Me encanta escribir microrrelatos desde mi terraza. A veces los publican; otras no, pero me encanta. Nunca gano; bueno sí, gano el placer de escribir y de evadirme de demandas, escritos, cláusulas y contratos que también redacto desde aquí.
Me acompaña un ser especial, un perro precioso. No es mío, sino del vecino del ático de enfrente. Un desalmado que solo se deja ver de tanto en cuanto, momento que aprovecho para increparle que no puede tenerlo así. Me contesta, cuando lo hace, con abruptos ininteligibles.
Por fin logré finalizar la querella por maltrato animal. Acabaré con esta barbarie. Se lo explico a Max. Tras la última reforma, los animales dejaron de ser cosas para considerarse seres sintientes. Ladra y mueve la cola como si entendiera y reivindicara sus derechos.
Me levanto y exclamo que ganaré el concurso con este microrrelato. Micciona justo al oírme… bueno, pues igual no.
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Vete tú a saber si al miccionar no estaba marcando el territorio del ganador de octubre. Enhorabuena Manuel. Guau.
Jajjaja!! Muy bueno Ángel… que no falte el buen humor. Un abrazo
Me encanta la consideración de seres sintientes, sí, señor. Porque lo son!!
Gracias por tu comentario. Desde luego que lo son, en ocasiones más que sus dueños. Suerte con tu micro también!
Si además de explicar a Max la querella, le lees tus microrrelatos, ganarás algo tan importante como el premio: la leal e incondicional amistad del perrete, que ríete tu de la amistad aristotélica.
Suerte, Manuel.