Imagen de perfilESE DURO CORAZÓN

Juan de la Fuente Gutiérrez 

Todavía me regodeaba, fajo de billetes en mano, ojeando el expediente, minutos después de que el cliente hubiera abandonado el despacho. Un nuevo éxito profesional, otro sobreseimiento firme. Ya nadie le podría acusar de todas las muertes bajo ese enorme panel de construcción defectuoso. Había ocurrido en Vigo, de donde yo justamente había huido años atrás, abandonando a esposa e hijo, de quienes nunca más quise saber nada. Ahora, penalista en Bilbao, tenía una nueva vida y mantenía secreta la pasada, aparentemente olvidada. Sin embargo, no sé por qué, en ese preciso instante recordé que ese día habría sido mi décimo aniversario de boda y durante una milésima de segundo me interesé por ellos. Enseguida se disipó ese pensamiento al mismo tiempo que cerraba la carpeta a la altura de la larga relación de víctimas mortales, nunca de mi interés, pero donde habría encontrado todas las respuestas.

 

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