Imagen de perfil2101, ODISEA DEL HOMO SAPIENS

Guillermo Portillo Guzmán 

Mi falta de preparación en normativas laborales me obligó a recurrir a un laboralista, al que le encargué la defensa de mis derechos constitucionales ante aquella macromultinacional.
Ésta, había querido promover el crecimiento productivo de sus beneficios a base de incrementar el empleo inclusivo de todo tipo de máquinas y ordenadores inteligentes, a costa de reducir a cero la cuota de humanos en sus equipos operativos.
Incluso el departamento de recursos humanos estaba integrado por máquinas autosuficientes y, según pudo averiguar mi abogado, el Consejo de Administración de la empresa lo formaban cinco supercomputadores HAL9000, que colaborativamente tomaban todas las decisiones.
La sentencia desestimatoria la dictó el Mac que presidía el Tribunal, cerrándole definitivamente a mi abogado la posibilidad de presentar recurso suplicatorio, pues los Tribunales estaban exentos de cualquier sentimiento humano.
Reconecté a mi abogado robotizado para su recarga eléctrica diaria y me bebí mi vaso de cicuta.

 

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