Viaje de vértigo
María del Socorro Velázquez GarcíaTuve que aceptar. Mi padre, un campesino jienense emigrado a Mallorca, llevaba años insistiendo: debía acompañarle en un paseo en globo aerostático sobre la Sierra de Cazorla. – ¡Pero papá, si necesito biodramina hasta para ir al estanco! –protesté. Fue inútil. Todavía siento escalofríos mientras aporreo este teclado. Las vistas de las montañas eran maravillosas, aunque no el estilo de navegación del piloto, que por lo visto se había adelantado a la vendimia y había catado vino de la tierra en exceso. Consiguió convertir aquel saco de gas en un vehículo infernal que describía parábolas mareantes como las de una montaña rusa de Las Vegas. Agradecí que acabásemos colisionando contra un cobertizo. La aventura terminó con una denuncia de altos vuelos. El litigio empezará mañana, y mis atributos se encogen a su mínima expresión al pensar que deberé revivir ante el juez todos los detalles de aquel viaje de vértigo.