XIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
UNA OPORTUNIDAD
ÁNGEL SAIZ MORAUn profesional de la abogacía, especialista en Derecho Inmobiliario, sabe que hay casos que se pierden, pero conformarse no forma parte de mi naturaleza. Algunos me califican de resiliente y tenaz; para otros, soy cabezón y algo excéntrico. Que no pudiese impedir ese desahucio fue frustrante, pero más me dolía ver abandonada a aquella familia en un áspero entorno urbano. Decidí construir una pequeña cocina en una de las salas y habilitar otra para dormitorio. El bufete, de esta forma, pasó también a ser vivienda. Mis empleados al principio no lo aprobaban, pero pronto se acostumbraron, era imposible no querer al pequeño Yakin. Su sonrisa estaba hecha de algún material que transmitía vida. Bastantes años después, en plena pandemia, no puedo evitar emocionarme al ver las noticias. Aún no me han puesto la vacuna que desarrolló la empresa farmacéutica de Yakin, pero a mí ya me inocula orgullo.
+88
El más votado por la comunidad
AVE FÉNIX
PILAR ALEJOS MARTINEZClara recorre emocionada cada rincón de su casa mientras busca una solución al problema. Los recuerdos que atesora son su mayor riqueza. Si rebusca entre ellos, siempre encuentra un motivo por el que levantarse cada día. No podría sobrevivir fuera de su entorno urbano. Aunque vive sola, se siente muy arropada por el calor de sus vecinos. La tratan con cariño y se preocupan mucho por ella. Todo lo que necesita lo encuentra en su barrio. Pero ahora, después de tantos años, está recibiendo presiones para que abandone su vivienda. Entiende que su renta antigua es insignificante para su casero, comparada con lo que podría obtener si fuera un piso turístico, pero para ella es su mundo. En lugar de amedrentarse, resurge de sus cenizas. Su amplia experiencia como abogada, política y feminista, la hicieron resiliente. Desempolva la toga. Posee el material suficiente para construir su defensa y obtener justicia.
+117
Relatos seleccionados
Ignoro de qué material estaba hecha, pero sin duda haría sombra al más resiliente de los existentes en el mercado. Cuando llegué a la vivienda me sorprendió su actitud. Digna, entera, como si su cuerpo y su alma no hubieran sufrido abusos capaces de marcar a fuego a una persona. Entramos en materia y negó haber matado a su marido. No había cadáver, pero el fiscal consideraba la existencia de indicios más que suficientes para pedir la pena de veinte años de prisión, pese a las palizas que el presuntamente finado le propinaba a diario. Su maltrecha confianza en la humanidad no ayudó a construir puentes, pero si quería defenderla, tenía que lograr un acercamiento. Por ello, acepté visitar su huerto urbano, su única alegría, y allí, en presencia de lozanas hortalizas, acabó por confesar. Sí, abogada, lo maté y utilicé su cuerpo de abono. ¿Le apetecen unos tomates?
+2Era cliente habitual del despacho.
Resiliente hasta la desesperación, capaz de construir varias vidas con materiales de deshecho, Pequeño Juan tuteaba al desahucio a diario. En un entorno urbano asfixiante, una vivienda no le duraba más de una semana, cualquier trabajo menos.
La última vez que lo vi me esperaba en la escalera de los juzgados. Me pidió un pitillo y lumbre. Me dijo que no me preocupara, que todo se iba a solucionar. Se alejó sin despedirse.
Hoy leo la noticia en el periódico de que una Ong que ayuda a personas sin hogar va a contar con el asesoramiento de Pequeño Juan. De nuevo en marcha Pequeño Juan.
0 VotosAntes del juicio, la opinión pública había declarado a mi cliente culpable, y eso que a los ricos se les suele considerar inocentes. Cuando fui a verlo a la cárcel, le dejé claro que sólo defendía a acusados en los que creía. Lo encontré abatido: le achacaban ser el jefe de una organización criminal con cinco asesinatos a sus espaldas (los cuerpos de las víctimas estaban desaparecidos). En sus lágrimas intuí sinceridad y le pedí que se mostrara resiliente. El juicio fue rápido. Salió absuelto. Una semana después, vino a verme. Pretendía regalarme una de las viviendas que tenía en suelo urbano. Se trataba de un chalé con un jardín enorme, pero sin piscina, así que me entregaba, además, el material para poderla construir. No quise aceptar. Me rogó que lo hiciera alegando que si no, no podría dormir. Con la palada inicial de la excavadora, apareció el primer cuerpo.
+1Supe que el nuevo iba a dar problemas cuando colgó aquel gran cartel: Divorcios, 200 euros. No le hice caso: construir una sólida reputación me había costado 25 años. Sin embargo, al cabo de un mes, añadió más tarifas: Herencias, 300; Desahucio de segunda vivienda, 200; Rentas, 25. Poco a poco, empezó a notarse el bajón. Tuve que contraatacar. Comencé a cobrar los divorcios a 150 euros y las herencias a 250. Él bajó la tarifa de divorcios a 100 y empezó a hacer gratis las declaraciones de la renta y las transmisiones de un bien urbano. No podría conmigo; soy alguien muy resiliente. Cobré los divorcios a 50 euros. Divorcios gratis, prometió él. Je, je. ¿Imaginaba que podría conmigo? Estoy hecho de un material duro. Comencé a pagar 100 euros a todos los divorciados.
+3-¡Papá!, ¡Ha venido el cartero! – Su enorme sonrisa, impasible ante adversidades mundanas, es como el fuego que calienta la vida.
El hombre, que acababa de llegar con ese alivio, efímero en su caso, de cuando tocas salvo jugando a polis y cacos, coge la carta rezando en silencio.
Una lágrima brota pensando en su casa; inmueble urbano de una planta, dos habitaciones, un baño, salón-comedor-cocina. Superficie total: 52 m2. Eso ponía en los planos cuando la logró construir con mucha ilusión y material lowcost.
El teléfono suena mientras sigue abstraído en el embargo de su vivienda. Su hija, abrazada a su cintura, le guiña un ojo, diciendo sin palabras: “hay que ser resiliente. Confío en ti, papá!”.
Vuelta al ruedo.-¿Diga?
-Buenos días señor Montero, le han asignado un caso con detenido en Manacor por el turno de oficio, debe acudir lo antes posible, el detenido…+2Llevaba años fraguando mi plan. Había llegado el momento de entrar en acción. Únicamente necesitaba una vivienda en la que hospedarme. No era fácil menester pero, finalmente, había encontrado una de un material inmejorable. No necesitaba solicitar permiso para construir en suelo urbano. No tenía contactos, pero había llegado a este mundo de forma ilegal y así pensaba continuar el resto de mi existencia. Soy lo que hoy llamáis okupa, pero yo no ocupo inmuebles. Mi vivienda son vuestros cuerpos, humanos imperfectos. Soy el que consiguió confinaros, separaros de vuestras familias y amigos, el que pensó que acabaría con todos vosotros. Una lástima haberos subestimado. Nunca pensé que el ser humano sería tan resiliente y me conseguiría ganar la batalla. Ahora entiendo las últimas palabras del Juez de lo Penal nº 13 antes de llevármelo conmigo: “Se dicta Sentencia in voce: condenado a desaparecer”. Me voy. Ya me voy…
+7—¿Qué el caso no le parece para tanto? ¿Sabe el lío en que se ha metido?
—¡Construir sin permiso alguno en un terreno que ni siquiera es urbano!
—¡Con un material no homologado bajo ningún tipo de especificación técnica!
—¡Contraviniendo la ley de costas!
—¡Para un uso distinto al de primera vivienda!
—¡Sin pliego de obras! ¡Sin cédula de habitabilidad!
—Por no hablar del impacto visual…
…
—¿Ahora? ¿Que qué hacer? Ser resiliente. Asumir las consecuencias de sus actos y colaborar con las autoridades.
—No niegue, cuando le interroguen, ninguna de las barbaridades que ha cometido.
—Y derribe inmediatamente la edificación antes de que lo hagan otros, dejando el terreno tal como lo encontró.
Y así, Luisito, todo llanto, siguiendo el consejo de sus abogados, echó abajo con su pala nueva el prometedor castillo de arena que había empezado a levantar, devolviendo al mar las brillantes conchas que lo adornaban.+7No he conocido a nadie más resiliente que tú, con excepción de Lucía. Siempre ponías el cuerpo para evitar un desahucio. Defendías un derecho constitucional aunque no supieras de leyes. Pan y techo, niña, pan y techo. Fuiste mi faro para elegir profesión y ponerla al servicio de los desposeídos por la avaricia. Pero hoy me siento derrotada. Construir una vivienda con material urbano: trozos de madera, bancos rotos, donde guarecerse de la lluvia y los amaneceres de hielo en esta ciudad deshumanizada, fue la prioridad de Lucía. Cualquier cosa le valía. Todo provisional hasta que yo consiguiera ganar el juicio contra el fondo buitre que la dejó en la calle con sus hijos. Anoche unos desalmados prendieron fuego a la chabola que ardió, con ellos dentro. Atrancaron la puerta por fuera. Una tea siniestra iluminando un cielo negro como hollín. Ahora los tienes de vecinos. Cuídalos bien, abuela.
+9La casa
Alexander Antonio Reyes Dales · zulia, Venezuela- Su señoría, como abogado del señor González Peña debo señalar que este hombre es un verdadero resiliente. Después de la pérdida de su hogar ha logrado construir una vivienda pequeña pero digna, en un sector urbano, con material reciclado y con sus propias manos. Por lo tanto es injusto que pretendáis demoler la casa de este pobre hombre.
-Si, letrado. El señor González Peña tiene derecho a una vivienda digna. El problema es que la construyó dentro de este juzgado.
+16En mi vivienda, ensimismado con la búsqueda, la mosca se posó en la pantalla. La espanté. Aunque no caí, cuando llegué donde estuvo ella, encontré solución de suelo urbano, en una sentencia material del STS, Nº 1137/2020.
Construir la acusación con más sentencias era pesado. La díptera volvió a posarse otra vez. La espanté con la mano. El puntero volátil desapareció una vez más. Cuando llegué al sitio, aunque no me percaté, obtuve nueva ayuda con otra sentencia. Me hice un café. Cuando me senté, allí estaba el díptero. Le asesté un golpe con una revista. Escapó. Donde estuvo el insecto, otra… - … mmm ... ¡eureka!
Avancé pantalla; dejé que posara de nuevo. ¡Eureka! Gané el juicio. El primero.
Mi carrera duró hasta Filomena. El frío mató a mi asesora. Ser resiliente ayudó. Ya nada es igual. Gané todo hasta que murió. La justicia es alada, no ciega, pensé.+4Conozco la vivienda demasiado bien como para olvidarla. Dos chicos que acaban de bajar del autobús urbano miran hacia aquí, pero a mí me da igual porque soy una experta pasando desapercibida.
Cruzo el portal y subo las escaleras. Supero el último obstáculo y entro en el domicilio. Hoy también se ha vuelto a dejar la luz del salón encendida. Sobre su vientre, descasan los papeles que le están sirviendo para construir la estrategia de defensa de su cliente. Para él, no es una cuestión material, sino de principios. Su actitud resiliente le impide tirar la toalla. Intento acercarme a él, pero no lo consigo. Advierto que mueve los brazos y empieza a abrir los ojos. Entonces mis extremidades comienzan a desvanecerse. Primero, los pies. Después, los brazos. También, el tronco. Lo miro por última vez a modo de despedida mientras anhelo la llegada del próximo sueño.
+2El mejor testigo
Luis Ocaña Escolar · SevillaComenzó la vista. La tensión se disparó. Nervios a flor de piel, como en cada juicio.
Esta vez, además, había dedicado semanas a preparar instructas, revisar material probatorio y adelantar las conclusiones.
No siempre se enfrentaba uno a un asunto contencioso tan interesante y complejo. Defendía la no edificabilidad del litoral. Sus clientes, los ecologistas, querían una costa sin desarrollo urbano: ni viviendas ni locales. "Ladrillo cero" era su lema. Y solo terminaría siendo resiliente o perdedor. Así se lo plantearon. No era una mera cuestión de orgullo ni de prurito profesional. Iba más allá.
Para ello contaba con el mejor testigo, el único capaz de construir un relato creíble para apoyar su trabajo de defensa. Con su testimonio, el encargo saldría adelante. Era el más convincente y sus palabras resultaban siempre verosímiles.
Accedió a la sala:
- ¿Jura o promete decir la verdad?
- Las dos cosas, señoría.+2Era nuevo en Madrid. Mis allegados me habían avisado sobre la carestía de la vivienda, sin tiempo material para la conciliación, de mi falta experiencia en territorio urbano, de la imposibilidad de construir un proyecto de vida en esta monstruosa ciudad... pero ¿qué quieres que te diga? yo me siento feliz aquí, he llegado a ser resiliente, las adversidades me han curtido contra los reveses de la vida. Llegué pisando fuerte con la única perspectiva de formar parte del bufete de abogados más rutilante de la ciudad y tan solo un puñado de consejos sinceros de mi familia y mírame ahora, tampoco se está tan mal atrapado para siempre en el vórtice espaciotemporal que existe entre las líneas 4 y 6 del metro. Porque de lo que no me advirtieron es de que jamás, bajo ningún concepto, tomara el transbordo de Diego de León.
+2Esta mañana ha sonado el timbre que instaló mi padre para mi despacho cuando habilité el bufete en la parte trasera de la vivienda. “La única bioclimática de todo Chamartín”, decía. (Siempre alardeaba de haberla podido construir solo con material reciclado). “A la fuerza ahorcan” replicaba mi madre, señalando la chatarrería familiar del patio delantero. Y se reían.
Ese tintineo tan especial (un carrillón de viento hecho con vidrios de colores) me los ha devuelto a la memoria. Sonrientes. De cuando podíamos disfrutar de la felicidad de alguien solo con verle la cara, sin intromisión de mascarillas.
El cartero ha dudado al entregarme la citación. “Soy la única residente –resiliente, he estado a punto de decir–. Y su abogada”.
Mis padres eran fuertes, inquebrantables. Fueron la china en el zapato para el nuevo plan urbano de Madrid. Ahora me toca serlo también a mí.
Una leve brisa acaricia los cristales.
+5Llámame retorcido, pero siempre me ha gustado defender a clientes en los que no creo. Si te soy sincero, me muevo como pez en el agua entre los crápulas. Mi especialidad son los concejales de urbanismo sin partido político fijo, particularmente esos que compran una parcela en el campo, la recalifican como terreno urbano y la venden por diez veces su precio inicial ¿No es una maravilla? Si además logran construir una vivienda con material defectuoso para ahorrarse costes, ya tienen mi admiración para toda la vida. Son tipos resilientes, de esos que siempre salen a flote de las cloacas y a quienes la palabra “escrúpulo” les suena a vocablo ruso. Los reconocerás porque siempre invitan a la segunda ronda, aunque luego no la paguen, y sudan como jabalís cuando se tiran un farol en el póquer. Y porque suelen dejar los sobres más generosos por los servicios prestados.
+14Mis clientes llevaban un tiempo inquietos por la idea de que el ruinoso muro de la finca colindante se derrumbara sobre su vivienda. Tras diversas apariciones en el consistorio, lograron que los técnicos municipales acudieran al casco urbano a ver su domicilio.
Certificaron que el material estaba muy deteriorado y el riesgo de colapso era inminente: en su informe aconsejaron apuntalarlo o construir uno nuevo en un plazo no superior a 48 horas. Pero la burocracia es enemiga de la diligencia y aquello no llegó a suceder. El muro se derrumbó de madrugada sobre su dormitorio.
«Pudo tener consecuencias trágicas que felizmente no se produjeron debido a la naturaleza de los demandantes», decía la sentencia. ¡Qué injusticia!, ¡qué atropello! Tienen derecho a una compensación. A pesar de su espíritu resiliente, los hechos les causaron un susto de muerte. Es decir, si no llevaran muertos desde hace cien años.+14El día que bajo el objetivo del microscopio aparecieron abogados pensé que era un mal síntoma. Se replicaban a la misma velocidad que ese virus que había puesto en jaque al planeta. Dudé si comunicar el hallazgo a mi director de tesis doctoral. ¿No sabe usted que para ser científico debe poseer un carácter resiliente? ¿Sobreponerse a la adversidad y ver el lado positivo? Mi mujer me había dejado sobre la mesa los papeles del divorcio. Se quedaba con la vivienda en suelo urbano y me dejaba una parcela rústica sin edificar. Para ella era lo justo. Alegó que por el material con el que yo trabajaba era imposible construir un futuro juntos. Obvié presentar alegaciones. ¿Para qué? Yo solo poseía teorías pendientes de validar. Ella Leyes que no me impedían investigar al bicho. Conocerlo bien fue la clave para que el juicio se decantara a mi favor.
+9Aquel extenso terreno había sido catalogado como urbano. Si vendía las tierras de su familia, sería millonario. Allí solo estaba la ruinosa vivienda de su abuela, sin apenas valor material. Pese a ello, rechazó la opulenta oferta. Eran sus raíces, su infancia, y no quería perder el último lazo con su familia.
Salió al porche y miró a los campos donde la multinacional pretendía construir una urbanización de lujo y un campo de golf. ¡Golf, en aquel secarral! Una completa aberración ecológica.
Los demás cedieron a las presiones, pero él era resiliente, tenía un plan, pensó mirando las jaulas.
Contactó con su abogado. La documentación era correcta. La demanda estaba en curso. En cuanto el juzgado iniciase las instrucciones, las liberaría. Cuando los técnicos medioambientales detectasen aquella incipiente población de aves en peligro de extinción, ni la corrupción del ayuntamiento podría impedir que aquel paraje se convirtiese en zona protegida.+9RECICLAJE
Alejandro Perez Iglesias · OurenseLos obreros habían acabado los últimos remates. Recorrió una vez más la vivienda revisando los detalles. Las suyas eran las más apreciadas, tanto en entornos urbanos como rurales. Llevaba muchos años dedicándose a construir. Primero con malas calidades, abaratando los costes. Ahora llegando a gente que estaba dispuesta a pagar de más por esa “nueva moda”: casas de diseño, sostenibles, inteligentes, pasivas, ecológicas, materiales modernos, resilientes.
Mucho trabajo e ingenio para engordar su patrimonio. Cierto que alguna vez había tenido que saltarse normas. Nada grave. Pero no iba a dejar ahora que un abogaducho acabara con todo. Antes de irse miró otra vez la vivienda rematada. Tenía ese plus para sacar un buen beneficio. Aunque esta vez no podría decirle al comprador todas las bondades de su casa, pese a que un cadáver en la cimentación podría considera reciclaje y reducción de la huella de carbono de la construcción.
+8Estaba hecha de material resiliente. Era de esa época en que para construir una vivienda se utilizaba lo mejor, con la intención de que durara para siempre. Lo mismo pasaba con las personas. Los niños sobrevivíamos a los peligros del entorno urbano: jugábamos en la calle sin ser atropellados ni secuestrados, bebíamos a morro de las fuentes, desconocíamos los cinturones de seguridad y montábamos toboganes de vértigo.
La conocí entonces, cuando ella era una niña y yo empezaba a estudiar derecho. Los años nos igualaron en altura y en sueños. Los recorrimos juntos. Nos apoyamos mutuamente y fuimos capaces de criar tres niños (un abogado como yo, dos médicas como ella) cuando aún no se hablaba de conciliación familiar.
Hoy ha muerto vencida en su propio terreno. Un virus ha podido con su resiliencia. Pero a ella, como a las viviendas de entonces, nada conseguirá derrumbarla dentro de nuestros corazones.+20Me quito las gafas lentamente y levanto la mirada de los papeles. Ahí está aquel hombre, sentado al otro lado de la mesa, expectante. Se dedica a construir viviendas, o mejor dicho, se dedicaba, pues su jefe lo despidió de malos modos hace unas semanas tras herirse accidentalmente mientras cargaba unos materiales. ¿Cómo lo ve?, me pregunta en tono neutro. Miro por el amplio ventanal de mi despacho antes de contestar; el centro urbano bulle de actividad a esta hora de la mañana. No quiero defraudarlo, parece un buen hombre, resiliente, que ha tenido que adaptarse a las dificultades de la vida, pero el derecho laboral no es mi especialidad. Le sugiero que demande a la empresa y le recomiendo a una compañera. Protesta. Me quiere a mí. Soy abogado penalista, me excuso. Lo sé, dice, y añade: ¿y si le dijese que ayer apuñalé al hombre que me despidió?
+24Entro en mi nueva vivienda, la cual se terminó de construir el mes pasado. Los promotores han empleado material reciclado, y han aprovechado todos los recursos disponibles en el entorno para reducir el consumo energético y minimizar el impacto ambiental. Además, más barata no la voy a encontrar.
Por si fuera poco, disponemos de un gimnasio exclusivo para los residentes, una biblioteca particular, y lo más importante de todo, un sistema de seguridad impecable, con vigilancia continua y personalizada las veinticuatro horas del día.
Se encuentra lejos del casco urbano, pero no me preocupa demasiado ya que no pienso salir mucho.
Mi abogado me dice que sea resiliente, que cuanto antes me adapte a la nueva situación, mejor. Intento hacerle caso, y creo que unas bonitas cortinas de colores me ayudarían mucho, porque la verdad es que los barrotes de la ventana deslucen un poco.
+7Urbano insiste en que él es un empresario comprometido con el Medio Ambiente, que estudió con precisión todas las variables —grado de humedad, inclinación del terreno, fuerza del aire, índice de erosión, nivel de salinidad— antes de construir los bloques de apartamentos, y se preocupó además de elegir un material resiliente que se integrara a la perfección con el entorno. Después de tan arduo esfuerzo, Señoría, no es justo que llegue ella, se meta en una vivienda y la llene de peces, algas y corales como si tal cosa.
La acusada se defiende con voz trémula. Que ella pasaba por allí, dice, que la puerta estaba abierta, entró sin darse cuenta y ya no supo salir. Las lágrimas no la dejan continuar. La jueza la mira atónita. Nunca antes había visto semejante rostro. El jurado no da crédito. Es la primera vez que se sienta en el estrado una sirena.+57Nacido en una casa con suelo de barro, cuando tuvo uso de razón se juró que algún día sería propietario de mansiones. Siendo muy joven abandonó el pueblo para cumplir su sueño; pasar de lo rural a lo urbano no le supuso mayor problema, una infancia de frío y hambre hizo de él un tipo resiliente. Sin apenas preparación, pero con un enorme olfato para los negocios, durante el boom inmobiliario, ganó dinero a espuerta. Su ambición no tenía límites, hubiese edificado, incluso, sobre las aguas del mar.
En tantas ocasiones actuó al margen de la ley que, ahora, no sabe muy bien si tiene más casas que causas, o viceversa. A sus abogados los tiene locos, les ha dicho que estudien la legislación que regirá en Marte. Utilizando el material idóneo para mitigar las inclemencias del clima, quiere construir allí una vivienda para pasar su jubilación en ese planeta.+13¡Mi perro controla de leyes! Cuando hablo de colgar la toga para dedicarme a la construcción, aúlla como un lobo y comienza a girar sobre el material de trabajo que tengo amontonado sobre la mesa.
Babea considerablemente cuando viene a casa el secretario de adjudicaciones públicas para tratar nuestro próximo proyecto: Construir una torre de viviendas – ¡shhh! en suelo urbano protegido- que será muy, muy rentable. Después, pasea su lengua inquieta por mi cara interminables veces y es que es muy resiliente, tiene una inefable capacidad para anteponerse a las adversidades y me avisa a lametazos: Sólo uno: la cosa no será grave, dos: reviste riesgo, más: ¡atención peligro!
Ayer lo vi manipulando mi ordenador y hoy, revisando el correo, he recibido un email ¿de mí mismo? en el que me insto a revisar en detalle el artículo 319, punto 4.1 del código penal, sobre construcciones ilegales.+12Compré el solar con el deseo de construirme a capricho una vivienda para la jubilación. Los tres primeros años, sin prisa, recabé todo el material. Seguidamente hice un curso avanzado de Autocad para hacer los planos a nivel detalle máximo. El trienio siguiente lo dediqué a un casting de albañiles y artesanos. Pero he aquí que tanto tiempo me entretuve en el empeño que la Administración se sacó de la manga la recalificación inversa: mi suelo pasaría de urbano a urbanizable y luego a rústico. No hubo abogado –ni siquiera uno llamado Don Urbano- capaz de deshacer aquel desmán en nombre del cambio climático, pese a litigar hasta Estrasburgo. Nuevos tiempos, nuevos paradigmas, decían. ¿No se podían tener hipotecas en negativo y pagar por depositar millones en los bancos?. El mundo seguía girando pero jurídicamente se había vuelto del revés. Resiliente, planté un huerto y morí viendo crecer la hierba.
+10Cada noche, a su regreso del bufete, el susurro de su hijo al otro lado del pasillo reclamaba lo que en justicia le correspondía. No podía negarse y, sin quitarse la corbata, se sentaba en la cama del pequeño para construir una historia con sus vivencias de la jornada. Hoy trataba de tres cerditos que edificaron sus casas cumpliendo la normativa del ordenamiento urbano. Un lobo especulador les acosaba para que las cedieran a cualquier precio a la sociedad que representaba, controlada por un malvado fondo de inversión. Dos de ellos cedieron a la presión del astuto comisionista, pero el tercero, el más resiliente, se mantuvo firme acogiendo a sus hermanos en su vivienda.
Entonces, sin ideas para el desenlace, comprobó aliviado que el niño se había dormido. Él, ahora, ya podría conciliar el sueño; ilusionado por encontrar al día siguiente el material para ese final feliz que tanto necesitaba.+30Llegaba al edificio donde se efectuaría el desahucio, y ya desde la esquina se escuchaban los gritos.
¡Vivienda digna para todos ya!
¡Luchamos por nuestros derechos!
Un poco asustado en mi primer caso a pie de calle, me encontré con un paisaje urbano con el que jamás hubiera coincidido en la facultad ni sus aledaños.
Hay que construir a la persona y a su profesión pasito a paso, pensé. Saber adaptarse y ser resiliente son la clave.
La genética indicaba que el material que me formaba era de buena pasta. Tatarabuelos y abuelos de renombre en la judicatura, mis padres codirigiendo su propio bufete de éxito…
Y yo. El joven abogado ansioso de cambiar el mundo y quizá pegarle un mordisco de éxito legal.Pero aquella realidad no casaba con lo heredado y aprendido.
Avancé, cerré los ojos y escuché mi voz uniéndose a los que clamaban por sus derechos.
+7No puedo pararme a pensar por qué no hay justicia divina. Ahora tengo que ser resiliente y aceptar la sentencia. El juez ha sido claro. Para ti el presente. Para mí las fotos del pasado. Tú te quedas con la vivienda de la playa, yo con los besos que me diste en ella. Yo con los niños, tú con el perro y el material de pesca. La libertad contigo, el dinero a medias. Firmamos.
La soledad me acompaña calle abajo, mientras pienso lo injusta que es la vida que me hace perder todas mis guerras.
Tú te alejas calle arriba de la mano de esa belleza de mujer, con todo lo necesario para construir un futuro nuevo con ella.
Lástima que al entrar en el casco urbano ninguno de los dos veáis venir la camioneta.+11Iba a construir un futuro para mí, un lugar donde disfrutar con la familia de una bonita vivienda, rodeada de palmeras y helechos, donde descansar y pasear en bicicleta con mis hijos los domingos. Pero aquel accidente me lo quitó todo. Un coche, velocidad, el atropello de mis niños. Vendí ese oasis urbano para contratar al mejor abogado que enviara al asesino a la cárcel. Cuando lo consiguió no quiso cobrarme. Pregunté el motivo.
-Pronto se abrirá el calabozo para el conductor, pero la condena que usted sufre es cadena perpetua- contestó, con un café y mil cigarros.
Luego caminamos hasta un paso de peatones donde esperó, hasta que cruzó un hombre a quien siguió con mirada gélida.
-Él atropelló aquí a mi mujer hace años y ahí lo tiene...- sonrió con tristeza-. Si no consigo ser resiliente, ¿de qué material estaría hecho yo cobrando a un compañero de celda?+5Suspiré pensando que mi amigo Urbano, el arquitecto técnico, tenía razón: no existía un material más resiliente que la estupidez humana.
-Pero -comenzó mi torturador por enésima vez-, si soy el dueño del edificio y no está declarado en ruinas, ¿por qué no puedo usarlo de vivienda?
Ya no sabía cómo volver a exponerle todas las normas en contra, las cuales tampoco le permitían construir un pequeño adosado habitable, ni efectuar reformas con vistas a un uso distinto del reconocido por la ley.
Finalmente se marchó indignado. Por un momento, sentí el impulso de abandonar el turno de oficio, aunque era muy improbable que volviera a tropezar con un demandante de justicia gratuita buscando residir en el panteón familiar. Claro que, si la situación económica seguía empeorando, tal vez regresara para expulsar del mismo a unos ocupas.+4Le pregunté a mi abogado si el propietario de una vivienda podía desalojar por la fuerza a un okupa.
- ¡Ni se le ocurra!, contesto tajante. Usted no sabe de qué material está hecha esa gentuza. Conocen la ley al dedillo, y algunos incluso pertenecen a bandas organizadas. Pueden ser muy peligrosos.
Vamos a construir una sociedad de maleantes si permitimos este vandalismo, pero debemos actuar conforme a derecho; así que sea resiliente , aléjese del estrés urbano y no haga tonterías.
El proceso será largo, tenga paciencia.Quise interrumpirle para hablarle de mis problemas económicos, las deudas, el embargo... Pero decidí callarme y regresar a mi nueva casa, donde al amparo de la ley, podré permanecer por tiempo indefinido.
+9Dando cera
C. Otero · PontevedraEché a correr por las galerías de nuestra inmensa vivienda comunal. Unos obreros descargaban lentamente el material para construir un nuevo habitáculo, que debía haber sido finalizado hace más de un mes. «Panda de zánganos», pensé, y me largué zumbando a través de la pasarela que conectaba con el departamento de defensa.
—¿A qué viene tanto alboroto? —exigió saber uno de los oficiales.
—¡Se acerca un oso, el ataque es inminente! —expliqué mientras señalaba por un ventanal.
—No puede ser, ¡con lo que nos ha costado asentarnos en suelo urbano! —se mostró resiliente y retomó la calma—. Envíen 5 pelotones y preparen otro 5 —y se desplegó inmediatamente un ataque.
Por fortuna, se trataba de un oso hormiguero, que huyó despavorido ante la ofensiva del primer batallón. Semanas después supimos que había presentado una denuncia por daños y perjuicios. Ahora somos la primera colmena con una abeja abogada.+5Nadie sabe cómo llegó hasta aquí, pero el consejo decidió acoger al abogado. Los sabios le ayudaron a construir su vivienda, le dieron un caballo y semillas. También le enseñaron a ser resiliente, a buscar material en nuestras tierras y a hacer tejados de paja. Él, tan urbano, aseguraba que su barco naufragó, y que por eso él en nuestras costas inhóspitas. En algún momento recelamos, sí. Sobre todo cuando se desmayó al ver nuestros dragones. Pero comprendimos que eso no formaba parte de su mundo. Y de ahí su extrañeza. Nos aclaró partes oscuras de nuestras normas ancestrales. Le dimos el conocimiento para que su mundo fuese mejor. Y lloramos su marcha. Él era, en el fondo, de ese otro lugar. Y no pudimos resistirnos a regalarle un huevo de dragón. Lo escondimos en su nueva canoa. Y es que somos un pueblo altruista: la sorpresa es nuestro motor.
+12Fue estupendo descubrir que había vida en Marte. Hombrecillos verdes resilientes a las adversas condiciones del Planeta y que habitaban rupestres viviendas debajo de su superficie. Eran gentes ingenuas, de creencias primitivas, ajenos a la propiedad material y al desarrollo urbano propios de nuestra civilización. Enseguida desde la Tierra enviamos ingenieros para construir infraestructuras y después colonos, evangelizadores, solados... y, por supuesto, un ejército de juristas. Los marcianos no conocen la propiedad privada ni las leyes y fueron necesarios legisladores que los legislaran, jueces que los juzgarán y abogados que los defendieran de ellos mismos. Era nuestra penosa carga inculcarles nuestras creencias y civilizarles. Hubo también abogados idealistas que se erigieron en paladines de sus derechos, pero llegaron tarde porque también les transmitimos nuestras enfermedades y resultaron ser más permeables a los virus que a la civilización: murieron casi todos. Fue estupendo descubrir que había vida en Marte.
+12Yo era un abogado resiliente, no en vano me ha había recuperado de numerosos “baches jurídicos”, por decirlo de alguna manera, pero, ¿saldría indemne de esta nueva contienda? Nada más y nada menos que intentar defender a un concejal de urbanismo de sus numerosos contenciosos administrativos. Lo tuve claro al conocer cuál había sido la guerra que él había empezado y cómo había provocado la ira de las grandes empresas constructoras. Según proclamaba, había que construir vivienda, ciudad y servicios públicos de otra forma, de manera sostenible, no depredando el entorno e hipotecando el futuro. Era una persona hecha de un material noble y solidario, sorprendente entre los de su profesión, tan denostada. Necesitaba mi ayuda para afrontar los cientos de recursos que le llovían por tener la osadía, la herejía, de proponer recalificar grandes zonas de suelo urbano, lleno de cemento y farolas tuertas, de nuevo, a suelo rústico.
+13La bomba estalló en la calle General Urbano, en el bufete de los Hermanos Enríquez. No hubo víctimas mortales. Al construir la vivienda se recurrió a materiales resilientes, capaces de enfrentar artefactos detonados por Paquita Valsinvales, clienta de siempre de los Enríquez, abogados matrimonialistas. No se trató de un atentado, sino de un anuncio: deseaba divorciarse de su tercer marido. Las agujas de los tacones de Paquita acribillaban la moqueta del despacho, en su imparable trajín, mientras desgranaba a gritos innumerables afrentas conyugales, sin parar de sonarse en pañuelos de papel. Los abogados realizaron un buen trabajo, el becario también (llenó la papelera) y todo marchó a pedir de boca con pingües beneficios. Dos navidades después la prensa rosa anunció el inminente enlace nupcial de la Valsinvales. Los Enríquez, expertos en matrimonios y explosivos, se felicitaron entre miradas cómplices, no en vano, sabían más que nadie de bombas de relojería.
+13Jesús Prados era mi abogado de cabecera. Un tipo excéntrico y demasiado urbano para su apellido silvestre; algo peculiar en su forma de vestir y, por encima de todo, brillante en su oficio. Me ayudó a construir mi defensa en varias ocasiones, que no fueron pocas, porque la vida me ha metido en líos muy gordos. Así que, soy pobre como una rata pero fuerte como una leona, porque es la que alimenta a toda la manada. Y casi nunca he poseído nada propio, hasta que heredé la mansión. Sin embargo, la felicidad material me duró muy poco porque cedí la vivienda al abogado como moneda de cambio para pagar sus honorarios. Al hombre que siempre iba con bermudas y un calcetín de cada color le pareció un trato demasiado divertido para ser verdad.
- Me las apañaré -le dije-. Soy resiliente. Pero confío en ti.+17- Desahucio por impago de renta de vivienda urbana. No comparece la parte demandada. Tiene la palabra la actora.
- Con la venia. Veo que te pone el rollo forense...
- ¿Perdón?
-Vamos, que te gustan los relatos de juezas y abogados, con o sin toga.
- ¿Cómo dice?
- Conforme de toda conformidad. En los juzgados hay muchísimo material para construir y revivir argumentos tipo “50 tonos, que no sombras, de Gris”.
- ¡Basta, señor letrado! Le apercibo.
- ¡Ajajá, una dominatrix! Pero yo aguanto, resisto como un jabato. Por cierto, entre los resilientes guaperas, ¿a quién prefieres, a Leo DiCaprio o al presidente Sánchez?
- Creo que ha confundido el enlace de la vista con el de LexDates, la página de citas para juristas -interrumpe la letrada de la Administración de Justicia desde su recuadro.
El gesto de estupor de su señoría aparece congelado en la
pantalla.+117Acusaban a Igor Ivonevic del asesinato de cinco políticos. Cinco asesinatos que se habían producido en núcleos urbanos tan alejados como Toledo, Madrid, Oviedo, Valencia y Sevilla. El mismo día, a la misma hora.
No teníamos dudas: Igor era el chivo expiatorio de algún tipo de trama que escapaba a nuestro entendimiento y decidimos construir una defensa inusual, tan resiliente como arriesgada. Buscamos pruebas inculpatorias en cada uno de los escenarios: testigos, huellas, grabaciones. Si demostrábamos que Igor era el autor material de cinco asesinatos simultáneos, no podrían culparle de ninguno.
A la salida del juzgado, Igor sonrió, por primera vez desde que nos conocimos.
- Enhorabuena, abogado -me dijo-, hoy ambos hemos evitado una condena segura.
Y al alzar la vista, movido por una inquietud extraña, vi cómo Igor dejaba de apuntarme con su rifle desde todas y cada una de las ventanas del edificio de viviendas de enfrente.
+20«Ya estoy aquí», dijo mientras se materializaba en el salón. Caí redonda creyendo que era alguien del ayuntamiento con la orden de demolición. Cuando recuperé el aliento, preparaba salmorejo, había fregado los patios de la vivienda y reparaba una gotera con materiales nobles… Yo sabía que don Onofre, el abogado que lleva mi denuncia por construir en suelo no urbano, iba a dejarse el alma para ayudarnos, aunque jamás supuse que llegaría a tanto.
Me conquistó. Cuando regresaron los niños y preguntaron si era papá, respondí afirmativamente. Él asintió con evidente desgana, asegurando que debía resolver otros pleitos. Pero, nada iba a estropear nuestra familia.
Cada día me cuesta más tranquilizarlo. Es cero resiliente. Continúa emperrado en lo de resolver litigios y, aunque he doblado su ración de gotas, sospecho que está haciendo uso de argucias sobrenaturales para jugármela. Si no de qué esos dos incipientes bultitos de su espalda.
+84Otra vez el medioambiente en el estrado. Parecía el cuento de nunca acabar. Todo comenzó con el caso de tres contratistas acusados de edificar viviendas urbanas con materiales supuestamente sostenibles —paja y madera— pero altamente inflamables; la sentencia obligó a los Tres Cerditos a construir una casa con la garantía de la siempre resiliente piedra. El bufete también acaparó la atención mediática gracias al caso de desahucio de Blancanieves y los Siete Okupanitos, tras declararse biotopo su barrio marginal, el Bosque Encantado. Y todavía resuenan los ecos del proceso al músico denunciado por contaminación acústica y maltrato animal, el célebre y temido flautista, condenado a prisión en el lugar del raticidio, Hamelín.
La firma de abogados "Felices & Perdices", liderada por el letrado Lobo y la magistrada Maléfica, adalid de la promoción de los objetivos de desarrollo sostenible, declaraba con satisfacción una vez más: la justicia no es ningún cuento.+72Hace veinte años, cuando mi hija mayor estrenaba su primera década, irrumpió una tarde en el despacho con el material y los conocimientos adquiridos en su clase de inglés.
̶ Papá, ¿sabes que Popeye significa pop eye? Quiere decir tuerto, con un ojo explotado.
Tras el sincero ademán de sorpresa y unos reconfortantes besos llegó el turno de la reflexión. Me di cuenta de que la realidad es a menudo tan evidente que no le damos crédito.
Pensé entonces en la pareja de la vivienda superior. Educados, de espíritu urbano, ajenos a cualquier escándalo… Pero ella siempre triste, temerosa, en ocasiones con un inquietante sombreado bajo la mirada…
Fue mi primer caso de violencia de género. Comprender la realidad me impulsó a intentar cambiarla, potenciando además la actitud resilente de las víctimas. A construir un mundo mejor me ayuda ahora esa niña que me desveló el secreto de Popeye.
+16-Me temo que tendrá que abandonar esta vivienda -me dijo el abogado intentando construir un relato convincente con sus débiles argumentos.
-El plan urbano vigente ha modificado la calificación de este suelo, además el material de la edificación está muy deteriorado- sentenció con la cabeza gacha, un poco avergonzado.
- No se preocupe, soy un tipo resiliente, sobreviviré- le animé con mi mejor sonrisa.
Levantó rápidamente su cabeza, con sorna en los ojos, y añadió:
-No sé si sobrevivir es el verbo que yo aplicaría a… un fantasma.
Tras escuchar aquella impertinencia empecé a desaparecer, mientras le decía con decisión:
-Pues ahora,... ¡me quedo!
Y cuándo solo quedaba un reflejo de luz como tenue testimonio de mi presencia, le solté:
- ¡Nos veremos en los tribunales!
El abogado se puso rojo de ira antes de evaporarse.
Dos fantasmas son demasiados para una casa.
+67Empieza el juicio y me cuentas con una gran sonrisa que acabas de sembrar una nueva hilera de calabacines. Tu caso está complicado pero tu actitud resiliente es inspiradora. Un día, al salir de la oficina me vendiste unas frutas ecológicas y empezamos a hablar. Cuando supiste que era abogado me enseñaste todos los expedientes amontonados en tu vivienda de material orgánico. Una poderosa maquinaria administrativa estaba detrás de las misivas con el objetivo de construir pisos en tu propiedad. Sin embargo, tu huerto urbano, un pequeño oasis en medio del asfalto y hormigón lleva años incrementando la calidad de vida de la gente de la ciudad y beneficiando el equilibrio de los ecosistemas. Aprovecho este resquicio para convencer al juez para que no te expropien. Contra todo pronóstico ganamos el juicio y al salir del juzgado me comentas que el mismo juez te compra cada semana calabacines.
+14Aquella tarde de verano, cuando las chicharras entonaban su canción plagada de chirridos, alguien había decidido que en los alrededores del pueblo era preciso construir nuevas viviendas, que había que transformar aquel paisaje pleno de naturaleza en suelo urbano.
Una nube negra enlutó el cielo. Ese cielo azul celeste hasta poco antes de comenzar la catástrofe. El matorral, los árboles y los animales, reducidos a cenizas, quedando esparcidas en aquel paisaje desolador…
No hace falta jurar que lloré ante tanta destrucción.
Desde entonces, cuando ya era abogado de Gaia, esa organización ecologista que pretende salvar nuestro planeta, me llaman “el guerrero del arco iris”.
La naturaleza es resiliente y pugna por abrirse camino. Aunque nos está costando reparar el daño causado por aquel incendio, los especuladores del terreno no consiguieron salirse con la suya.
Aquel alcalde me confesó: “…el material incendiario que empleamos no fue suficiente para transformar el pueblo”.+8El proyecto urbano, construir un lujoso hotel, quedó varado ante la intransigencia de la anciana a vender su vivienda.
Es mi oportunidad, el bufete me ha elegido para intentar convencerla. Investigo su vida y averiguo que es una solitaria octogenaria a la que su marido maltrataba y que, por suerte, un día abandonó. Siento lástima, pero soy una persona resiliente. Si aproveché que mi novia me dejara para salir del armario, podré capear esta empatía que me paraliza.
En mi tercera tentativa observo que, nerviosa, mira constantemente la pared del salón. Una idea se incrusta en mi mente, juego mis cartas y golpeo con los nudillos buscando una oquedad. Su respingo, su semblante, confirma mis sospechas. Le digo que la destrucción será total, el material de los edificios caerán por toneladas ocultando el pasado.
Tras rubricar el contrato, nuestras miradas firmaron para siempre un pacto de silencio.
+17Aunque era tentador alzarse rápido sobre el gris de la vida y evadirse con la química de las drogas y la falsa placidez de una realidad sin soporte material mi madre con su ejemplo supo enseñarme algo mejor. Construir una alternativa sólida desde la nada rodeada de vacío que me hiciera resiliente al envite de la vida. Soporté miradas atravesadas como si fuese un animal venenoso del que protegerse. Veían, recelosos, alimentarme de artículos y códigos con la esperanza de convertirme en abogado. Algo inútil en un lugar sin ley como aquel -insistían a mi madre-.
Hasta que en una ocasión se presentó una legión feroz de policías, arquitectos municipales y excavadoras amenazando derrumbar las chabolas a soplidos de un nuevo plan urbano que reduciría toda aquella vivienda ilegal a ceniza en nuestra memoria. Fue entonces cuando pude demostrar que hasta en lugares como aquel ser abogado merece la pena.+54Mi mamá trabaja en el centro, en un lujoso bufete de abogados.
Cada día se levanta antes de que salga el sol. Como nuestra vivienda está a las afueras debe coger dos autobuses urbanos para llegar.
Tiene un despacho muy cómodo, con todo el material preparado para empezar la jornada.
Cuando a papá lo despidieron del trabajo porque ya no tenían más edificios que construir, mi mamá no se lo pensó dos veces y ofreció sus servicios a otros bufetes. Es tan buena en lo que hace que la contrataron sin dudarlo.
Ayer la profe Mercedes nos explicó qué significaba ser una persona resiliente y preguntó si conocíamos a alguien así. "¡Claro!", contesté emocionada. " ¡A mi mamá!".
Por eso cuando ella me dice que le gustaría que yo sea abogada siempre le contesto que sí, pero realmente pienso que no me importaría ser como ella: una valiente limpiadora.+15Acababa de dejar a mi cliente cuando vi el anuncio. Por eso me presenté como voluntario. Comunicarle la desestimación de la demanda resultó muy duro. Se hundió por completo. Pensé en recurrir —nunca me doy por vencido—, pero él rechazó seguir adelante. Y yo buscaba sentirme útil. Así que la idea de formar parte de una colonia experimental me pareció fascinante. No solo cambiaría de vivienda, también de planeta. El proyecto consistía en construir una nueva civilización en un entorno urbano alternativo al nuestro. Los materiales empleados en las instalaciones lograrían preservar de cualquier catástrofe. No como en la Tierra —ya agonizante—. Pensé que mis conocimientos servirían para hacer cumplir los códigos de edificación. Me aceptaron. Pero no por ser un experto en leyes sino por mi capacidad para superar las adversidades. Necesitaban colonos así. Y, según ellos, la abogacía es una de las profesiones más resilientes.
+44«Yo solo quiero seguir cuidando de mis gallinas y mis ciruelos», le dijo el anciano al abogado. La finca con el pequeño huerto y el corral eran toda su vida, corroboró Sara, su única hija. El Plan General de Ordenación Urbana había proyectado construir sobre el terreno de su propiedad una amplia avenida y decenas de viviendas unifamiliares. «Utilizamos materiales de primera calidad», rezaba la publicidad de la empresa constructora. El abogado, que llevaba años luchando por un turno de oficio especializado en derecho ambiental, decidió asumir el caso, conmovido por la serena dignidad de aquel rostro ajado, de manos encallecidas y corazón resiliente después del fallecimiento de su esposa.
Transcurrieron largos años de litigios, el anciano falleció y hubo que sacrificar a las gallinas, pero cada año, cuando el fruto madura, Sara nunca se olvida de enviar al abogado una cesta de dulces ciruelas rojas.+10Vivíamos en un apartamento del casco urbano que compramos a medias. El material con el que intentamos construir la convivencia fue el amor, pero los celos y la desconfianza se instalaron en casa y, ahora, ninguno de los dos quería marcharse de la vivienda ni vendérsela al otro.
Así que, tras largas negociaciones, un juez nos ha obligado a trazar, en una sentencia salomónica, una línea que atraviesa la cocina, dejando dos hornillos a cada lado, continúa por el salón, partiendo la mesa del comedor por la mitad, y finaliza en el dormitorio, dividiendo la cama, y el piso, en dos.
Como ninguno quiere ceder y somos unos resilientes, cada uno cena en su parte de la mesa y duerme en su lado de la cama, sin invadir casi nunca el espacio del otro. Pero, a veces, amanecemos abrazados y, aunque tenemos dos baños, esta mañana nos hemos duchado juntos.+15Los doctores son pesimistas, sin embargo, tú estás convencida de que vas a salir de esta. En tu condición de abogada te hubiese creído pero hoy solo observo la figura moribunda de una madre que se apresura a darme sus últimos consejos. Con un hilo de voz me hablas de coraje y constancia para construir una buena reputación y que sea resiliente ante las adversidades. Entre lágrimas veo a esta luchadora incansable que nunca daba un juicio por perdido. Entre tus logros figura la paralización de numerosas construcciones en el casco urbano por emplear amianto, un material tóxico que puede provocar cáncer. A pesar del peligro, te empeñabas en pasearte por las obras y comprobar en situ si en alguna vivienda habían empleado la peligrosa sustancia. En su día lograste derrotar a las constructoras pero hoy la batalla la está ganando el amianto.
+17Era uno de esos días odiosos de poca clientela y mucho ruido. Cerca del bufete tenían pensado construir un bloque de viviendas con los inconvenientes que conlleva: gritos, polvo de materiales de construcción, mobiliario urbano levantado, en definitiva, imposible concentrarse. A punto de autocomplacerme con un día de asuntos propios –el resto eran para asuntos varios–, recibí una curiosa llamada. No me extrañó que fuese del arqueológico –tengo un amigo allí–,pero sí lo que querían: un encargo sobre inmigración, afortunadamente una de mis especialidades.
–¿Un indocumentado? –pregunté para situarme.
–No exactamente, sabemos quién es –contestó el director.
–¿Qué papeles trae?
–Más bien, papiros.
–Un tipo resiliente –solté con sorna.
–Sígame y lo entenderá.
Me condujo por múltiples pasillos hasta llegar a un salón repleto de objetos del antiguo Egipto.
–Ahí lo tiene –señaló con tristeza.
En una enorme vitrina, una extravagancia harapienta sentada jugueteaba con su canope.
+11TRAICIÓN
Ana María Abad García · Madrid“Os van a desahuciar uno de estos días”: ya nos lo avisó el abogado. La vivienda está situada en terreno urbano, eso sí, pero el material que utilizamos para construir el refugio temporal que se ha convertido en nuestro hogar no figura en la lista de los permitidos por el Ayuntamiento, así que nos han denegado el recurso. Durante casi una semana hicimos huelga de hambre, a ver si los concejales le daban carpetazo al asunto aunque sólo fuera por evitar la mala prensa, pero no funcionó. Cuando apareció el abogado, traía cara larga y un montón de papeles para firmar. Justo detrás venía la bola de demolición. Lloramos al salir, cargados con pocas maletas y muchos recuerdos. El perro fue el más resiliente: el día anterior se había instalado ya en la caseta vacía del vecino de al lado. El muy traidor.
+42Cerró con llave la puerta de su vivienda. En una mano el asa de un maletín de cuero rancio, en la otra, como cada mañana de lunes de semanas alternas, cinco deditos se agarraban con fuerza, jugueteando con los pelos que asomaban cerca de los nudillos. De camino al cole, narraciones con aspaviento de los que un día fueron sus mejores alegatos, de la admiración de sus compañeros y del respeto de sus señorías, ganado durante años de ejemplar ejercicio. Ella escuchaba con fascinación y algo de perplejidad. Tras unos quince minutos escasos, un besito en la mejilla que sabía a gloria amarga. La despedida. Después, un largo camino, un banco apartado, mobiliario urbano, un pequeño bocadillo y el material de los sueños. Sonreía, él era un resiliente y después de aquella mala racha, podría construir una nueva vida.
+6La anciana salió del tribunal profiriendo maldiciones. Aquello me asustó. Ella no entendía de pleitos urbanos, ni de órdenes de demolición. Repetía que había plantado su vivienda muchos años atrás cuando el lugar era apenas un bosque de pésima reputación. Siendo honesto el ayuntamiento tenía razón, el pan de jengibre no es un material idóneo para construir una casa. Era increíble. La anciana sobrevivió la Inquisición, la Revolución Industrial; incluso la Guerra Fría, pero su capacidad resiliente naufragó en el contencioso-administrativo. Un grupo de niños que pasaba cerca se burlaron de su sombrero puntiagudo, ese que fue tendencia de moda en Salem. Percibí sus lágrimas cuando remontó el vuelo en la escoba. Aún podemos recurrir, llámame por la bola de cristal, dije. Como un mal recuerdo en la acera tiró la tarjeta del bufete «Hansel y Gretel Abogados» que le entregué con tanto cariño. Ya nada era como antes.
+10No se aprende lo que ya se es
Julian Uribe · St-HubertDon Miguel es un hombre de campo, amable y alegre, a pesar de los golpes de la vida. Trabajó desde niño hasta juntar plata para un pedacito de tierra. Hizo construir una vivienda en bambú, un material barato de la región, compró una vaca, dos gallinas, sembró la huerta y luego se casó. Todo iba bien hasta que apareció la guerrilla reclamando una contribución voluntaria. No se contentaron con la vaca y el par de gallinas. Abusaron de su esposa, la mataron, y a él, lo echaron como un perro. Es que no se le notaba la preñez. “Es un caso perdido”, le dijo su abogado, “al pobre le toca volverse resiliente”. “Nunca he trabajado en eso”, respondió Don Miguel, “mejor vuelvo de jornalero”. Lo último que supe fue que juntó para otra tierrita más cerca del casco urbano, compró una vaca, un par de gallinas y anda buscando mujer.
+7Cuando entró al despacho solicitando mis servicios, inmediatamente me llegó el olor a problemas que desprendía. De forma atropellada empezó a intentar hacerse entender sobre el motivo que lo traía aquí. Al minuto de estar sentado ya no podía centrarme en lo que me explicaba porque le había reconocido: era el dueño de la empresa encargada de construir un bloque de pisos en pleno casco urbano donde se encontraba la vivienda que adquirieron mis padres con todos sus ahorros. Esa que se vino abajo por usar material de baja calidad, llevándose por delante a mis progenitores y obligándome a mí a convertirme en resiliente. Todas las familias implicadas intentamos que acabara en prisión, pero tenía buenos contactos que archivaron el caso solamente con el cierre de la empresa y su inhabilitación. ¿Cómo un hombre tan bien relacionado puede tener tan mala memoria?, pienso mientras saco mi pistola del cajón.
+9Para los momentos difíciles, la joven abogada contaba con un arsenal de frases lapidarias. “Nada en exceso”, se decía, recordando el consejo de Apolo, cuando tenía que pasar el día con un plato de espagueti napolitana. “El buen paño, en el arca se vende”, pensaba cuando buscaba empleo.
En una ocasión se preguntó si no tendría un compromiso injustificado con sus ideas: “El camino de en medio es el único que no lleva a Roma”, dejó dicho aquel compositor austríaco. “Menos es más” aliviaba la estrechez de su vivienda. El resiliente “Venceréis, pero no convenceréis” le permitía construir cada día con ilusión en el desolado paisaje urbano que la rodeaba.
Un día se encontró de rebote con un caso imposible, sin tiempo material para prepararlo.
“El gladiador decide en la arena”.
Planteó una defensa nunca vista, inteligente, arriesgada; y ganó el caso.
La Fortuna ayuda a los audaces.+43Era una abogada valiente, preparada, optimista y resiliente. Tenía la suerte de ser también una belleza, hasta el punto que algunos amigos la llamaban la catarata del Iguazú; dicho sea no como un piropo urbano de inspiración impertinente, sino para construir mejor la verdad de sus circunstancias personales.
Por encargo de la Fundación Amiga de las Palabras (FAMDEPA), aceptó la acusación particular contra la palabra “Herramienta” que, junto a otras voces como empoderada o inclusivo, habían tomado vida humana en una sociedad poco academista.
Una vivienda era una “herramienta”, como medio material donde una persona pasa una parte de su vida. Una Ley era definida como “herramienta” para establecer derechos y obligaciones. El matrimonio no era una institución civil, sino una “herramienta” para regular la convivencia. ¡Todo era una “herramienta”!
Visto para Sentencia, “Herramienta” fue condenada a extrañamiento perpetuo, por uso y abuso de su insoportable acoso y empobrecimiento verbal.
+75Clara recorre emocionada cada rincón de su casa mientras busca una solución al problema. Los recuerdos que atesora son su mayor riqueza. Si rebusca entre ellos, siempre encuentra un motivo por el que levantarse cada día. No podría sobrevivir fuera de su entorno urbano. Aunque vive sola, se siente muy arropada por el calor de sus vecinos. La tratan con cariño y se preocupan mucho por ella. Todo lo que necesita lo encuentra en su barrio. Pero ahora, después de tantos años, está recibiendo presiones para que abandone su vivienda. Entiende que su renta antigua es insignificante para su casero, comparada con lo que podría obtener si fuera un piso turístico, pero para ella es su mundo.
En lugar de amedrentarse, resurge de sus cenizas. Su amplia experiencia como abogada, política y feminista, la hicieron resiliente. Desempolva la toga. Posee el material suficiente para construir su defensa y obtener justicia.
+117Su estatua se encuentra en el centro urbano, en un pequeño jardín rodeado de viviendas. Muestra rasgos de abandono. A pesar del material que utilizaron para construirlo el tiempo se va vengando de él con el látigo del olvido y el verdín se extiende ya por su estructura. Pero ése no es su mayor problema, el ayuntamiento quiere derribarlo. Ahí es donde entro yo, me han contratado para que encuentre una base legal que lo impida. Hay posibilidades, las leyes me dan cierto margen, pero luego vienen mis principios. A medida que indago en él más contradicciones me surgen. Mi mujer dice que debo ser resiliente, adaptarme a las inesperadas y desagradables sorpresas que te da la vida, olvidarme de las injusticias en las que estuvo involucrado este hombre, ser un profesional y aparcar los recuerdos sobre el fusilamiento del abuelo que le persiguen a mi madre.
+8