Calamanda Nevado Cerro

Microrrelatos publicados

  • A pesar de sus prisas

    Leo con curiosidad -Planeta sostenible- en el sobre, lo abro y miro su contenido. “Debió proteger el ecosistema. La degradación de las aguas obligó a activar diversidad de servicios de emergencia de salvamento marítimo. Indicios y hechos permiten iniciar un proceso penal contra usted, se refieren a mi padre, considerando su participación como máximo responsable en el vertido de combustible del puerto más importante del Mediterráneo”. Lo firman un fiscal y la Policía Judicial.
    Hace tiempo la instrucción de su caso, como imputado, se atascó en los juzgados. No se esclarecieron los hechos pero la rapidez con que detecto la avería, tras saltar las alarmas, evitó vertidos mayores y contrasta con la lentitud de la justicia. No olvido su insistente frase antes de perder los recuerdos. No aceptaba, ni estaba satisfecho con la incomprensible dilación de una respuesta judicial y repetía. -Si la justicia es lenta deja de ser justa.-

    | Enero 2020
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 14

  • Clara llamada

    Daba los primeros pasos en el ejercicio de su profesión y quería repasar su recurrente glosario antes del juicio. Mientras mecía a su bebé le recitó en voz alta: Me pagan por sentenciar, pero el veredicto, como los melones, si maduran mucho se pasan. El Derecho no es una ciencia exacta y el Ilustrísimo, la toga y el mazo no dotan de infalibilidad. Ni mis dictámenes pasarán a la historia.
    Hijo, sentencia viene de sentimiento; no olvido que soy humano, un empleado público con un trabajo artesanal; sin reparos en cambiar un proyecto si advierto error o enfoque más justo y correcto. Oye, tampoco soy un héroe para tener contentas a todas las partes.
    Escúchame bien; libro cerrado no saca letrado y un abogado listo te hace creer lo que nunca has visto. Te quedaste helado con mi medida cautelar, ehhh…
    ¡Cómo, ahora lloras! Recursos protestas y pataletas las justas.

    | Agosto 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • Similitud

    Quise caminar elegante con mi chándal nuevo cuando sentí, otra vez, la traición de mi soleo izquierdo, di la vuelta. Mientras abría el bufete, desde la intimidad del pasillo pude escuchar:
    “Discrepo en lo último, si un abogado profesional sabe que su cliente es malvado y consigue que salga absuelto ha actuado correctamente, y ha conseguido que su cliente logre su objetivo, con independencia de que le parezca un tío que merezca la muerte.”

    Distinta entonación contestaba: “El abogado representa los intereses de su representado, no del colectivo, para eso estamos la fiscalía”. Continuaba gritando. “Para mí un buen profesional es aquel que, aun sabiendo que su cliente es culpable, consigue que sea absuelto respetando el procedimiento legal”.
    Temeroso espeté lo más fuerte y alto que pude ¡Quién anda ahí! Y entré. La chica de la limpieza, sorprendida con mi último expediente en las manos, me sonreía tímidamente murmurando: “Servidora”.

    | Abril 2018
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 4

  • Tiempos inseguros

    Le pido en oración al Arcángel San Gabriel que ella vuelva al bufete sin fecha de caducidad. Todo iba bien cuando rezaba por nosotros: “Eres el mensajero del Altísimo, el Poder de Dios, el que mitiga sufrimientos para que tengamos felicidad, trabajo, y dicha” ¡Puñetas! Según ella puede hacer cualquier cosa porque cuenta con legiones de ángeles.
    ¿Logrará traerla? Lo imploro con devoción. Llevo su tatuaje bajo la toga. La petición no será imposible pero mi latín una decepción para él. Aun así confío. Le he prometido al Serafín, en un tiempo razonable, rezarle de memoria padrenuestros y ave marías en esa lengua como los antiguos romanos. Aquellos primeros cristianos llevaban pan y vino a la liturgia; yo colaboro económicamente con la cesta en el momento del Ofertorio, y canto en gregoriano y visigótico abrazado a sus alas:
    “Sálvanos de esta larga crisis. Hágase tu voluntad, y la mía. Amen“.

    | Enero 2017
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2

  • ¿Intuición u oportunidad?

    A la vez de introducir la llave en su flamante porsche, el abogado echó un vistazo al nuevo fiscal interino: se le atragantó la saliva en la nuez. Aparcaba un desvencijado y descolorido auto junto a su plaza de aparcamiento. La –L- y el rugido del motor anunciaban su experiencia al volante.
    No deseaba un incidente con él y salió del vehículo para indicarle, cuando un gato negro le saltó encima desde una papelera cercana. Vio volcarse su gastada carpeta y las pruebas de inocencia de su defendido sobre un enorme charco de pis y escuchó el chasquido del cristal de los faros traseros de su coche, y su teléfono. Era su cliente arrepentido de mentirle; prometía lo imposible si tiraba la toalla y cambiaba su alegato de inocencia.
    Allí mismo, ante la fecha vencida del seguro del sustituto, decidió que carecía de sentido acudir esa mañana a su boda.

    | Agosto 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 3

  • La vida ahora

    La noche del martes Taifa llegaba al final del mar cuando vio la alambrada. Sus labios, perfilados por oscuras manchas solares, se contrajeron para dejar escapar un silbido. Atrás quedaban los cuerpos de sus padres, hermanos, y los escondites de traficantes.
    Días antes, en la otra punta del mundo, un abogado de derecho internacional reunió en su despacho a colegas voluntarios. Hablaron de la violación de derechos humanos en guerras que nadie entiende y los refugiados padecen. Idearon un plan para volver inservibles los permisos y licencias de trasporte de las concertinas 22 que salían de la fábrica de su padre hacia los campos de Hungría.
    En más de una ocasión le reprochó fabricarlas, no le contestó ni sí, ni no, pero le constaba que atendía pedidos, y ampliaba instalaciones e ingresos.
    Al amanecer, Taifa fue atendido por ese abogado, le enseñó a decir gracias y a memorizar sus derechos.

    | Junio 2016
     Participante

  • Fácil de explicar

    Tenía problemas de protocolo con mis clientes por no dejar claros mis honorarios desde el principio, y me daban la paliza con la factura. Un buen amigo me recomendó el impactante best seller "Desarrolla habilidades comerciales y sociales con impunidad".

    Ofrecía infinitas capacidades para relacionarse fuera de la zona de confort de cada uno.
    Lo releí, fotocopie, subrayé, puse en práctica, y escribí mi teléfono en su portada sin desestimar sus recomendaciones. Confiaba en el intercambio de experiencias con otros profesionales, muchos abogados viven este dilema, y lo puse a circular.
    - Me salvó- . Dijo la voz anónima de una compañera por el móvil.

    –Ya no necesito ponerme en guardia. Mis clientes me entienden sin espantarse. Explico mi tarifa vendiendo esta idea: -Si la defensa es cara, calcule el valor de la culpabilidad-.
    Yo nunca sería tan diplomático. Trasformé mis esquemas de soltería, le pedí salir, y nos casamos.

    | Abril 2016
     Participante

  • A flor de piel

    Lorena, la jueza radical, así la llaman los medios, no defendía corruptos. Ni fingía por ellos. Rechazaba sus invitaciones a fiestas y comidas. Su sentido del honor elevaba su autoestima y su sonora carrera. Nunca cedió al descanso si debía conseguir la expulsión por corruptela de importantes hombres de negocios.
    Algunos sujetos, con cara de pocos amigos, no destapó quienes, escudándose tras el anonimato la acorralaron públicamente dispuestos a intimidarla. Ella forcejeaba con aquellos metro ochenta mirándolos de arriba abajo como si se tratara de objetos, esgrimiendo sus mejores defensas.
    Ahora se levanta cansada, y tras apelar a las fuerzas divinas, consulta sus tratamientos y su agenda: una montaña rusa de anotaciones. Se cala la peluca hasta las cejas, cierra su chaleco antibalas, se ajusta la pierna ortopédica y pone su moto en marcha. Entra al juzgado entre fogonazos de flashes, y se obliga a atender gratis todos los despidos improcedentes.

    | Junio 2015
     Participante
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  • Sumisos a sus leyes

    Apareció sobre mi mesa de despacho, encabezando un sumario y subrayado en fosforito: "Timador de la baraja". Me resultaba familiar. Busqué al titular de la denuncia, la firmaban multitud de víctimas. Todos emitían discursos semejantes: Un individuo de acento extranjero los había timado con el mismo montaje.
    Mientras paseaban por cualquier calle céntrica, los sorprendía con trucos de prestidigitación. Debían elegir una carta y prestarle el móvil, donde, mágicamente, esta aparecería como fondo de pantalla. Hábiles juegos de manos, y la promesa de –Ahora busca en tus bolsillos-, hacían desaparecer carteras y teléfonos. Mientras alucinaban, él se escabullía.
    Después, valiéndose del medio digital, complicaba la vida a amigos, familiares, y titulares, con variados timos.
    Dejé de leer, comenzaba a recordar. Ahora entendía muchas cosas. Necesitaba llamar a mi amigo Ramón, pedirle disculpas por desconfiar ante sus explicaciones de inocencia, rogarle me dejara defenderlo gratis, y cambiarle el número al móvil.

    | Mayo 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1