EL EXCESO
Esteban Torres SagraMi problema es la empatía. Su exceso, para ser exacto. De pequeño solía preservar del riesgo, sustituyéndolos, a todos los niños a quienes les tocaba ser “burro” cuando jugábamos a pídola. En mi juventud me llevé muchos mamporros –y desgarros de tejido epitelial- al interceder en peleas por algún miembro de un colectivo discriminado. Cuando comencé a ejercer me declaré “culpable” para salir al paso a una condena de un narcotraficante encantador. Me cayeron cuatro años. Al salir volví a las andadas y hasta truqué un vídeo para ser visible en el escenario de un robo y salvar así a un atracador muy simpático. Otros siete años. Dejé la abogacía para ingresar como fraile en un convento, alejado del mundanal ruido y sus tentaciones para “mi debilidad”. Lo que yo no sabía, antes de entrar, es que todavía se practica la flagelación en según qué órdenes religiosas.
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¡ Pobrecito mío, la que le espera! En exceso, hasta lo bueno es malo. Lo cuentas de una forma muy divertida, me encanta.
Ahí va mi voto y un fuerte abrazo, Esteban.
Muchas gracias, Ana Isabel. La idea proviene de un chiste malo : Era un abogado tan bueno que se declaraba culpable.
La empatía es una cualidad que habla muy bien de una persona. No todo el mundo es capaz de desarrollarla, o de molestarse en abrirle la puerta; dejar que salga o no quizá requiere un pequeño esfuerzo. Tu protagonista tiene esa puerta abierta de par en par y de forma permanente, pero todo tiene un límite. Alguien debería haberle contado eso de «la caridad bien entendida comienza con uno mismo», aunque hubiese servido de poco, porque parece carecer de la capacidad de aprender de la experiencia. Es un caso crónico de «empatía tremens» (si es que eso existe), aunque no se le puede negar que es un personaje entrañable.
Un abrazo y suerte con él, Esteban
Gracias, Ángel. La flagelación bien entendida también empieza por uno mismo, debe pensar el personaje. Un abrazo
Historias así contadas deberían emplearse para enseñar la virtud del punto medio. Muy bueno tu micro. Mi voto y un abrazo!!
Gracias, Juan Manuel. La verdad es que los extremismos son perjudiciales en cualquier ámbito. Un abrazo.
¿Tú también jugaste a pídola?… ¡Qué recuerdos de infancia!
Creo que ese juego se perdió en favor de twitter, facebook, whatsapp, instagram y doscientas redes más, y ya no lo juegan en los recreos.
En todo lo demás no coincidimos, sobre todo en lo del convento, porque soy mucho más débil que tú. Eso del dolor no lo llevo bien.
Eso sí, en lo de lamer las tapas de los yogures sí que somos iguales. Ahí está mi «debilidad», no me puedo resistir a los de coco.
Felicidades, Esteban. Por este relato de excesos y por el premiado de los yogures…
No era muy de pídola, la verdad, pero juegos brulotes haberlos los había de todas las índoles. Mi pobre protagonista prefiere subir a ver sufrir, casi como un padre universal. Si me entero del convento en el que está le mandaré un atado de yogures de coco de tu parte, aunque estoy seguro que los repartirá entre los frailes. Muchas gracias por tu enhorabuena y por tu voto. Un abrazo de los de antes de la pandemia.
«sufrir a ver sufrir», quise decir antes
Humor negro del bueno.
Gracias por opinar que es bueno y que es humor. Un besote.
Leí hace un par de días tu micro en proceso de revisión y presentía que íbamos a verte publicado. Este muchacho sí que es el capacico de todas las tortas del mundo, es lo que tiene la empatía. Muy buen micro, ya tienes mi voto y un abrazo.
Muchas gracias. No sabe que se pudiesen leer los micros en proceso de revisión. ¿Cómo se hace? ¿o es que tienes perfil de administrador? ¿o eres del CNI? Un abrazo.
En tu perfil salen todos tus relatos, no soy ninguna especie de bruja Sybill (la de Harry Potter) con su bola de cristal, ni nada de eso… jeje
Original relato Esteban, un saludo!
Muchas gracias, Wibo. Abrazos virtuales.
Brillantísimo, Esteban, como siempre. Qué delicia de relato. Yo, hace años, solía bromear con mis clientes diciéndoles que si había condena la cumplíamos a medias, pero tu prota es el paradigma de la empatía. Y, además, en vez de retirarse a Cancún, va el tío y se mete en un convento, con la de pecados que hay que purgar… En fin, mi enhorabuena, mi voto y un abrazo.
Muy agradecido Nicolás. Tú sabes levantar el ánimo mejor que nadie. He leídos quince veces tu comentario y cada vez me gusta más, jejeje. Un abrazo gordo.
Te devuelvo el voto, Esteban, aunque sea el número 13, que yo por ser medio andaluza soy también medio supersticiosa. Mucho peligro tiene la empatía de tu protagonista, por lo que veo. Mejor será que se confine si quiere sobrevivir, jaja. Un abrazo.
Gracias, Eva. No soy supersticioso. Empático sí. Mucha suerte y un besote.
Una empatía que puede jugar malas pasadas. Me ha gustado el discurrir de la historia, desde la infancia al convento. Un voto y mi enhorabuena.
Muy agradecido por tu voto y tu comentario. Es que no podía seguir ejerciendo más que en otro caso u otros dos, por el tema de la cárcel, claro. Un abrazo.
Esteban, tu relato me ha encantado. Humor negro. Bárbaro!!!
Suerte!!
Muchas gracias, Alejandra. Un saludo.
Bravo, caballero!!
Me encanta
Te mando súper abrazo.
Gracias, Towi. Uno dice que no en público, pero en el fondo nos gusta que nos voten el micro y aparecer en los primeros lugares. Esto es egolatría, que también la tengo en exceso. Un beso.
¡Madre mía! Y es que lo cuentas tan así, tan sin más, que parece real.
Mi felicitación sí lo es, real, aunque sea escueta.
Mi agradecimiento también es real y sincero. A ver si hay suerte. Besis.
Ay, Esteban. Ese exceso de empatía va a acabar con tu protagonista.
Muy buen micro. Mi voto para que alguien rescate a este pobre.
Besos apretados.
Gracias, Pilar. Es una cualidad, no cabe duda, pero hay que administrarla con mesura. Mira, casi un pareado.
La empatía excesiva lleva a la ruina a este abogado con un futuro de víctima perpetua. Algo inusual en la sociedad de hoy en día ponerse en el.lugsr de otra.persona. Bien contado.
Un abrazo y mi voto.
Gracias Lola. Es un ejemplo de buen abogado, sobre todo por inculparse, si no fuese por las condenas, que lo mantienen alejado de las salas demasiado tiempo y en progresión geométrica. Tal vez llegue a prior. Un besote.
Muy bien por la empatía, aunque sea en exceso. Tu relato me ha hecho recordar a los juegos infantiles de antes, cuando el protagonista era niño y jugaba a «piola», así lo llamábamos en mi pueblo. Ese ex abogado, ahora fraile, debiera repartir su exceso de empatía a diestro y siniestro, que falta hace.
Enhorabuena y suerte, cuenta con mi voto. Saludos Esteban.
En mi pueblo también se decía piola, peor por ser más universal y que se me entendiera mejor he hecho esa concesión. Muchas gracias. Un abrazo.
Puede ser una fábula moderna con su puntito de humor. Qué no falte. Suerte!
Gracias, Manuel. El humor es la sal del mundo, en mi opinión y siempre trato de aderezar los relatos con ella. Un abrazo.
Viva el humor, Esteban! Jajajajajaja. Pobre abogado… Lo que ha sufrido con su exceso de empatía (y lo que le queda…).
Tu historia me recuerda al gran Juan José Millás. Bravo.
Mucha suerte y mi voto!
Un abrazo!
Muy agradecido. Cada uno semos como semos, q
Muy agradecido. Cada uno semos como semos que ´dicen en mi pueblo y al pobre le ha tocado disfrutar sufriendo, qué le vamos a hacer. Un abrazo.
No voy a ser tan empático como tu cliente, aunque reconozco que me da un poco de pena. Enhorabuena por tu relato. Derrochas imaginación.
Muy agradecido Ángel. A ver qué depara el Jurado este mes. Un abrazo.
Buenísimo, Esteban.
Fíjate que ahora llamamos empatía a lo que en español siempre hemos denominado “ponerse en el pellejo del otro” y en inglés “ponerse en los zapatos del otro” (nosotros sí que somos empáticos, vas a comparar vestirse la piel de otro con limitarse a calzarse sus zapatos, sobre todo si son unos buenos Oxford o unos Manolos).
Mi voto, y un abrazo.
Gracias , Manuel. A ver si el jurado se pone aunque sea en mis zapatos. Un abrazo
Saludos, Señor Torres. Yo aquí dándome banquete al leer todas las participaciones enviadas al concurso. Su relato me resulta original. Lástima que no soy juez en el certámen sino testigo ocular.
Muchas gracias por su visita, Sra. Salas. Me legro que le guste el micro y es una pena que no sea jurado. Un saludo.