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Ángel Montoro Valverde 

Yo movía la mesa cuando mi repelente hermano armaba castillos de naipes. También adorné con manchas de tinta su trabajo de perspectivas para el instituto. Otro día construyó un palacio con palillos, que acabó en ruinas de la patada que le di. Mamá, encolerizada, me reprendió por mi carácter destructivo y me hizo jurar que no lo haría nunca más. Él hizo arquitectura y yo derecho, como mi vecina, intentando empatizar con ella. Actualmente, Elena tiene dos hijos: mis sobrinos.
Mamá no paraba de elogiar el hotelazo, diseñado por mi hermano, que estaban construyendo. Lo busqué por internet y me topé con una mole de hormigón que atentaba contra el valor paisajístico del valle. Lo denuncié ante la Comisión de Urbanismo. Todos los recursos que interpuso se saldaron con resoluciones desestimatorias. Hoy demuelen la construcción.
Suena el teléfono.
—Caín Abogados…. ¿Eres tú, mamá? Te lo prometí… pero… es mi trabajo…

 

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