MASCOTAS
Manuel Peiró SerranoSaltó la alarma. Los compañeros del bufete abrieron a patadas la puerta de mi despacho blandiendo extintores. Y ahí estaba yo cubriéndome el rostro con un informe pericial realizado con costosas pruebas de ultrasonidos convertido en cenizas, como mi flequillo.
Sólo un instante antes estaba Don Julio explicándome que le habían denunciado y que le querían quitar a Luís, su mascota.
Le expliqué con una sonrisa, que no siendo peligrosa, no estando en el CITES y si no daba molestia alguna, lo más probable era la inadmisión de la denuncia, que como mucho tendría que testificar y mostrar el animal al juez. Pero él temía un fallo en su contra.
–Julio, ¿qué animal es? – pregunté impaciente.
El levantó la caja que llevaba consigo, la puso en sus piernas y la abrió. -Tiene alergia al aire acondicionado -se disculpó.
En el interior había un pequeño dragón a punto de estornudar.
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Bravo. Un final con chispa que va más allá de la realidad en la que vivimos sumidos.
Gracias Eva María por dedicar unos instantes a este mircro. Un saludo.
Jajaja.
¡Que nombre tan original para una mascota!
Tan original como la propia mascota y como la trama del relato.
Un saludo, Manuel. ¡Ahí tienes mi voto!
Suerte!
Gracias Amparo por tu comentario. Un saludo.