VEINTINUEVE
LAURA MONTESINOSVeintinueve, año bisiesto. Le relajaba observar ese cuadro que acertadamente estaba colocado a espaldas de Su Señoría: cuadrado, de colores cálidos y con un mensaje fácilmente interpretable. Le recordó a la última tarde de verano que pasó en el caserón de sus abuelos contemplando el atardecer. Su abuelo, fiador por excelencia, había quedado arruinado por avalar al pequeño de sus hijos en uno de sus aventurados negocios. Poco después, una expropiación forzosa acabó por arrancarles el caserón familiar.
– “ Fuerza, Pablo” ( pensó). Se ratificó en su demanda e hizo hincapié en las actuaciones más abusivas en las que había incurrido la administración. El guiño de su Señoría auguraba un buen resultado.
-Abuela, despierta, han pasado cuatro años, felicidades. Sus ojos cansados miraron tímidamente a la auxiliar. Al lado, la cama donde le dio las buenas noches por última vez. No sabía, que ese mismo día, volvería al caserón.