Un hermano inesperado
José Manuel Pérez Pardo de VeraPor “arriba”. Así me destronaron a mí. No fue un hermano pequeño, sino mayor. Un hermano cuya irrupción en mi mundo no tuvo lugar ni por naturaleza ni por adopción. Sucedió por obligación moral, como gustaba de apostillar mi padre.
Con aquel hombre extranjero –que, según se me dijo, huía de la guerra en una lejana frontera– compartí habitación durante meses. Apenas podíamos comunicarnos. Pero mi perspicacia infantil me hizo testigo de que cada noche su última mirada se detenía en una foto.
Años después conocí su historia. Y se adueñó de mi vocación de abogado. El derecho de asilo, a eso me dedico. Para mí, sinónimo de abrir camino a una nueva vida que sirva para compensar, siquiera en parte, esas otras que un día quedaron varadas en la playa de aquella foto, y que pudieron haber sido la de ese hermano inesperado, o, tal vez, la mía.