LA ASESORA
José María González OriaEn mi vivienda, ensimismado con la búsqueda, la mosca se posó en la pantalla. La espanté. Aunque no caí, cuando llegué donde estuvo ella, encontré solución de suelo urbano, en una sentencia material del STS, Nº 1137/2020.
Construir la acusación con más sentencias era pesado. La díptera volvió a posarse otra vez. La espanté con la mano. El puntero volátil desapareció una vez más. Cuando llegué al sitio, aunque no me percaté, obtuve nueva ayuda con otra sentencia. Me hice un café. Cuando me senté, allí estaba el díptero. Le asesté un golpe con una revista. Escapó. Donde estuvo el insecto, otra… – … mmm … ¡eureka!
Avancé pantalla; dejé que posara de nuevo. ¡Eureka! Gané el juicio. El primero.
Mi carrera duró hasta Filomena. El frío mató a mi asesora. Ser resiliente ayudó. Ya nada es igual. Gané todo hasta que murió. La justicia es alada, no ciega, pensé.
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Los insectos -cómo no- son seres literarios. El
protagonista de La Metamorfosis, de Kafka (como desconozco el lenguaje original, no me atrevo a escribir “cucaracha” ni “escarabajo”). Y, cómo no, las moscas: la fábula recreada por Antonio Machado; las de Sartre, las de Golding…
Faltaba la justiciera, la tuya.
Un buen homenaje.
Mucha, y buena, suerte; y perdona que no me explaye más, pero estoy convaleciente en el Hospital Isabel Zendal y mi nivel de resiliencia empieza a estar tocado a estas horas.