EL ÚLTIMO RECURSO
Isabel Forteza CastañoHoy cumple ochenta y siete años y mientras espera que repongan el suministro eléctrico, apoya la frente en el cristal y contempla, a través del redondel de vaho, la nieve acumulada, el cambio climático en el que empieza a creer. Y recuerda el hambre de la postguerra, y sus clases de piano en el conservatorio, y cuando se casó, y el primer juicio que ganó él, y cuando se turnaron para proteger a los mellizos, y cómo disfrutaron con su crecimiento, y cuando ya mayores se marcharon de casa, y que él lleva varios días tosiendo, y que hoy tiene más fiebre que ayer.
De pronto, vuelve la luz y unos pasos interrumpen sus pensamientos. Sorprendida, se gira y lo mira con ternura. Ha desempolvado la toga con la que antaño subía al estrado.
—¿Por qué te le has puesto?
—Para interponer mi último recurso de apelación. ¿Bailamos un vals?
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El final de la vida siempre viene aparejado con muchas papeletas para ser triste: al inexorable deterioro físico, que ya sería bastante, se une muchas veces la soledad, con hijos que, por ley de vida, han tomado su camino, además de los nuevos problemas que nos atenazan a todos, con independencia de la edad, como el muy real cambio climático y el persistente coronavirus. Esta pareja, pese a todo, son afortunados, se tienen el uno al otro, hacen de tripas corazón frente a las dificultades y menoscabos y disfrutan lo que pueden con ese baile, identificado con un recurso de apelación, un símbolo para agradecer la vida a pesar de todo.
Nadie puede conocer cuánto futuro le queda ni cómo será, pero que no falte una visión positiva como la de esta historia.
Un saludo y suerte, Isabel
En efecto. No podemos saber lo que nos deparará el futuro inmediato, pero intuyo que potenciar el positivismo y la empatía con quienes nos rodean nos puede ayudar a mitigar esta realidad que nos ha tocado vivir. Gracias por tu comentario, Ángel. Hermoso y acertadísimo, como siempre. Un saludo.
Hermoso relato. Evocador y poético. Hay que probar lo de la toga y el vals, sin duda. Enhorabuena y mi voto. Un saludo
Gracias Nicolás. Un saludo
Contemplo a través del redondel de vaho un relato bien escrito y una bella historia a pesar de los pesares. Deseo que al compañero se le quite la tos. Ahí va mi voto
Gracias Ángel. Yo también deseo que se le quite la tos al personaje y a todos nosotros. Un saludo.
Isabel, qué bonito!!!
Nadie conoce el futuro, aunque creo que si pudiésemos hacerlo me gustaría aprovecharlo como tus protagonistas, desempolvando recuerdos y bailando.
No soy mucho de vals, así que tendré que apuntarme a clases.
Un abrazo gigante.
Gracias por tu comentario, María Sergia. Vals, salsa, tango…, lo que haga falta para que podamos dejar de bailar en la cuerda floja y salir de esta victoriosos. Un abrazo.
Una historia preciosamente condensada que casi duele.
Mucha suerte, Isabel.
Gracias Margarita. Me queda un largo recorrido hasta que sepa escribir sobre la punta de la i. Mi admiración y un afectuoso saludo.
Estamos con las emociones a flor de piel, es normal. Todos deseamos que no sea el último vals. Suerte!
Gracias por tu comentario Manuel. Un saludo
Enhorabuena Isabel. Soy padre de gemelos y mi padre falleció hace pocos años, así que me ha llegado tu bello relato. No hemos sido justos con nuestros ancianos en esta pandemia y cualquier pequeño homenaje como el tuyo resulta gratificante. Te doy mi voto uniéndome a tu vals. Gracias.
Me alegro de que te haya gustado, Manuel. Si de esta crisis aprendemos algunas lecciones o al menos sale reforzado nuestro lado más humano, habrá servido de algo. Un saludo.
Toda una vida en pocas palabras. Un relato emotivo y que, por desgracia, desborda realidad.
Mucha suerte, Isabel y mi voto.
Besos apretados.
Muchas gracias por tu comentario Pilar. Un saludo