su bolso y veía las fotos, aun calientes, pecaminosas, yaciendo con la esposa del cliente de Luss.

     

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  • Cortesía Profesional

    Antonio Martín · MÁLAGA 

    Llamaban al embarque de mi vuelo. Había sido la comida de Navidad del despacho el día anterior y, tras el postre y las copas, habíamos comprado entre todos un boleto del Euromillon. A ver si toca el reintegro, decíamos entre risas. Trece millones de euros valía el boleto que yo tenía en mi bolsillo. Cuanta más altura alcanzaba el avión, más lejos quedaban los plazos, los recursos de suplicación y los sindicatos. ¿Habrá sindicatos en Jamaica? Me preguntaba al recostarme en mi amplio asiento de primera clase, mientras una azafata me sonreía con descaro al servirme una copa. Huelga decir que me pudo la avaricia y traicioné a mis compañeros, pero lo entenderán, a fin de cuentas, todos somos abogados.

     

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  • Apuestas

    Mikel Pérez Aboitiz · Berlín 

    Huelga decir que el «tú apuestas: o estás en el bufete o estás conmigo» era un ultimátum. Cuando el camarero llegó, su postre aterrizó en la mesa al tiempo que él regresaba de un viaje mental desde un recurso de suplicación fuera de plazo. Más allá del tiramisú ella clavaba rabiosa una uña roja en un décimo de lotería, advirtiéndole: «Conmigo no se juega. A nada». Hizo una bola con el 66.788, se la lanzó con desprecio a la cara y se fue añadiendo: «Cóbrate tú el reintegro». El joven abogado quedó plantado, planchando bobamente el billete, como si así reparara la relación. Luego pidió la cuenta y guardó el décimo en el bolsillo izquierdo de la camisa. Cabizbajo, caminó al despacho, ese monstruo devorador de vida privada. A la altura de un kiosco leyó «Loterías y Apuestas del Estado» y sintió un dolor indefinible a la altura del 66.788.

     

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  • LA COSTUMBRE

    MERCEDES JIMENEZ JIMENEZ · COLLADO VILLALBA (MADRID) 

    Llamó a la puerta del Fiscal jefe, el nuevo fiscal, Buenos días, me gustaría comentar los casos de la semana. Adelante... El primero... Dado la gravedad de los delitos que se le imputan voy a pedir pena de 6 años... y reintegro de los fondos malversados Segundo...en plazo de subsanación. Tercero: pendiente de resolución el recurso de suplicación Muy bien..., a pesar de la huelga estás trabajando bien..., mi enhorabuena, lo único… , no es costumbre en ésta fiscalía tanta contundencia, aquí la costumbre es dar un margen para negociar y entrar en sala con un acuerdo, que a la postre es lo mejor para todos.... ¿entiendes? Sí, pero…no hay peros que valgan, en el día a día la costumbre de hacer las cosas de una determinada manera, prima sobre la aplicación estricta de la Ley. ¿Cómo te explicaría?... aplíquese la Ley, en defecto de costumbre.

     

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  • AL JUZGADO Nº21 DE MI CASA

    Maravillas A. Carmona Abril · MURCIA 

    D. Juan López Pérez ante el Juzgado al que me dirijo comparezco y como mejor en Derecho proceda, DIGO: Que en fecha de 12 de octubre de 2011 se me ha notificado sentencia dictada por este Juzgado en el que se me priva de comer postre. Que mediante el presente escrito, dentro del plazo legal establecido anuncio mi propósito de entablar RECURSO DE SUPLICACIÓN contra mi esposa, por ser susceptible conforme al art. 1 del RDLeg 2/1991 de las ley de mi casa. En su virtud, SUPLICO AL JUZGADO, que tenga por presentado este escrito, se sirva admitirlo y tenga por anunciado en tiempo y forma RECURSO contra mi mujer que aunque huelga decir, lo hace por mi salud, no es justo llegar del despacho y no poder comerme esas natillas tan ricas que hace y no me deja probar. Por ser justicia que solicito el REINTEGRO de mi postre diario.

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  • INTERIOR Y EXTERIOR

    Pablo Párez Arnáiz · BARAKALDO 

    No tomó postre. Simplemente café para aguantar la jornada de huelga que se avecinaba. El palacio de justicia quedaría colapsado, por tanto el plazo de suplicación debería posponerse. Aprovecharía para cobrar el reintegro de la lotería en la administración cercana. Inútil, también estaban en huelga. Apuró el café, no se lo confiscaran los piquetes. Toda la ciudad estaba paralizada y su cabeza estaba a punto de paralizarse también. Su cerebro no discernía entre desafíos legales, motivos morales, argumentar declaraciones o contrainterrogatorios del fiscal. Adivinó que cuando se para la vida exterior de las calles, la vida interior de uno mismo también se para: …él, que había destinado el vacio de la huelga para preparar argumentos que dieran solidez a la defensa. Pero sin ruido de autobúses, humo de cafeterías o bullicio de escaparates no somos nada. Sin los demás, no somos nada y no podemos pensar ni vivir.

     

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  • Callejón sin salida

    Felisa Lería Mackay · Sevilla 

    Me llama mi abogado para decirme que conseguiremos el reintegro del dinero que me debe la empresa en el recurso de suplicación. “¿¡¡Suplicación!!?”, repito, perpleja, “¿es que tengo que suplicar?”. A él le da un ataque de risa y me contesta que es un término legal, que a la postre es un recurso como otro cualquiera, que me deje de tonterías, que vaya a su despacho, que mañana se acaba el plazo. “¡No presentaré ese recurso!”, contesto, “¡ya está bien, caramba! Para mí no huelga el significado de las palabras; no quiero suplicar sino reclamar mi dinero. ¡A ver si actualizan el lenguaje jurídico de una vez, córcholis!”. Recapacito y veo claramente que no hay quien me libre de esa palabra si quiero cobrar. Así que, en vez de al juez, le suplico a mi jefe que me pague. Y él, al verme tan inusualmente humilde, me ha pagado.

     

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  • El primero de muchos

    Javier López Romo · Valladolid 

    El plazo había terminado. Todo el tiempo dedicado a preparar este momento había pasado. Ciertamente, era lo que quería desde la infancia, terminar el colegio, comenzar la universidad y qué mejor postre que el que me brinda este momento. Los nervios afloraban como nunca y suscitaban pensamientos inimaginables hasta ese momento – no presentarme, desaparecer, declararme en rebeldía, una huelga -. Sin embargo tenía que ir, miento, deseaba como nunca ir, ejercer, informar, exponer, defender, en definitiva, ser un abogado. Lo iba a disfrutar hasta tal punto de repetir ese momento de forma indefinida a lo largo de mi vida profesional. Cumplir el sueño de la infancia era el reintegro que quería después de todos los años de preparación y que suerte para mí que no necesitaba suplicación ante nada ni ante nadie para ser feliz, simplemente esperar a que el juicio comenzase.

     

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  • LA SALA

    MANUEL DE LA PEÑA GARRIDO · MADRID 

    '-¿Tiene ya el jurado su veredicto? –preguntó Jack el Destripador, ajustándose la peluca. –Culpable, Señoría –proclamó Charles Manson. –Presento en plazo suplicación -alegó Hannibal Lecter bajo su máscara. –¡Huelga decir que no cabe rec

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  • Es broma

    Leticia Hernández Juárez · Majadahonda (Madrid) 

    Mi padre, abogado. Mi madre, abogada. Mi tio-abuelo, abogado, mi tía, abogada y así varias generaciones que me preceden. Por tanto, en mi código genético, antes de definirse el color de mis ojos o de mi pelo, debió de definirse la profesión: "Estamos dando forma a una abogada". Crecí entre formularios de recursos de suplicación, el plazo de contestaciones a demandas, reclamaciones de cantidad por reintegro de haberes impagadados y otros términos legales, pero salí rebelde y amenacé con hacer huelga de hambre si me obligaban a estudiar derecho.Un día, después de un bachillerato de ciencias puras, mientras tomábamos el postre en una celebración familiar,anuncié: "He decidido que voy a estudiar derecho". Se hizo un silencio total, todas las miradas se fijaron en mí y cuando una sonrisa comenzó a dibujarse en la cara de mis padres y demás parientes juristas, espeté: ¡Es broma! ¿Mi profesión? Adivina, avezado lector.

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  • CICLO POLITICO

    Carlos Said Díaz Ismael · Bogotá Colombia 

    Votaciones. Promesas. Incumplimiento. Descontento general. Malas condiciones laborales. Desempleo. Despidos. Encapuchado. Presidente en almuerzo. Piedra al aire. Corte de carne. Gas lacrimógeno exhalando. Interrupción del postre. Antimotines. Noticias preocupantes. Mitin político. Estalla la huelga. Reuniones de sindicatos y gobierno. Negociación. Policías golpeando manifestantes. Vence el plazo de negociaciones. Ejercicio del poder. Intimidación. Muertos y heridos. Suplicación. Falta de dinero. Alimentos escasean. Acuerdo? Reintegro de manifestantes a labores. Todo sigue igual. Descontento general con heridas. Olvido. Nuevas votaciones. Promesas. Incumplimiento… “El hombre es, por naturaleza, un animal político” Aristóteles

     

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  • HUELGA EXISTENCIAL

    Cristina Palacios Cobos · Madrid 

    Hoy tengo examen. Llego corriendo al andén del metro. Colapsado. La pantalla informativa marca 10 minutos de espera. “¿¿¿Cómo???”, no puede ser, he olvidado que hoy había huelga. Bueno, llegaré justita, pero aún así, llegaré a tiempo. Saco los apuntes e intento olvidarme del calor, de la gente y del agobio que tengo encima. Tema 9: El recurso de suplicación. Forma. Plazo de interposición. Intento recitar de memoria el dichoso artículo, pero mi mente viaja por otros senderos y, a la postre, resuena la pregunta: “¿por qué he decidió hacer Derecho?”. Calla. No hay tiempo ahora para crisis existenciales. Concéntrate. “Son recurribles en suplicación las sentencias que dicten….bla, bla, bla…esto es infumable”. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Yo quería ser como esas chicas de la tele que anuncian el reintegro de la ONCE…Piiiii…El tren se va…sin mí.

     

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  • El desahucio

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Gipuzkoa) 

    Traspasé el umbral de la sala, cabizbajo. Me dirigí hacia mis clientes, que me esperaban al final del pasillo, escrutando mi rostro con ansiedad. Ambos se levantaron al unísono, asidos de la mano. —Como ocurrió en el Juzgado de lo Social de la circunscripción del Paraíso —comencé a explicar— esta audiencia también ha resultado... infructuosa... El recurso de suplicación ante el Tribunal Superior de Justicia Divina no ha prosperado... huelga decir que tienen que cumplir la condena... —¿Cuál es?—preguntó él. —El reintegro de vuestra propiedad, el Jardín del Edén, a su anterior dueño en un plazo de... —Expulsados de nuestra casa, Adán... ¡desahuciados! ¡Dios mío! —sollozó ella. —Y todo por una miserable manzana, Eva... ¡te dije que no quería postre! —se quejó él. —Disculpen... les sugiero que... se tapen —señalé sus cuerpos desnudos— si no quieren que, además, les detengan por escándalo público.

     

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  • EL ABOGADO DE ACERO

    MIGUEL ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ · VALLADOLID 

    El abogado de acero, así me llamaban mis compañeros de bufete. Y es que aplico las leyes con sentido férreo e inquebrantable. El año pasado, los trabajadores de uno de los departamentos de mi empresa argumentaron una serie de abusos, y en consecuencia fueron a la huelga. Tras el despido procedente por no cumplir con su trabajo, el departamento llevó a cabo un recurso de suplicación ante el tribunal; exigían el reintegro de todo el personal despedido en un plazo razonable y una indemnización. Ante mis amplios conocimientos del caso, me ofrecí voluntario a la dirección de llevar la defensa del bufete. Y gané el litigio. A la postre, todos los miembros del departamento fuimos despedidos definitivamente y sin indemnización. Aplico la Ley sin titubeos; soy el ex abogado de acero.

     

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  • L PIE DE LA LETRA

    Ignacio Arraiza Valle · Pamplona (Navarra) 

    “Huelga deciros que a la postre es una cuestión de suplicación dentro del plazo establecido para el reintegro” o lo que es lo mismo que decir que o lo pedís antes del vencimiento o ya no tendrá solución o dejaros de estrategias y bajaros del burro que con chulerías no vais a ninguna parte y si me apuráis el que no llora no mama. La labor de síntesis del exponente penalista ante la amenaza fue excelente sobre la mesa cinco abogados prestos a tomar la postura más adecuada. Tras un proceso de análisis de pros y contras que cada uno exponía, el mayor que permaneció en silencio sentenció: El mensaje está claro; interpondremos un recurso de suplicación dentro del plazo establecido. Otra vez no me interrumpáis cuando estoy en el postre por un tema laboral. “Al pie de la letra” El firmante del mensaje soy yo, no el Abogado contrario.

     

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  • Abogado sin recursos

    Pedro Antonio Herreros Rull · JAɐN 

    Es cierto que la suerte siempre me fue esquiva pero aquello de que no me tocara nunca ni siquiera un mísero reintegro me empezó a preocupar. Acudí al psiquiatra y tras innumerables pruebas me diagnosticó sin duda alguna: usted es gafe. La patología fue poco a poco devorando mi nombre de pila hasta que, a la postre, fui conocido únicamente por aquella. Huelga decir que al principio la gente me huía, pero en breve plazo me hice famoso como abogado. Los adversarios rehuían enfrentarse conmigo y los jueces me daban siempre la razón hasta el punto de que no conozco la suplicación ni la apelación.

     

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  • Alicia

    Rubén Gozalo Ledesma · SALAMANCA 

    Mis neuronas están en huelga. Ayer, sin ir más lejos, presenté ante el juez la receta del postre casero de mi madre, en vez del recurso de suplicación, que dejé calentando en el horno para comérmelo al mediodía. Al llegar a casa, metí a los niños en la lavadora, puse el programa de centrifugado y llevé la ropa sucia al colegio. Después planché los muebles, eché fuego a los geranios y fui hasta la pescadería para cobrar el reintegro de la bonoloto. Aproveché las ofertas de la charcutería y contraté un plazo fijo de 3.000 euros. —Esos libros de derecho te están trastornado —dijo mi marido. Lo curioso es que jamás me he casado, pero por si acaso mañana mismo, presento en los juzgados la demanda de divorcio. Y también aprovecho para interponer una orden de alejamiento contra esa loca que me mira desde el otro lado del espejo.

     

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  • AL VIEJO PROFESOR

    IGNACIO BERENGUEL GARCíA · ALMERíA 

    Llegó otro indeseado viernes de la semana y centenares de personas se agolpaban junto a la placeta contigua a la Facultad de Derecho; se trataba de los estudiantes que portaban pancartas exigiendo al Gobierno el reintegro de los últimos plazos de las matrículas por la exagerada subida experimentada. A la postre, el alumnado sólo reivindicaba en su defensa, pero la suplicación era otra vez desoída. Sin embargo, aquella mañana pasaba por allí el viejo profesor de Derecho del Trabajo, hombre placible, que destilaba sabiduría y muy respetado por su gran experiencia docente. Le correspondía impartir su habitual clase a última hora y dirigiéndose con sencillez a los representantes del movimiento estudiantil les dijo que si no eran trabajadores carecían del derecho a la huelga. Y con aquel simple postulado, que tantas veces había explicado en sus magistrales clases, logró que todos desistieran y le acompañasen en su quehacer ordinario.

     

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  • A MI ABOGADA

    Ignacio Rubio Arese · Moralzarzal, Madrid 

    A mi abogada le gusta trascender la realidad. Cuando se mete en la bañera, viaja a los mares del sur. Con el reintegro de un décimo, se construye tres castillos. Y hasta una huelga de autobuses la sirve de pretexto para desplazarse en dragón al bufete. Esta tarde, a las siete, vence el plazo para interponer mi recurso de suplicación. La llamo a las dos y media. Imposible localizarla. Su secretaria me explica que, tras tomarse unos dátiles de postre, se ha largado a los oasis de Wadi Shab.–¡No te preocupes!–añade–. Entregará los documentos sin demora. Al poco escucho unos golpes contra el cristal del ático. No me sorprende verla ahí, encaramada a una alfombra. Me tiene acostumbrado.–¡Rápido, sube! –ordena autoritaria. Lo que no podía imaginar era encontrarme a Aladino sentado a su izquierda, con la lámpara lista por si hiciese falta hechizar al juez

     

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  • Ya no te quiero

    Raquel Lozano Calleja · Palencia 

    Le he sido fiel durante más de 15 años. Me ha acompañado en éxitos y fracasos y ahora se sabe no ya segundo plato, sino postre. Me ha escuchado decir que quiero otra con el apresto y el lustre que ella perdió hace tiempo. Mi Toga está celosa. Ha decidido ponerse en huelga de brazos cruzados, de tal manera que en el estrado parezco implacable. No tomo nota, no articulo más gesto que el de la impotencia, la desesperación y la rabia por el infructuoso intento del reintegro de mis brazos a su zarandeo. Sin haberle puesto aún plazo a mi sentencia, y cuando he podido zafarme de lo que constituye ya una camisa de fuerza, he descubierto en el bolsillo de mi toga un Recurso de Suplicación que me ha interpuesto ella misma. Lo difícil será ahora dictar una resolución que no pase por ahogarme a mí mismo.

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  • HUELGA DE HAMBRE

    Alberto Artaza Varasa · La Coruña 

    En mi larga carrera como funcionario nunca había visto un caso tan desdichado. Al interno 505 le habían caído 20 años porque a su abogado le había pasado el plazo para presentar un último recurso de suplicación que le conmutara la pena. Pobre infeliz. Había comenzado una huelga de hambre que seguía estoicamente desde hacía casi dos meses. Permanecía postrado en la cama porque la debilidad le impedía reintegrarse a la actividad diaria. Todo el día encerrado en su celda tragándose su amargura. Aunque ingería líquidos no probaba la comida, ni siquiera los postres que le ofrecía más allá del reglamento, por si conseguía que comiera algo. Rechazaba toda compañía y solo quería mantenerse en la soledad más absoluta. El muy desgraciado me agradeció por Navidades todas mis atenciones y lo mucho que respeté el reposo que le permitió excavar el túnel debajo de la cama ....

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  • JUSTICIA GRATUITA

    ROSA MOLINA Lí PEZ · TRES CANTOS (MADRID) 

    Los abogados de oficio, hartos de inútiles huelgas y de agotar plazos de reclamación de reintegros debidos por el Estado, decidieron convertir los juicios en espectáculos. Y cobrar entrada. Con seriedad y profesionalidad, pero sin togas, Asterix evitó tres condenas con un exquisito y aplaudido acento francés; el Cid discutió con el fiscal hasta casi desenvainar a Tizona; Cristóbal Colón, defensor de menores, consiguió sentencias de justicia social para tres chicos, señalados magníficamente por su dedo. Pero la reina, la que abarrotaba las salas, era Cleopatra: cómo interponía recursos de suplicación, tan elegante, distinguida, con ese aroma de azahar y limón que aturdía al público. ¡Memorable! Los derechos de transmisión televisiva redondearon los ingresos y se sucedieron los juicios hasta no quedar ninguno pendiente. El ministro no pudo rechistar. Al fin y a la postre nunca se impartió una justicia más social y gratuita para todos.

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  • El Deber y el Haber

    LITA RIVAS FOLGAR · Teo (La Coruña) 

    A falta de un día de plazo para presentar recurso de suplicación contra la sentencia del juez Bermúdez, que deniega la concesión de incapacidad permanente, a mi cliente, una trabajadora que lleva media vida enferma, mi pasante se ha declarado en huelga de brazos caídos. Como el día ya ha empezado atravesado, la canguro no puede venir y yo, aunque soy madre a tiempo completo, también soy abogada en ese tiempo irreal que es la realidad virtual, así que compagino biberones con el monótono golpeteo de teclas de mi PC. El haber en mi cuenta de la felicidad se incrementa, pero me autoregalo una deliciosa porción de tarta de postre, para equilibrar el balance con un bocado de felicidad efímero. Pero cuando presento el recurso en tiempo y forma, el debe se dispara y lo pierdo de vista cuando me doy el gustazo de despedir al pasante.

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  • éltima Jornada de Liga

    ANTONIO ROMERO CAMPANERO · CORDOBA 

    Minuto 95, el delantero coloca el esférico en el punto de penalti.

    Mientras, desde su cómoda butaca, analiza al rival, trata de desvirtuar jurídicamente lo que va a ocurrir tras ese momento. Busca una posible alineación indebida, una irregularidad que podría convertirle en el héroe de su ciudad, reintegrando al club en la categoría que se merece. Pretende marcar tres goles, en plena huelga de futbolistas, sin haber tocado un balón en su vida.

    Ya tiene preparado su suplicación: Aquel juvenil inscrito fuera del plazo reglamentario; ese argentino, seguro que su pasaporte comunitario tiene menos raíces italianas que el tiramisú que se ha tomado de postre; e incluso aquella posible llamada que habrá recibido algún jugador con intenciones poco deportivas.

    De repente, el balón se estrella en el palo, fuera, y final del partido. Se acaba el sueño, su equipo gana sin necesidad de que se enfunde su elástica toga.

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  • Encuentros en la sala

    Roberto Sierra Gabarda · Pamplona 

    Allí estaba en el Juzgado, elegante y sobria esperándome junto a sus compañeras. Aguardando en la misma sala, fiel a nuestra cita diaria a la que acudía sin conocer huelga. Siempre agradable, nunca requirió ninguna explicación ni me obligó a una suplicación. Deseando que la vista se alargara indefinidamente, como quien nunca quiere llegar al postre de una fantástica cena. Nunca esperando el momento del reintegro, cuando se confundía entre las demás. Conocía a otros letrados, pero nunca fue lo mismo. Hoy, nuestra conexión finalizará tras un proceso que ha durado muchos años pero que tenía fijado un plazo. Después de superar tantas pruebas e interrogatorios, hoy celebramos la audiencia final.Con pena y tristeza pero sin opción a recurso, esta aventura ya está sentenciada. Nos despedimos y cierro la puerta. Cojo el maletín y archivo definitivamente esta vida como abogado. Ya nunca volveré a ver a esa hermosa toga.

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  • Día de Huelga

    Joaquín Rodríguez Hurtaddo · Mutxamel (Alicante) 

    Estoy cansado. Los días transcurren grises. Hoy no llego. Una huelga detiene el tráfico en Madrid. En mi cartera llevo un recurso de suplicación, último día de plazo. Hoy no llego. Miro por el cristal del vehículo. Cada uno va a su afán. A nadie le importan mis problemas, para postre una huelguista arremete contra mi. Ni le miro, solo compruebo el cierre. Ya no estoy nervioso, solo cansado. No llego. Me cierran decanato y me cierran la vida. Estoy cansado de perder. Mi coche, mi traje, mi corbata encrespan a los manifestantes, ni les miro. Reclaman algo de sus derechos, algo de su trabajo. Estoy cansado. En mi cartera en diez folios llevo la esperanza de un cliente pidiendo el reintegro en su empresa. A nadie le importa. Miro el reloj, las 2.50. Hoy no llego.

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  • Memento

    Patricia ¡µlvarez Miguel · Madrid 

    Huelga decir que Roger Portals nunca comía postre. Su dieta, frugal, consistía, básicamente, en verdura y pescado a la plancha. De esa manera, y con riguroso ejercicio, se mantenía atlético, juvenil. Lo consideraba imprescindible para aguantar las extenuantes jornadas de trabajo. Sin embargo, su recién estrenada condición de socio le compensaba. Aún recuerda su primer día en el despacho, -¡léete este recurso de suplicación!- le dijo, hoscamente, aquel patán. Años después, sintió cierta satisfacción mientras le veía recoger sus cosas. Se limpió los labios, sonrió y consultó su reloj. Aquel reloj tenía un significado especial. Lo llevaba aquel día que... pero ¡el maldito reloj salió ileso! Lo suyo fue un premio gordo cuando él no merecía ni un reintegro, admitámoslo. La vida le había dado una suerte de plazo de gracia a un tipo como él. Y aquel reloj le recordaba que, sin duda, eso le hacía doblemente afortunado.

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  • Reloj no marques las horas

    Jesús Suárez González · León 

    La noche avanzaba y yo me consumía entre pruebas que nada aclaraban y sentencias que a poco respondían. La hora fatal llegaba en forma de plazo inexorable. El alba me pisaba los talones y no encontraba la clave precisa, el certero argumento que podría llevarme a la victoria. Era como jugar a la lotería sabiendo que ni siquiera tocará el reintegro. En aquel recurso de suplicación, contra la que un día fue mi empresa, me jugaba no sólo una buena minuta, sino también mi reputación y mi prestigio, si algo quedaba de ambos. Pero mi supuesta pericia jurídica se había declarado en huelga, en el momento más inoportuno levantaba el vuelo y me abandonaba. Quizás nunca debí aceptar ese asunto, pero era un postre tan delicioso como inalcanzable. A los abogados nos encanta aceptar los retos imposibles. Tal vez porque, alguna vez, hasta podemos ganar.

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  • Las durezas

    Goretti Fariña Caamaño · Vilagarcía, Pontevedra. 

    Además de parecer inútil, mi cliente mantenía una cierta huelga de sentido común. Ansiaba la incapacidad permanente, cumplido el plazo de la transitoria, pero tenía tan poca suerte que aunque comprase lotería a diario, seguro que nunca le iba a tocar ni el reintegro. A la postre, la jueza que nos tocó tenía pinta de estar dispuesta a cargarse el informe médico. Yo bien que le aconsejé al incapacitado los andares doloridos y las palabras quejosas que convenían. Pero olvidé el talco y la crema para las durezas. El asunto se puso negro cuando la jueza pidió al supuesto impedido que mostrara sus manos para comprobar con una despiadada prueba táctil aquella sucesión de callos recientes, ásperos, abultados. Menos mal nos consta que el abuso del mando a distancia ocasiona notables callosidades en las palmas. Es justo lo que pienso hacer valer en el correspondiente recurso de suplicación.

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  • Un día cualquiera

    Adrian Di Pizzo Chiacchio · Salou (Tarragona) 

    Viernes por la noche. Frío. Lluvia. Relámpagos. Abre la puerta de su apartamento con el temple que le caracteriza. Observa el espejo del recibidor. Contempla la luz de la luna invernal reflejada en él, y su lánguida sombra. Sus ojos, cansados. Y el recurso de suplicación, fuera de plazo. Se desprende del maletín de cuero auténtico. Enciende la luz. Cierra la puerta. Empapado, tiene hambre. Se sienta en una silla de madera del comedor. La más próxima. De su frente caen gélidas gotas de agua que resbalan entre las arrugas de su cara. No le importa. La huelga de transporte le ha extenuado. Comprueba la primitiva. Ni siquiera reintegro. El tiempo se detiene. Su semblante, ensimismado en la rutina de un mundo que no ha soñado. ¡®¡¨Derecho y Justicia?¡¯ -repite. Con el temor de haber olvidado la compra semanal, abre la nevera lentamente. Y cae vencido ante un postre caducado.

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  • Me tienen secuestrada con formalismos justicieros

    Angel Manuel Arias Fernández · MADRID 

    Mi padre es abogado y estructura su rigidez con deformación profesional insoportable. No me permite volver a casa los viernes a las 4 de la madrugada, como todas mis amigas Me pidió una suplicación fundamentada en la que explique con detalle lo que pienso hacer en ese tiempo, dándome de plazo hasta el miércoles para argumentarlo. Decidí declararme en huelga de hambre. Pero me pilló hoy, martes, en la cocina, comiendo el postre que había sobrado de la cena. Dijo que daba por precluído el plazo para alegaciones, al haber debilitado la defensa de mis pretensiones, pues no solamente quiero ejercer coacción sobre la decisión que adopte, sino que he faltado a mis propios planteamientos tácticos. Así que me reintegro a mi cuarto, después de recurrir en última instancia a mi madre. Espero se den cuenta que, teniendo ya catorce años, soy suficientemente madura para saber lo que me conviene.

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  • ANIVERSARIO

    David Simonián Afanasieva · Valencia 

    ¡La una! La despertaron los sollozos del perro. El cansancio no lograba menguar la emoción. Debido a una huelga de funcionarios, su marido llegaría antes, sólo tenía que ultimar un recurso de suplicación. Era su decimoquinto aniversario de boda. Le había pedido que se pusiera algo sexy y que preparara un menú especial: entrante de ibéricos, solomillo de ternera con foie y setas, un rioja, y milhojas de postre. Ella no le quitaba los ojos de encima. ¡l, apenas mostró su mirada. Mientras poseído por una avidez desmedida, devoraba el postre sin desviar la atención del telediario; decidida y con sigilo gatuno, se le acercó por detrás. Posó la mano sobre su hombro. Suspiró. Y, sin titubeo alguno, sentenció: Reclamo un reintegro de mi tiempo. Tiene quince segundos a contar desde ya. Este plazo no admite prórroga, letrado. O deshace los quince años de terror, o le parto la yugular.

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  • ¡En plena lucha!

    Javier Yuste González · PONTEVEDRA 

    Por muy buen abogado que te creas, en la mayoría de las ocasiones no sacas ni para el reintegro de la “Loto.” Y ésta era una de esas bastante delicadas en la que puedes llevarte un buen planchazo. Hasta el plazo para recursos de suplicación había expirado y la posibilidad de una solución pacífica y amistosa quedó ya enfangada desde el primer minuto de partido. Enrabietado, me arranqué la toga y la arrojé al suelo, en señal de infantil pero decidida oposición. No me quedó otra que unirme a mi cliente y lanzarme a la calle con el puño en alto y gritando “¡HUELGA, HUELGA!” Por supuesto que tal atropello no lo toleraría de ninguna manera: ¡No iba a permitir que mi mujer le privase a mi hijo de postre como castigo y, mucho menos, a mí también “por simpatía”!

     

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  • Memories

    Sonia González Rúa · Bilbao 

    Me encantaba ir a la feria con la abuela. Cada verano, el campo de fútbol del pueblo se convertía durante un plazo de cuatro días en el solar que albergaba el tiovivo de caballitos, la noria de madera, el puesto de tiro al pato, el de algodón de azúcar y manzanas de caramelo… Merendábamos un bocadillo de panceta mientras recorríamos el recinto; de postre la abuela me compraba unos cañutillos de suplicaciones y una Mirinda de naranja. La atracción que más me gustaba era la tómbola, donde había que completar un cartoncito de seis cifras, más el reintegro, para lograr un premio. Huelga decir que la abuela no escatimaba recursos para que lo consiguiese, pero casi siempre tocaba retirarse con las manos y la faltriquera vacías. Una vez, tras invertir un puñado de perras gordas, ganó para mí la Mariquita Pérez con la que hoy veo entretenerse a mi nieta.

     

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  • La custodia del burito Pascualin

    Patricia Sánchez Vasco · A Coruña 

    A la postre aquello no era más que otra pelea entre vecinos que había terminado en los tribunales, pero se convirtió en noticia nacional. -Señoría llegué a la huelga bien temprano para trabajarla como cada mañana, no fue hasta el almuerzo mientras comía una suplicación que había preparado mi Manola cuando lo vi. No podía creérmelo, allí estaban sus tomates invadiendo mi propiedad. Le pedí el reintegro de mis tierras y le di un plazo para ello, pero dio media vuelta y se marchó. Ese fue el final, no me quedó más remedio que hacerle sufrir en sus carnes el dolor que yo sentía e hice bueno el dicho “haz el amor y no la guerra” y “monté” a su Pascuala, bueno se la ventiló mi Mauricio. Él ahora quiere sus tomates y yo la custodia del Pascualín que nació de aquel encuentro.

     

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  • Principio de autoridad

    María Domínguez de Paz · Valladolid 

    Para dictar sentencia, la jueza tomó el pequeño mazo y espetó en retahíla: -Se condena al acusado a un sometimiento inexorable a esta Autoridad judicial. Asimismo, se le exige el reintegro inmediato del bien sustraído. Contra dicha sentencia, cabe recurso de suplicación que deberá formalizarse en un plazo no superior a diez días. Hizo una pausa para tomar aire y prosiguió, dirigiéndose con firmeza al condenado: -Así que, por tu bien, vamos a dejarnos de monsergas y de huelgas de hambre: o te comes esas espinacas que has escondido en no sé dónde, o te aseguro que lo de los diez días sin postre va a ir totalmente en serio. Se levanta la sesión- concluyó con un “ñic” del mazo rosa de plástico sobre la mesa de la cocina. Aún estupefacto, el niño sacó lentamente el plato escondido bajo la silla. Hoy la cosa iba en serio.

     

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  • La primitiva

    Agustín de las Heras Martínez · MADRID 

    ¡Si es que tenía hasta el reintegro! El pobre hombre me lo repetía una y otra vez, y yo, delante del borrador del recurso de suplicación sólo había alcanzado a poner el número del juzgado y a calcular el plazo del que disponía. Llevaba trabajando para el déspota de su jefe más de treinta años, sin coger una baja, sin ejercitar el derecho a la huelga y todo por el miedo que le tenía. Aquel día miró el periódico y allí estaban. Había acertado los seis números a los que llevaba jugando toda su vida. No se lo pensó dos veces. Cogió un postre y se lo estampó en la cabeza al jefe. Luego, que si no aparece el resguardo premiado, que si le echan a la calle, que si pierde el juicio... Y yo me pregunto: ¿Habrá echado la primitiva?

     

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  • Los olivos

    Alejandro Conde Arias-Salgado · Valladolid 

    Estimado Don Diego: bien sabéis que intento ganarme la vida como abogado, aunque, si ello ha de depender de clientes como vos, más me valiera ingresar en una orden mendicante. Me preguntáis por vuestro asunto: dejadme deciros antes que los olivos de vuestras haciendas se agarran a la tierra con menos tesón que Su Excelencia a los dones que le otorgó la Fortuna. La suma cuyo justo reintegro reclamáis, aunque escasa para vuestros merecimientos, cubriría las atenciones de mi extensa prole durante muchos años; huelga decir que, aunque mis hijos no viajen en carroza ni tomen postre, comparten con los vuestros la costumbre de comer a diario. ¿El recurso de suplicación ante la Real Audiencia, decís? Debo confesaros que el plazo para su presentación expiró hace un mes, junto con las últimas esperanzas de que abonarais mis modestos honorarios por los nueve pleitos anteriores.

     

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  • CAOS

    EVA MARIA CORNUDELLA SAENZ DE VALLUERCA · BARCELONA 

    Barcelona, huelga general, fuego y contenedores. Ese era el día que finalizaba el plazo. Plazo final, juicio final, escenario apocalíptico. Corre, salta, esquiva, a través de calles desiertas de coches y llenas de gente, de cristales rotos, escombros y humo. Mucho humo y confusión. Policía, sirenas y cantos, o cantos de sirena. Tuve que llevarlo yo. Yo en persona. Y colarlo como fuese, pues a la postre las circunstancias conferían más que nunca significado al nombre: “suplicación”, recurso de suplicación. Súplica pura entre manifestantes y barullo, apurando el plazo. Más que suplicando rogando y deseando regresar al despacho con la misión cumplida. ¿Lo has presentado? - Lo conseguí. - ¿Sabes qué? - Pues no sé, ¿qué?. - Nos ha tocado. - ¿El qué? - El reintegro. - ¿Qué reintegro? - Si mujer, el del cuponazo. ¿Estás contenta? - Pues sí, la verdad es que sí.

     

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  • LA HIPPIE Y EL ABOGADO

    Antonio Capel Riera · Murcia 

    Les dio el postre, ¡y de qué manera! Tras aprobar la oposición al Cuerpo de Abogados del Estado, decidió renunciar. Años hincando los codos para nada; además, rompió la tradición familiar. El bisabuelo, abuelo y padre han sido Abogados del Estado. Y la mejor manera de renunciar fue presentarse fuera de plazo. ¿Qué había sucedido? Se enamoró de una letrada hippie que no hacía más que realizar Recursos de Suplicación y demás minucias para los desfavorecidos en un banco del ‘rastro’, cuyas actuaciones le generaban escasos reintegros. Pero era feliz… Un domingo, el flamante opositor, de paseo, echó una ojeada al improvisado despacho de la hippie, un cruce de miradas, y sus grandes ojos lo sedujeron; un comentario profesional a un desaliñado lo cautivó: “tu huelga no sirve de nada, debería haber una ‘huelga integral’ de todas las hormigas para acabar con las cigarras sinvergüenzas.” Y se sintió cigarra...

     

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  • UN JUICIO FÁCIL

    CARMEN CABEZON RIBAS · MORTERA-CANTABRIA 

    El juicio era fácil, un divorcio a la postre. Pero en el camino se interpuso una huelga general, un plazo desatendido y un desastre de abogado. Recuerdo que llegué a su despacho por casualidad, por mediación de un conocido. En aquél momento no pretendía más que mi “ex” me hiciera el reintegro de lo que yo había puesto para la compra del mobiliario de nuestra casa: 12.000 euros. Conseguir más no entraba en mis planes, porque el desamor ya era suficiente pago. Pero allí estaba un picapleitos para enredarme en toda una jerga de la abogacía, que si un escrito de suplicación, que si una demanda civil, que si la solicitud de pensión compensatoria, que si…que si… Finalmente además de las lágrimas, la rabia y la impotencia, no obtuve nada, ni tan siquiera un lo siento por su parte ¡Fue tal la incompetencia del …señor letrado!

     

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  • JEAN-LOUIS… ¿CIFEC?

    AGUSTÍN MARTÍNEZ VALDERRAMA · GAVÁ(BARCELONA) 

    El asesinato de Jean-Louis Cifec seguía siendo un gran enigma sin resolver. Un caso insólito, con un sinfín de interrogantes y dudas. La principal: ¿Quién lo mató? Pues no existía uno, ni dos, sino cientos de autores confesos. Cada uno con su propia versión, su arma homicida, su modus operandi. No obstante, el cuerpo seguía sin aparecer y, tras un plazo prudencial, el juez desestimó la causa. Pero para un letrado como yo ésta podría suponer, a la postre, la gloria; justo reintegro a toda una carrera judicial relegada al ostracismo. Así que me afané en hallar el cadáver. Luego únicamente tendría que interponer un recurso de suplicación, esclarecer el crimen y señalar al verdadero culpable. Huelga decir que me equivoqué. No sólo encontré a uno, a dos, sino a cientos de Jean-Louis Cifec. Todos ocultos en distintos lugares de la ciudad. El último ayer, en mi nevera.

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