Imagen de perfilLA PROMESA

JOSÉ ANTONIO LEÓN LLORENTE 

Un joven abogado llegaba tarde a su primera audiencia previa.

––Tranquilo, porque el asunto está perdido. Al menos me servirá de formación–– se consolaba a sí mismo.

Arrancó el coche como pudo camino de la Ciudad de la Justicia. Pero pronto comenzó a encontrarse en apuros. Desesperado por encontrar aparcamiento, lanzó una confesión al cielo:
—¡Señor, por favor, necesito un hueco! Prometo razonar sucintamente mis alegaciones, argumentar sin caer en el discurso manido que tanto abunda, leer el BOE todos los días, e ir a misa los domingos… ¡y cesarán las noches clandestinas con mi amor de primavera, que además es mi jefa, y está casada!

Milagrosamente, una plaza se abrió frente a él como lo hizo el mar ante los ojos de Moisés. Con alivio, estacionó y, recordando la promesa, murmuró:
—No te preocupes, Señor, ya encontré uno, pero gracias de todos modos.

Desde entonces se levanta más temprano.

 

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