Imagen de perfilDAÑOS COLATERALES

FELIPE APARICIO HERNÁN 

Sin alternativa posible, ambos cónyuges se ‘declaraban’ culpables cabizbajos delante de la jueza, habiendo sido incapaces de lograr un consenso que sacase adelante su matrimonio. Habían sido años de reproches mutuos, infidelidades, pero, sobre todo, faltas de respeto y confianza que minaron lentamente la convivencia.

Como casi siempre, la vista empezó impuntual, con la jueza irascible por afrontar decenas de divorcios tan similares y a la vez tan diferentes. Los abogados de ambas partes, lejos de mediar, desde el principio buscaron una confrontación diaria que aumentase su minuta exponencialmente.

El colmo fue cuando apareció Hugo: inocente, ingenuo y frágil, con los ojos vidriosos y anegados de tristeza. Con sólo seis años, sus padres le habían hecho pasar el mal trago de tener que declarar sobre su custodia, quid de la resolución en cuestión. Si existiera amparo legal, la jueza lo habría tenido claro: ninguno merecía la patria potestad de Hugo.

 

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