Apuestas
Mikel Pérez Aboitiz · BerlínHuelga decir que el «tú apuestas: o estás en el bufete o estás conmigo» era un ultimátum. Cuando el camarero llegó, su postre aterrizó en la mesa al tiempo que él regresaba de un viaje mental desde un recurso de suplicación fuera de plazo. Más allá del tiramisú ella clavaba rabiosa una uña roja en un décimo de lotería, advirtiéndole: «Conmigo no se juega. A nada». Hizo una bola con el 66.788, se la lanzó con desprecio a la cara y se fue añadiendo: «Cóbrate tú el reintegro». El joven abogado quedó plantado, planchando bobamente el billete, como si así reparara la relación. Luego pidió la cuenta y guardó el décimo en el bolsillo izquierdo de la camisa. Cabizbajo, caminó al despacho, ese monstruo devorador de vida privada. A la altura de un kiosco leyó «Loterías y Apuestas del Estado» y sintió un dolor indefinible a la altura del 66.788.