La buena vida

Lola Sanabria García · Madrid 

A los niños no nos pasó nada y mamá sólo se hizo unos cortes con el salpicadero. Pero se empeñó en llevar a juicio al propietario del mercedes. El tío Ramón, excelente anfitrión y mejor gourmet, la invitó a ostras y a champán mientras ella le daba todos los detalles del accidente. Al terminar, él le dijo que no iba a representarla, alegando que no le parecía ético siendo de la familia, y le recomendó un colega, con poco empuje pero muy barato. El día del juicio, fuimos todos al Juzgado. Y allí estaba el tío Ramón como abogado de la parte contraria. Destrozó a mamá con preguntas como: “¿Y no es verdad que usted iba sin cinturón de seguridad?”, y otras peores. Cuando todo terminó, mamá, en plena crisis nerviosa, clamaba por una apelación. El tío Ramón se acercó y le dijo: “Compréndelo, Eduvigis, las ostras valen muy caras”

 

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