Triángulo

Manuel De la Peña Garrido 

Espalda contra espalda, un juez y un fiscal. Avanzan unos pasos, cargadas las pistolas, en la brumosa madrugada. “No somos franchutes para soportar triángulos, colega; y es asunto para ventilarlo a primera sangre, no en estrados”, fue el reto del juez. Los padrinos –dos fiscales- asisten preocupados al ilegal combate. Los duelistas se paran, se vuelven, apuntan sus armas. Lejos, el vértice sustancial del triángulo se despereza entre sedosas sábanas, junto al cuerpo de un estafador, libre bajo fianza. Antigua actriz, triunfó con una película donde la untaban con mermelada. De albaricoque. Ahora es abogada. También famosa. En la sala de togas suele despojarse del abrigo de marmota como si fuera a rodar desnuda. Despierto, el estafador la contempla. Mientras, los contendientes han disparado. El juez ve los labios de su mujer posados en los del malherido fiscal. A éste le sabe la boca a mermelada. De albaricoque.

 

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