XIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilRecuerdos

María Sergia Martín González- towanda 

Hoy he colgado el letrero con mi nombre en la puerta del bufete. Mario nunca lo sabrá, pero el suyo figura también, embadurnando las paredes, bajo el papel pintado. He recordado cuando volvía con hambre del colegio y el suministro eléctrico se mofaba de una nevera sin recursos. Siempre quería albóndigas con muchas patatas, porque estaba en pleno crecimiento. Con los lápices de mamá aprendí a dibujarle sus comidas favoritas. Se relamía. Esa tarde hacía frío. Le pinté una estufa y mantas con el rostro de mamá, para que no la echara en falta. Porque era la mayor. Porque se lo prometí. De madrugada, llegó papá trastabillando. Nos hicimos ovillo cuando abrió la puerta. Mario dibujó en la pared un escondite que me pudiera proteger, como cientos de veces vio hacer a mamá… En mi mesa: un portátil, sus fotos infantiles y los lápices que no consiguieron dibujarle una vida.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilRecuerdos

María Sergia Martín González- towanda 

Hoy he colgado el letrero con mi nombre en la puerta del bufete. Mario nunca lo sabrá, pero el suyo figura también, embadurnando las paredes, bajo el papel pintado. He recordado cuando volvía con hambre del colegio y el suministro eléctrico se mofaba de una nevera sin recursos. Siempre quería albóndigas con muchas patatas, porque estaba en pleno crecimiento. Con los lápices de mamá aprendí a dibujarle sus comidas favoritas. Se relamía. Esa tarde hacía frío. Le pinté una estufa y mantas con el rostro de mamá, para que no la echara en falta. Porque era la mayor. Porque se lo prometí. De madrugada, llegó papá trastabillando. Nos hicimos ovillo cuando abrió la puerta. Mario dibujó en la pared un escondite que me pudiera proteger, como cientos de veces vio hacer a mamá… En mi mesa: un portátil, sus fotos infantiles y los lápices que no consiguieron dibujarle una vida.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilOrgullo de abogado y pandemia

    BEATRIZ RABASA SANCHIS 

    Hacía mucho tiempo que no se veían. El olvidado compañero de universidad se encontraba ante él. Todos decían que sería un buen abogado: tenía facilidad de palabra y porte seductor. Por eso, al verle con la chaqueta raída y la mirada esquiva, comprendió que algo había roto ese brillante futuro.
    Le preguntó mecánicamente aunque adivinaba las respuestas. Le dijo que había emprendido operaciones arriesgadas en pleno crecimiento económico, y que ahora con el coronavirus habían fracasado. Sin recursos, sin despacho pues no podía pagar ni el suministro de la luz, vagaba como un apestado. El hambre se escapaba a través de la mascarilla. Debía de proteger a su antiguo compañero. Le aconsejó que recurriese a las ayudas para abogados con dificultades. Le miró y de sus ojos brotó un destello de orgullo. No pensaba reconocer la derrota. Y siguió su camino con paso cansino.

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  • Imagen de perfilSuperhéroes

    Lidia Ramallo Sánchez 

    Dobla con cuidado su traje y lo guarda en el desván junto al escudo y la capa. Echará de menos proteger el suministro de los recursos en aquel lugar, pero necesita un descanso. Por la tarde llegará su sustituto. Espera que sea capaz de evitar el crecimiento de la desigualdad y que el pueblo pase hambre. No puede evitar estar nervioso. ¿Quién ocupará su lugar? ¿Qué poderes tendrá? ¿Podrá alzar el vuelo contra las adversidades? ¿Conseguirá volverse invisible ante los chantajes? ¿Tendrá una fuerza sobrehumana para luchar contra el mal? Sumido en sus tribulaciones se sobresalta al oír el timbre de la puerta. Al abrirla comprueba con satisfacción que su sucesor los tiene todos: Es abogado.

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  • Imagen de perfilJuicio

    Alexei Mendoza 

    El Hambre está sentada en el banco de los acusados, se le acusa de frenar el crecimiento, suministro y progreso de la humanidad.
    Solo un abogado la quiso defender, pero no encontraba recurso legal en el nuevo marco jurídico instaurado para proteger los intereses económicos de los gigantes empresarios. El abogado se dirige al jurado: el Hambre podrá ser victimaria pero también es víctima. Es preciso mirar el panorama completo: ¿quién es en realidad el acaparador de los recursos? Y más grave: ¿quién genera esa desigualdad y por qué?

    Entre los asistentes, Avaricia y Egoísmo cruzaron miradas. Indiferencia ni se inmutó.

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  • Imagen de perfilInocencia

    Plácido Romero Sanjuán 

    Debí sospechar cuando un día, hojeando su agenda telefónica, vi una página entera llena de nombres de abogados. Tenía hambre de conocimiento, claro, pero nunca imaginé que hubiera algo ilegal en lo que hacía. Me había dicho que llevaba un negocio de suministro bajo demanda que estaba en pleno crecimiento. Supuse que los abogados eran para ocuparse de las cuestiones administrativas. Quizá quise proteger la vida despreocupada que llevábamos juntos. Qué ingenuidad la mía. Estuvimos juntos durante casi dos años y no sospeché nada. Es el argumento que esgrimirá el abogado que han contratado mis padres en el recurso que presentará en pocos días; sé que no servirá de nada. Mi inocencia acabó la mañana en la que la policía irrumpió en nuestra casa y nos llevó detenidos. Todo cobró sentido cuando aquel inspector me preguntó:
    –¿Y cómo se os ocurrió entrar así la farla?

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  • Imagen de perfilLa última máquina

    Juan Carlos Colás Ruiz de Azagra 

    El crecimiento de las denominadas filas del hambre alcanzó a finales del 2.035 niveles inimaginables una década antes. La carencia de suministro de los más mínimos recursos para la población, contrastaba con la opulencia no disimulada de una minoría.
    Semi oculta entre unos contenedores del extrarradio, el ruidoso parpadeo de unas luces llamó la atención de una docena de bulliciosos transeúntes. Se trataba de la última máquina expendedora SOJ, tal y como rezaba un pequeño letrero junto al lema proteger al necesitado.
    El más osado o hastiado dio una patada en su base. El holograma de un abogado de turno de oficio apareció ante ellos. Tras una primera exclamación tumultuosa, la más anciana refunfuñó ¡bah! había oído hablar de ellos, son como los demás. ¿Usted cree? Respondió el letrado. Y sin saberlo dio comienzo una revolución.

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  • Imagen de perfilSECUELAS

    Margarita del Brezo 

    Ya no sabían ni a quién proteger. El crecimiento de los ingresos un día tras otro había acabado con todos los recursos del hospital. El suministro de medicamentos hacía mucho tiempo que se había suspendido. Los enfermos se agolpaban en los pasillos y los muertos, en despachos, laboratorios y salas de espera después de que en los sótanos y aparcamientos no cupiera ni un alma más. Y cuando pensábamos que lo habíamos visto todo, llegó el hambre bien pertrechada de miseria y frustración y se coló en nuestros hogares sin encontrar la más mínima resistencia. La gente clamaba justicia, pero los abogados estaban exhaustos y no daban abasto. Las demandas se amontonaban unas sobre otras enardecidas, impacientes, coléricas. Estábamos todos tan ocupados con nuestros problemas, con nuestras cuitas, que nadie se dio cuenta de que apenas quedaban árboles para hacer ataúdes.

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  • Imagen de perfilDerecho de familia

    María Carmen Caamaño López 

    La madre se abanicaba con fervor al otro lado de mi escritorio y la hija imitaba su gesto altanero mientras yo trataba en vano de apaciguarlas.
    —¿Realmente quiere demandar a una niña? Ese debería ser el último recurso.
    —¡No me venga con esas! —gritó enfurecida—. Le pago para proteger nuestros intereses. Esa muerta de hambre nos ha hecho mucho daño y temo que esto que pueda afectar al crecimiento de mi pequeña.
    La niña asentía con cada afirmación de la madre, quien siguió con su irrefrenable suministro de acusaciones.
    —Primero fue la peonza que le hizo el abuelo. No vea lo que nos costó encontrar un carpintero que fabricara una exactamente igual para nuestra hija. Después vinieron aquellas galletas caseras para el recreo. Nuestros cocineros tardaron semanas en dar con la receta. Pero ahora, esto es el colmo, resulta que tiene un amigo. ¡Un amigo! ¿Se lo puede creer?

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  • Imagen de perfilEl silencio es oro

    Laura Blanco Villalba · Pozuelo de Alarcón 

    Su madre dudaba que pudieran acallar la música del hambre en sus estómagos un invierno más. Por suerte, Jack consiguió de un anciano misterioso unas curiosas habichuelas a cambio de su última vaca. Ella se había enfadado, pero las semillas experimentaron un crecimiento insospechado que lo cambió todo.

    ¡Qué maravillas encontró! Descubrió el país de los gigantes, la gallina de los huevos de oro, el arpa que cantaba y tocaba sola. Volvió con ellas y cortó la mata de judías.

    Pero no vivieron felices para siempre.

    El gigante mandó a sus abogados para proteger su patrimonio. La gallina manifestó en la vista preliminar que deseaba quedarse en la Tierra, pero a cambio el juez resolvió que debía proporcionar al perjudicado un suministro constante de huevos de oro.

    Todo se torció cuando el arpa abrió su bocaza e interpuso un recurso para hacerse con la custodia de la gallina…

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  • Imagen de perfilLas partes actoras

    Héctor Kaparos Serrano 

    Colgó el teléfono. Durante unos hondos segundos juró que el despacho se le caía encima. ¿Resopló? Suspiró. Acto seguido tumbó la fotografía, incapaz de sostenerle la mirada.
    ¿Qué hacer? ¿proteger al cliente, o a sí mismo? Se preguntó cómo habían llegado a aquel punto, aquella guerra fría con los justiciables en el frente, y ellos al suministro del fuego cruzado; una pugna impersonal y gélida, brecha en crecimiento constante que se llevaban puesta al acabar la jornada, aunque actuasen como si no pasase nada. Se encendió un pitillo.
    El fondo oscuro del puerto, encuadrado en la ventana, le devolvió un reflejo desmejorado. Si volvía ahora la encontraría despierta, esperándole con algún tema de poca importancia en la boca. Frunció los labios. Tenía suficiente con el teatrillo que hacían en sala como para repetir la función en casa. Así, esperó asediado por el hambre hasta agotar su último recurso: el tiempo.

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  • Imagen de perfilOTRA LIBERTAD

    Rosalía Guerrero Jordán 

    Dice mi abogada que pronto me va a sacar de aquí, que el recurso contra la denegación de mi libertad provisional ya está en marcha. Y yo, que solo soy un pobre diablo, no sé cómo agradecerle a esta joven letrada del turno de oficio el interés que pone en mi caso.
    Ya gasté mis últimas monedas en un escaso suministro de tabaco. Ahora intento paliar el aburrimiento y el crecimiento del miedo en mi interior buscando otro tipo de libertad en la biblioteca.
    Y entonces ya no estoy seguro de querer salir, pues fuera de estos muros no hay nadie que me pueda proteger del hambre.

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  • Imagen de perfilAdiós hambre, adiós.

    Javier López Vaquero 

    Recuerdo aquel plumbeo invierno por su crudeza. No eran buenos tiempos y las colas de gente pidiendo comida eran interminables. En el despacho trabajaba a destajo interponiendo un recurso tras otro contra la compañía eléctrica por los cortes de suministro.
    Extenuado decidí contratar a alguien y buscando lo encontré en un taller de los arrabales. Escuchaba atentamente mis consejos, mi visión solidaria y notaba su crecimiento con cada caso que llegaba al despacho.
    No me extrañó el día que anunció su partida. Tenía un objetivo: proteger a los desfavorecidos y erradicar el hambre. Suponía que iría a un gran bufete, pero me sorprendió verlo en la televisión junto al presidente de la compañía eléctrica con su carcasa bruñida y sus circuitos relucientes. Había inventado un chip que instalado en el cuerpo y recargado con electricidad aportaba la energía necesaria para subsistir. El ser humano no volvería a comer.

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  • Imagen de perfilEscasez de recursos

    Erik Aostri 

    A medida que aumentaba la población del refugio, también lo hacía el hambre. El crecimiento en el número de refugiados ha sido exponencial desde que comenzó el invierno nuclear. Cuando se construyó el refugio, a cada uno de nosotros nos asignaron una tarea. A mí me encomendaron la misión de proteger el suministro de electricidad en la central hidroeléctrica, a unos 4 km de allí. Recuerdo que lo recibí con pesar. Pensaba continuamente en los años que gasté tratando de sacarme la carrera de Derecho, y después el Máster, para acabar haciendo de perro guardián. En este nuevo mundo mis diplomas son papel mojado, y no cabe recurso alguno. Aunque, a decir verdad, antes de que todo acabase yo estaba trabajando de camarero. Ahora al menos mis horas extra sí son remuneradas y tengo habitación propia.

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  • Imagen de perfilLOS SECRETOS DEL MAESTRO

    Miguel Molina 

    Las tropas se acercaban y cada vez era más difícil que llegara algún suministro al pueblo. La estrategia de los invasores, al igual que siempre, consistía en que sus pobladores murieran de hambre. Incluso cuando estuvieron seguros de que ya no les quedaría nada para comer, decidieron esperar. Semanas después, al recorrer las calles, los soldados comprobaron que todos los habitantes estaban muertos, excepto quienes buscaron refugio en la escuela.
    Hoy, el abogado defensor intenta convencer al tribunal de que el maestro no hizo nada malo. Pintar en las aulas esos murales, representando todo tipo de alimentos, fue un recurso desesperado en su afán de proteger a los niños. En su alegato justifica que los críos, en época de crecimiento mental y físico, agradecieron esos estímulos. Lo que aún no sabe explicar es por qué en las paredes apenas se ven los dibujos y los niños están gordos y relucientes.

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  • Imagen de perfilJuicio Final.

    José I Baile Ayensa 

    No creía yo verme en estas lides el día del juicio final, pensaba que estaría más ocupado en proteger mis intereses.
    Como abogado penalista me había preparado muy bien para alegar enajenación y justificar los deslices que a lo largo de mi vida había cometido. Pero me eligieron, junto a otros letrados, como defensor de una parte de la humanidad a quien se acusaba de haber cometido abuso sobre el resto. Las acusaciones eran muy graves. Se achacaba a esta parte de haber acaparado todo el crecimiento económico, de esquilmar cualquier recurso del planeta, de monopolizar todo suministro de bienes; todo ello en beneficio de unos pocos a costa del hambre de muchos. Intuí que, visto quién era el Juez, aquello iba a terminar en clara condena; entraría yo en la eternidad perdiendo el mayor juicio posible. Decidí renunciar y proponer que asumiera la defensa algún abogado de oficio celestial.

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  • Imagen de perfilTodo por ti

    ANGEL J. CLEMENTE RODILANA 

    Tenía el hambre reflejado en el rostro. La necesidad había sido una constante en su vida desde casi el principio de su existencia. Se quedo solo demasiado pronto. Su abuela lo supo proteger al principio, pero pronto cayó enferma y las tornas se cambiaron. Desde entonces, su único recurso fue su constancia. De todo lo que veía a su alrededor sacaba un aprendizaje. Sus ojos azules se abrían de par en par cuando descubría algo que le pudiera interesar. Desde la primera beca, su crecimiento fue constante, aunque nunca se olvidó de donde venía. El proteger a otros como él, fue el suministro necesario para estudiar la carrera de derecho. Cuando vio el título entre sus manos, cuando le llamaron de su primer despacho para comenzar una prometedora carrera de abogado, supo que lo había conseguido, que todo su esfuerzo había dado sus frutos y mirando al cielo, sonrió.

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  • Imagen de perfilEN AQUEL TIEMPO…

    Manuel de la Peña Garrido 

    Lo conocí asistiéndole de oficio. Ahora soy su abogado de cabecera. Anda siempre metido en líos. Hasta a mí me enredó eternamente.

    Arrestado por intrusismo, por sanar enfermos incurables sin ser médico. Denunciado por competencia desleal e infracción de normas de salud pública; no le perdonan haber donado y multiplicado suministros alimenticios para saciar el hambre de la multitud. Investigado por asociación ilícita, dado el crecimiento pandémico de sus seguidores.

    Me harté de interponer recursos para proteger su libertad. Y su vida. Pero esta vez... Los cargos son gravísimos. Y le tienen ganas. Me temo que el juicio será una farsa. Y el escrito de acusación pide reiteradamente la pena capital.

    Mi esperanza: que sea él el indultado. Pero el bandido Barrabás goza de mucha popularidad y quizás la Historia deba escribirse con ese final infeliz.

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  • Imagen de perfilVIDAS DESCOLOCADAS

    Amparo Martínez Alonso 

    Te echo de menos en cada mirada empañada de hambre; en cada soledad repleta de cuerpos frágiles, enfermos, inocentes. Te imagino a mi lado durante el exiguo recuento de suministros. Añoro tu sonrisa, tu apoyo. Durante la noche, el brillo de las estrellas me recuerda otro cielo: privilegiado, sobrante de recursos, en continuo crecimiento…, pero ciego e indolente.
    Aquí no necesito toga ni puñetas para imponer silencio. Aquí, el silencio enmudece bajo lamentos de tripas vacías; engulle abrazos, lágrimas, vidas; aleja respuestas y ayudas. Aquí, el silencio no respeta alegatos: ¡sentencia!
    Recuerdas nuestro grito universitario: “¡A la Ley pongo por testigo!”. Deseábamos proteger, defender la Igualdad, el Derecho, la Justicia. Ahora es mi mantra...
    Mayte, espero regresar antes de que nazca nuestro hijo. Mientras tanto, recuerda:
    ¡¡Os amo a los dos!!

    Elena releyó la carta por tercera vez, y volvió a hacerse la misma pregunta: ¿quién sería aquella Mayte?

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  • Imagen de perfilDe cruces y bifurcaciones

    Patricia Collazo González 

    Cuando te conocí estábamos en pleno crecimiento: tú te formabas para convertirte en un abogado de prestigio, como tu estirpe lo exigía. Yo, en cambio, tenía el sueño de proteger a los desvalidos, a la gente con hambre, quería ser el recurso gracias al que los desamparados obtendrían justicia. Así de diferentes eran nuestros objetivos.
    Hoy volvimos a cruzarnos. Tú como representante de la multinacional que mantiene cortado el suministro eléctrico de la Cañada desde hace meses. Yo, rodeado de miradas oscuras, de almas ateridas, intentando darles voz.
    Te invité a pasar la noche en una de las chabolas. Nada hay como vivir las cosas en primera persona, te aseguré por experiencia. Tú frunciste la nariz y deshiciste el camino de tierra que había dejado tus zapatos de gamuza a unos escasos metros de mis botas embarradas.
    Seguimos siendo tan distintos como entonces. Inexplicable que ambos estudiáramos la misma carrera.

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  • Imagen de perfilLAS HORAS QUE NO DUERMES

    Noelia Soledad da Silva 

    El cansancio te aplasta los huesos. Los hunde. Te hunde. Tus manos tiemblan sobre el teclado. Has convertido al café en tu único suministro de energía, y has diluido con él tu sangre. Pero no es suficiente. Todo tiembla. En el monitor, lo que has redactado se convierte en colisión de palabras. Necesitas dormir pero no lo harás. El cansancio te hunde pero la injusticia te llena de tajos. Te incendia. Te resucita. Porque aquí estás tú, con un traje siempre preparado, con tus sellos y tus carpetas, pero también está la persona que has prometido proteger. Está en las primeras líneas del recurso de apelación, y está en tu mente con su historia de crecimiento famélico, de hambre negado. Tomas aire, te restriegas los ojos y reanudas tu labor. Sabes que mientras las palabras alojen una ínfima posibilidad de convertirse en justicia, rendirse siempre significará renunciar también al alma.

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  • Imagen de perfilImprescindibles

    Gabriel Pérez Martínez 

    Érase una vez un país en constante crecimiento donde imperaba el sentido común y la convivencia: los dragones apagaban fuegos; los ogros cuidaban niños; las brujas eran hadas; los demonios, ángeles de la guarda, y los lobos, los mejores amigos de las abuelas.
    Pasó el tiempo y dejamos de proteger el medioambiente: llenamos de plástico los océanos y encerramos a las sirenas en piscifactorías; quemamos los bosques y duendes y elfos intentaron vivir en los jardines de nuestras casas, de donde los echábamos. Los recursos escasearon y cesó el suministro de alimentos. Conocimos el hambre, hasta entonces prohibido por ley. Se culpabilizó de todo a estos personajes, que fueron condenados al destierro o a muerte. Muchos podrían haber demostrado su inocencia, pero ya sabemos que en los cuentos no hay abogados.

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  • Imagen de perfilCompañeras de vida

    Laura Sotelo 

    Conocí a Caridad en primero de Derecho.
    Yo era un chica sin recursos, incapaz de anteponer el precio del hambre al del suministro eléctrico; así que la luz de las velas iluminó nuestros furtivos encuentros.
    Luego llegó Pasión. Con ella viví días de crecimiento personal, dejándome la piel por proteger a los mas débiles.
    Juntas fundamos la ONG que nos llevó a recorrer el mundo levantando escuelas en lugares donde la educación no es un derecho.
    Cuando ella me abandonó, apareció Consuelo, para convencerme de que era hora de descansar y dejar mi legado en buenas manos.
    Hizo que me sintiera orgullosa de haber ayudado a muchos niños a tener un futuro. Y me recordó que mis comienzos tampoco habían sido fáciles.
    Ahora vivo con Soledad, que me da la paz que necesito y me ayuda a poner en orden mis recuerdos.
    Es la definitiva, ha venido para quedarse.

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  • Imagen de perfilResistencia

    Miguel Ángel Arana Martínez 

    - Tengo hambre.
    Últimamente estoy oyendo esta frase más de lo que me gustaría. Es normal, con ocho años está en pleno crecimiento. Me cuesta explicarle que la nevera está vacía. Tampoco podría cocinar nada si lo tuviera, porque la compañía de electricidad nos cortó el suministro hace días. Sobrevivimos gracias a los bocadillos que nos prepara el alma buena que tenemos por vecina.
    Cuando el instinto de proteger a los tuyos choca con esta realidad, crees que te vas a volver loca. Te bloqueas. Y bloqueas la puerta del piso con el sofá, con la cómoda, con lo que sea, porque sabes que en cualquier momento se producirá el desalojo.
    Golpes en la puerta. Ya vienen. Pero la voz que oigo no es la de un policía. Es una voz amable: la de Marta, mi abogada de oficio.
    - Carmen, tengo buenas noticias. ¡Han estimado nuestro recurso!

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  • Imagen de perfilCódigo de barras

    Wibo Sefeld 

    Mi padre controlaba mi crecimiento mediante unas marcas de grafito sobre la pared de la casa. Cuando se cortaba por enésima vez el suministro eléctrico, acercaba la lámpara de aceite para señalar mi altura que durante las épocas de hambre y miseria, solo se elevaba poquito a poco. Comenzó como abogado del pueblo, oficio que ejercía con vocación genuina aunque mal remunerado. Sin duda su fuerte era la retórica, un recurso literario que aún hoy conserva. Gracias a ello ganaba muchos juicios, lo cual no pasó desapercibido en la gran ciudad. Empezó a tener cierta fama aunque nunca olvidó sus orígenes humildes. De hecho, años más tarde volvió al pueblo para defender y proteger a los más necesitados. En casa aún se conserva el código de barras en la pared y cada vez que mi padre lo ve, me explica con lujo de detalles los altibajos de su vida.

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  • Imagen de perfilJUSTICIA SOCIAL

    PILAR ALEJOS MARTINEZ 

    Se siente orgulloso de su crecimiento personal hasta lograr ser abogado, pero jamás olvida su pasado. Aquel invierno, cuando sus padres perdieron el trabajo, su casa se quedó congelada y la nevera tan vacía como sus bolsillos. Le resultaba imposible dormir. El hambre le gritaba desde su estómago. Con la inocencia que da la niñez, soñaba que, al despertar, desaparecería aquella pesadilla y la vida se vestiría de nuevo de esperanza tras la puerta. Se equivocaba. Todas las mañanas se le inundaban los ojos de decepción hasta que un día su deseo se hizo realidad.
    Por eso, en cuanto conoció la situación desesperada en que se encontraba aquel barrio marginal, supo que debía proteger a esas familias que llevaban meses viviendo en condiciones inhumanas.

    Ha presentado un recurso contra el corte del suministro eléctrico. Mientras se resuelve, presta allí sus servicios como voluntario. Sabe que la Justicia no hace milagros.

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  • Imagen de perfilGRAN LETRADO

    JUAN CARLOS MONTERDE GARCĺA 

    Por el ojo del ''Big Brother'', observo en la cámara que la epidemia ha arrasado casi todo el poblado. Sin suministro de agua o de luz, el hambre se ceba todos los días con sus habitantes, convertidos algunos en cuerpos inertes. El ciclón de la injusticia ha aniquilado las escasas posibilidades de crecimiento de aquel lugar remoto.

    Entonces, me armo de valor y provisto de poderes especiales, me enfundo la toga para proteger al sinfín de almas indefensas. Cara a cara con el Reino del Mal, expongo mis criterios jurídicos ante una sala suprema de sabios. Con el Código Penal del 95 en la mano, alego que el delito cometido está tipificado como genocidio en el art. 607.1. Espero entonces a que el tribunal falle a favor de mi causa, sin que la parte contraria tenga razones para interponer un recurso. ¡Gracias por su invento, Sr. Orwell !

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  • Imagen de perfilCURIOSIDAD INFANTIL

    ANA MARIA VIÑALS LORENTE 

    —Mami, ¿por qué cuando tengo hambre me suena la barriga?
    —Estás en pleno crecimiento y el estómago te pide comida, cariño.
    —Mami, ¿por qué hay gente que duerme en la calle?
    —Algunas personas pierden el trabajo y se quedan sin su casa al no poder pagarla. Tampoco tienen dinero para los suministros que son algo tan indispensable como el agua o la luz.
    —Los abogados, en las películas, consiguen proteger a los indefensos. ¿Tú no puedes hacerlo?
    —Eso intento, ratón. Paso muchas horas estudiando cada caso. Me empapo de libros y leyes pero, a veces, me quedo sin recursos para luchar ante los tribunales.
    —Mami, ¿y por qué Lucas tiene la piel oscura como ese compañero del despacho con el que siempre trabajas hasta tan tarde, si yo la tengo clara como tú y papá?
    —Las preguntas sobre tu hermano para otro día, mocoso. La cena se enfría.

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  • Imagen de perfilNi en sueños lo conseguiremos.

    Guillermo Portillo Guzmán 

    El crecimiento del suministro de alimentos a toda la población mundial dibujaba una curva ascendente hasta salirse de la gráfica.
    La ONG "Muerte al hambre", de la cual yo era su exitoso abogado, había conseguido proteger el recurso más preciado del planeta: la tierra.
    Sin ella a salvo, no se hubiese logrado y, tras muchos años de lucha en todos los tribunales, investigaciones basadas en la reciente biotecnología y búsqueda de la protección jurídica necesaria para las patentes de todos los vegetales comestibles para el ser humano, toda la producción vegetal alimentaria quedó bajo nuestra supervisión, cultivo, recolección, elaboración, distribución y reparto a nivel mundial, con lo que conseguimos el objetivo primordial de nuestra ONG: Dar definitivamente muerte al hambre en el mundo.

    -¡Mariano, despierta!..., que tienes que regar la tomatera y echarle un vistazo a los melones, antes de ir al abogado para que gestione la subvención del PAC.

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  • Imagen de perfilPobreza

    Miguel Ángel Moreno Cañizares 

    Detiene el vehículo a la entrada del asentamiento y durante unos segundos duda si seguir adelante. Por fin se decide y sale del coche. Es su trabajo. Se dirige al lugar con paso lento y un estado nervioso que intenta disimular. Sus zapatos se hunden en el barro. Según avanza, comprueba que el suministro eléctrico es inexistente —en el interior de algunas chabolas titilan las velas, el recurso para ver algo—y unos niños desnutridos juegan a dar patadas a un balón desinflado, a pesar de la hora tardía. Por desgracia, sucumbirán a la etapa de crecimiento. La pobreza está ahí, no necesita más luz. Hay hambre, hambre física y hambre de justicia. Y él se pregunta cuál es la manera de proteger a esta gente abandonada a su desgracia. Mientras emprende el camino de vuelta, recuerda las palabras de su mentor: “Muchacho, para eso sirve ser abogado”.

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  • Imagen de perfilProceso de selección

    Urko Madrazo Aguirre 

    “Multinacional jurídica en constante crecimiento requiere abogado con amplia experiencia”, rezaba el anuncio en la web. Me inscribí en la oferta más por necesidad que por ambición, ya no tenía el hambre de éxito que me acompañaba cuando empecé. Tras veinte años en un prestigioso bufete de abogados había sido despedido. Además, un traumático divorcio había hecho menguar en demasía mis recursos económicos. Se trataba tan solo de proteger la cadena de suministros en mi nuevo hogar y de poder pagar puntualmente la pensión de mi pequeño. Me llamaron para citarme personalmente. Cuando llegué, me hicieron pasar directamente a una luminosa sala con una gran mesa acristalada en el centro. Tomé asiento mientras esperaba. Estaba nervioso. Tras tantos años, había perdido el hábito de acudir a entrevistas de trabajo. De pronto, oí pasos. Miré hacia la puerta, por donde apareció una esbelta silueta. ”¿Cómo estás, Roberto?”, me saludó mi exmujer.

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  • Imagen de perfilINSPIRACIÓN

    Ana Isabel Velasco Ortiz 

    El agua estaba contaminada. El suministro a los hogares de la población había sido cortado tras la demanda colectiva que el abogado hizo suya. Un dilatado proceso lleno de intentos de soborno y amenazas de la poderosa multinacional.
    Había conseguido que la justicia resarciera a enfermos y familiares de fallecidos. En definitiva, proteger el futuro de las generaciones venideras. Con ello, experimentó ese crecimiento interior que le había mudado en mejor persona.
    Ahora, el protagonista dice que tiene hambre, deja atrás las cámaras y micrófonos que abarrotan la entrada del Palacio de Justicia y se dirige al puesto de perritos calientes. En la pantalla aparece Fin.
    La sala se ilumina. El abogado piensa que, por más que vea esta vieja película, siempre le conmueve. Es la inspiración necesaria. Mañana será la vista del último recurso interpuesto. No pierde la esperanza de lograr una sentencia favorable a las víctimas del vertido.

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  • Imagen de perfilEl día de la independencia

    Ernesto Vicente Salcedo Aparicio 

    Él entra en la sala sintiendo hambre, no solo de la primera victoria en un juicio que hace demasiado tiempo le es esquiva sino también de esa que está haciendo rugir a sus tripas debido a que no han recibido ningún suministro calórico decente desde hace días.
    Sabe que, cuando abandonó el bufete familiar en pos de un crecimiento personal basado en las hipnóticas palabras del fraude piramidal orquestado por el gurú motivacional de YouTube que ahora se sienta en el banquillo, tiró al retrete cualquier recurso de apelación que pudiera plantear a su exjefe a jornada completa y progenitor a tiempo parcial. Pero no le importa, antes prefiere ser un indigente que volver al redil.
    Dispuesto a proteger frente a viento y marea a los miles que han sido estafados se dirige orgulloso hacia su silla aguantando estoicamente la mirada cargada de soberbia del abogado defensor: su padre.

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  • Imagen de perfilCAUSA GENERAL

    JUAN ANTONIO CHAMORRO BARRIENTOS 

    Estoy mirando la fecha: mil novecientos cuarenta y cuatro, “los años del hambre”. Mi abuelo es el tercero por la izquierda, el más bajito entre sus compañeros de Facultad. Da la impresión de que su crecimiento se había detenido, como la vida del país, sin suministro alguno, atrapado en el tiempo.
    La carta que me entregaron hoy junto con la fotografía y que el tiempo de encargó de proteger, está escrita en un papel ajado, amarillento, a punto de romperse.
    En ella cuenta que ese año, recién licenciado, tuvo su primer caso: defender a un coronel de Ingenieros acusado de “auxilio a la rebelión”. Pero no sirvió la desesperada defensa ni el recurso posterior. Ese hombre fue ejecutado.
    Y, ahora, entiendo que su vida quedó marcada por aquel temprano fracaso.
    Antes de doblar el papel noto que me atrapan las últimas palabras:

    “… espero que sepa perdonarme, padre”.

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  • Imagen de perfilActo de graduación.

    Alejandra Rusell Giráldez 

    El decano de la facultad se aclaró la garganta antes de comenzar con uno de los temas más escabrosos.
    Hablar del planeta vecino Divoc ,siendo imparcial ,no era tarea fácil. Un crecimiento descontrolado de la población había provocado la escasez de recursos en aquel planeta y el hambre llamaba a las puertas de todos sus habitantes. Ni siquiera eran suficientes los suministros enviados desde otros planetas . Los gobernadores tomaron medidas que muchos tacharon de ilegales y amorales. Para proteger la vida, no "tuvieron" más remedio que hacer una criba, se excusaron. Sólo los más jóvenes y fuertes sobrevivieron.
    Gracias a la lucha férrea de los pocos abogados que quedaron , lograron condenar dichos crímenes contra la humanidad.
    Ahí entramos en juego nosotros, continúa el decano dirigiéndose a los allí presentes con ojos vidriosos y voz quebrada por la emoción. Siempre lucharemos por defender los derechos.
    Suerte a todos.

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  • Imagen de perfilEL ÚLTIMO RECURSO

    Isabel Forteza Castaño 

    Hoy cumple ochenta y siete años y mientras espera que repongan el suministro eléctrico, apoya la frente en el cristal y contempla, a través del redondel de vaho, la nieve acumulada, el cambio climático en el que empieza a creer. Y recuerda el hambre de la postguerra, y sus clases de piano en el conservatorio, y cuando se casó, y el primer juicio que ganó él, y cuando se turnaron para proteger a los mellizos, y cómo disfrutaron con su crecimiento, y cuando ya mayores se marcharon de casa, y que él lleva varios días tosiendo, y que hoy tiene más fiebre que ayer.
    De pronto, vuelve la luz y unos pasos interrumpen sus pensamientos. Sorprendida, se gira y lo mira con ternura. Ha desempolvado la toga con la que antaño subía al estrado.
    —¿Por qué te le has puesto?
    —Para interponer mi último recurso de apelación. ¿Bailamos un vals?

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  • Imagen de perfilLA TIERRA NO ES UNA HERENCIA DE NUESTROS PADRES, SINO UN PRÉSTAMO DE NUESTROS HIJOS.

    MANUEL MORENO BELLOSILLO 

    Sé que es difícil de comprender para alguien de 2021, pero la invención de la máquina del tiempo lo revolucionó todo, incluido el negocio legal. En el año 2091 la Tierra es un planeta devastado, sin recursos naturales y con miles de millones de personas sin suministro de agua potable y muriendo de hambre.
    Viajé al pasado y planteé en representación de todos los futuros damnificados una demanda contra las corporaciones causantes del calentamiento global por sus ansias incontroladas de crecimiento económico. No reclamaba indemnizaciones, sino la reducción drástica de las emisiones de CO2 para proteger a las generaciones venideras de la futura devastación.
    Gané en primera instancia, pero en el recurso plantearon una inquietante excepción de falta de legitimación activa sobrevenida, pues sin CO2 no habría calentamiento global y sin calentamiento global no habría devastación y sin devastación no habría damnificados. Malditas paradojas temporales.
    Visto para votación y fallo.

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  • Imagen de perfilHorizonte a medianoche

    Marta Trutxuelo García 

    23:50 p.m. Control de acceso, apertura de puertas y una melodía de tacones sincopados en crecimiento ascendente por la escalerilla de titanio. Un vuelco en el estómago me anuncia su inminente llegada. Ella. Esperanza. Tras ese mechón que juega al escondite con su mirada plateada. Y un as camuflado bajo un pliegue de su toga de aluminio: "Garantizado el suministro de alimentos a perpetuidad en lugar de destino...", "... prospera el recurso contra la Ley interestelar de asilo...", desvela la sentencia encriptada en el dispositivo interno de mi abogadandroide Esperanza. Ella me facilita los salvoconductos que nos van a proteger en nuestro viaje y nos despedimos. Abrazar a un ser metálico nunca me transmitió tanto calor y confianza.
    23:55 p.m. El navegador pone rumbo al horizonte rojo de nuestro nuevo hogar, allende las galaxias, en otro planeta, libre de hambre y guerra para nosotros, los últimos refugiados de la humanidad.

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  • Imagen de perfilDesigualdad tiene nombre de villana

    María Gil Sierra 

    Encendió un cigarrillo pese a mi negativa.

    —¿Y si quintuplico la oferta, qué dirías?

    Tragué saliva antes de contestar.

    —Lo mismo. Jamás seré su abogado.

    La había imaginado sin escrúpulos, tal y como era. Sin embargo, su descaro consiguió excitarme. Supongo que se llama tentación.

    —No solo se trata de dinero —dijo echando una bocanada de humo—. Puedo lograr un crecimiento exponencial del bufete. Siempre suministro las oportunidades a mi antojo. A cambio, me debes proteger.

    —¿De quién? —le pregunté—.

    —De vosotros. De la justicia. Os habéis empeñado en exterminarme. Como si yo fuera culpable del hambre en el mundo.

    —Y lo es. No distribuye los recursos equitativamente.

    —Bobadas. El pez grande se come al chico.

    —Pero mi compromiso implica acabar con usted. Objetivo 10 de Desarrollo Sostenible —le recordé—.

    Y acto seguido la invité a salir del despacho —no fuera a arrepentirme—.

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  • Imagen de perfilLECCIONES DE URBANIDAD PARA MELITÓN AMABLE

    David Villar Cembellín 

    Melitón Amable nació malhumorado, en su bloque aún se recuerdan sus legendarias llantinas cuando era bebé. Y no tenía sueño, ni cólicos, ni hambre, sencillamente Melitón era así. Atrabilario desde la cuna. Conforme a su crecimiento, su carácter no mejoró. Hacía pucheros si no le gustaba la sopa, montaba guerras campales si tocaba baño. Su mal genio consistía su recurso primero; todo le venía mal, por todo protestaba. Fue más tarde, ya en la escuela, cuando aprendería a expresar con vehemencia su disconformidad. Melitón conseguiría proteger su esencia y ser preciso en sus desaprobaciones. Tanto logró pulir su descontento que en la universidad se decantó por Derecho. Ahí supo ocluir su suministro de bilis y colegiarse abogado, sus tremendos berrinches recuerdos del pasado. Pero todavía un escalofrío de placer recorre su espalda cada vez que se dirige al estrado, hincha el alma de los pulmones y grita: «¡Protesto! ¡Protesto! ¡Protesto!».

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  • Imagen de perfilDos metros

    MANUEL MONEDERO GUTIERREZ 

    Espero mi turno en la comisaría como abogado de oficio de un infeliz encausado por hurto menor. Frente a mí, un senegalés muerto de hambre y con evidentes síntomas de lipotimia, espera también su turno desprovisto de recurso alguno, tras alcanzar la costa en una frágil patera.

    Observando al inmigrante, le intuyo lágrimas que resbalan por sus mejillas confundidas con su propio sudor. Hijo de un país sin esperanza de crecimiento y sin suministro básico alguno, sucumbo en asfixiantes reflexiones: dos metros distan entre la más cruel de las desdichas y mi privilegiada posición.

    Con dispar motivación empatizan mis escalofríos con los suyos cuando irrumpe en la estancia un policía reclamándole. Decido entonces proteger su defensa presentándome como su improvisado abogado.

    Tras asistirle en sus derechos, abandonamos juntos la sala, al tiempo que entrelaza mi mano con inusitada presión; quizás agradecido o tal vez anhelando desesperadamente intercambiar nuestras existencias.

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  • Imagen de perfilSEMILLAS

    ÁNGEL SAIZ MORA 

    Mi hija hablaba con admiración del nuevo profesor de Literatura, un hombre muy desaliñado, que aparte de transmitir conocimientos académicos, dedicaba veinte minutos de cada clase a comentar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Muchos de sus alumnos rechazaron dedicar largos años a convertirse en ingenieros o médicos, anhelaban darlo todo cuanto antes para corregir el mundo.
    Los padres me eligieron a mí, como abogada, para amenazarle con una denuncia, por llenar las jóvenes cabezas de hambre de sueños inalcanzables, que comprometían su porvenir laboral.
    Al conocerlo en persona, pese a su chaqueta raída, confirmé que la elocuencia es su recurso. Reconozco que ha ampliado mi crecimiento personal. A cambio, le asesoro en el suministro de vestuario, que falta le hacía. Alguien le tiene que proteger, además, de reclamaciones legales de padres airados. Soy feliz así, no menos que mi hija, ahora también suya, mientras limpia de plásticos el Mediterráneo.

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  • Imagen de perfil12.343

    Nicolás Montiel Puerta 

    Alma tuvo que ocuparse sola de su hijo. Vivían en esa zona de la ciudad que queda a la izquierda de cualquier autovía, y que al pasar solemos mirar de reojo. Sin suministro eléctrico, sin alcantarillado, sin asfaltado, sin otra cosa que necesidad. Por no delinquir, pasó hambre, teniendo la mendicidad como único recurso para proteger a su hijo de los nubarrones en perpetuo crecimiento que oscurecían ese mundo olvidado tan alejado del centro.
    Y en el centro, hace un mes, Manuel murió atropellado por un conductor borracho que fue puesto inmediatamente en libertad, ella cree que por ser hijo de quien es.
    Le prometo que haré todo cuanto pueda, y al despedirnos reparo en la pulsera negra que luce en su mano derecha.
    -¿Cuenta usted los pasos que anda cada día?
    La mujer suspira antes de responder:
    -Cuento los pasos que hay desde mi casa al cementerio: 12.343.

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  • Imagen de perfilReencuentro

    Mikel Aboitiz 

    Tuvo problemas de crecimiento, hambre por aprender y unos padres siempre entregados a sus recursos de abogados. Mientras, un inagotable suministro de niñeras velaba por él, tarea fácil, pues pasaba horas leyendo. El estirón de la adolescencia quedó apenas reducido a la altura de miras que le diera la prematura lectura de Maquiavelo y Montaigne. Tímido, canijo e hipocondríaco, ingresó en la Facultad de Derecho. Salió de ella hecho un Demóstenes. En las vista orales la toga se le quedaba pequeña, ganaba en músculo mental, solo le faltaba ponerse verde, como el superhéroe de cómic. Me contó su vida, orgulloso por haberse aupado a hombros de los gigantes de sus lecturas, pero confesó un vacío infantil que ni el más nutrido ejército de niñeras jamás logró borrar. Al despedirnos le estreché la mano notando la levedad del tiempo y el extraño remordimiento de quien no supo proteger como buena soldado.

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