El pirómano enamorado

Ana Pilar Cortés · Madrid 

Son las 10 y continúo en el bufete, admirando desde mi atalaya tus largas piernas. Te imagino desnuda y sueño con enjabonarte con una esponja y envolver tu fragante cuerpo en mi albornoz mientras te beso con pasión. Tú tecleas con furia el gastado ordenador, ajena por completo a mis miradas anhelantes y mis pensamientos subidos de tono. Sin duda estas preparando un juicio, uno de esos difíciles que hacen salir el rubor a tus mejillas. Me pregunto cómo será el conjunto de lencería que llevas puesto. Seguramente nunca lo sabré. Es la tercera vez que vengo a reparar la ventanilla de tu despacho y nunca te has fijado en mí. Quizás si… ¿por qué no? Lentamente bajo de la escalera y con un rápido movimiento prendo fuego al mobiliario del despacho. Miro tu cara descompuesta e incrédula y te hablo por primera vez: he delinquido, necesito que me defiendas.

 

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