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Daniel Cotta Lobato · Córdoba  

Una vez licenciados y colegiados, los dos amigos, médico y abogado, hicieron un pacto: el médico trataría al abogado en caso de ingreso hospitalario, y el abogado defendería al médico si alguna vez lo demandaban. La fuerza de un cólico postró al abogado en un quirófano. El médico, cuadrado ante la mesa de operaciones, erró el tiro y le extirpó el bazo en lugar de la vesícula. El abogado lo demandó, pero, fiel al pacto, tuvo también que defenderlo, y ocurrió lo que no sucede ni en años bisiestos: que el abogado defendió al médico contra sí mismo. Y fue tan íntegro durante la administración de justicia, que perdió y ganó el pleito al mismo tiempo. Perdió como cliente, ganó como abogado. El médico salió con cajas destempladas de la clínica. El abogado halló al día siguiente dos mil nuevos clientes ávidos de tan buen fiador de su defensa.

 

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