Callejón sin salida
Felisa Lería Mackay · SevillaMe llama mi abogado para decirme que conseguiremos el reintegro del dinero que me debe la empresa en el recurso de suplicación. “¿¡¡Suplicación!!?”, repito, perpleja, “¿es que tengo que suplicar?”. A él le da un ataque de risa y me contesta que es un término legal, que a la postre es un recurso como otro cualquiera, que me deje de tonterías, que vaya a su despacho, que mañana se acaba el plazo. “¡No presentaré ese recurso!”, contesto, “¡ya está bien, caramba! Para mí no huelga el significado de las palabras; no quiero suplicar sino reclamar mi dinero. ¡A ver si actualizan el lenguaje jurídico de una vez, córcholis!”. Recapacito y veo claramente que no hay quien me libre de esa palabra si quiero cobrar. Así que, en vez de al juez, le suplico a mi jefe que me pague. Y él, al verme tan inusualmente humilde, me ha pagado.