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Manuela Fernández Manzano 

Aprobé Derecho Constitucional en septiembre. Mi padre me insuflaba ánimo sentándose cerca, leyendo la Constitución con enigmático entusiasmo e interrumpiendo mi estudio para decirme: “Mira, Ángela, otro artículo que menciona a los abogados”.
Se tomó la libertad de forrar aquel librillo con un papel carmesí y añadirle algunas palabras: “A mi futura letrada, para que concilie su pasión y su decencia igual que en estas páginas se consensuaron principios al trazar los derechos y deberes de la ciudadanía”.

Han llovido muchas causas ganadas y perdidas desde entonces. Hoy, después de otra jornada interminable, he resuelto encerrarme en mi despacho. Debo pensar para seguir adelante. Al vigor inicial le han surgido algunos resquicios por los que asoman el cansancio y la crítica. Manoseo mi ejemplar encarnado de la Constitución como si fuera mi pelotita antiestrés. También está algo perjudicado. Lo miro. Lo abro. Sonrío y escribo: “Estamos vivas. Feliz cuarenta aniversario”.

 

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4 comentarios

  • Me alegro de inaugurar tu marcador . Me ha gustado el tono cercano, familiar, íntimo que has dado a la constitución. Nunca la hubiera imaginado como una pelotita antiestrés, pero pensándolo bien es el refugio de la justicia. Convengo contigo en que está viva. Y que cumpla muchos más. Enhorabuena por este gran relato. Un abrazo amiga

     
    1. Muchas gracias, Ángel, por tus palabras. Tengo que reconocer que este micro me ha costado bastante. Además de hacer un pequeño homenaje a nuestra Constitución quería contar algo más íntimo. Al principio no sabía qué. Sólo tuve que mirar en mi propia experiencia personal; en esos días duros y agotadores en los que estás deseando terminar para poder escucharte a ti mismo y respirar. Muchas gracias, también, por pasarte por aquí y leer mi pequeña historia. Me complace enormemente que lo haga un amigo cuyos relatos me fascinan tanto.